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    Crítica en Serie | Criadas y malvadas (Temporada 1)

    Criadas y malvadas

    CARTÓN PIEDRA POR DOQUIER

    crítica de Criadas y malvadas | Devious Maids (2013-), temporada 1

    Lifetime / 1ª temporada: 13 capítulos. | EEUU, 2013. Creador: Marc Cherry, en base a la telenovela Ellas son… la alegría del hogar. Directores: Paul McGuigan, Rob Bailey, David Warren, Tawnia McKiernan, Tara Nicole Weyr, John Scott, Larry Shaw. Guionistas: Marc Cherry, Victor Levin, John Paul Bullock III, Gloria Calderon Kellett, Brian Tanen, Tanya Saracho. Reparto: Ana Ortiz, Dania Ramirez, Roselyn Sanchez, Judy Reyes, Edy Ganem, Susan Lucci, Rebecca Wisocky, Mariana Klaveno, Drew Van Acker, Tom Irwin, Grant Show, Brett Cullen, Brianna Brown, Matt Cedeño, Wolé Parks, Maria Howell, Melinda Page Hamilton, Paula Garcés, Stephen Collins, Valerie Mahaffey, Eddie Hassell. Fotografía: William Wages. Música: Edward Shearmur.

    Cuando se anunció por primera vez este proyecto, existía la esperanza de que Marc Cherry pudiera retomar el buen rumbo que las estupendas primeras temporadas de Mujeres desesperadas (2004-2012) tuvieron. Al fin y al cabo, Cherry volvía a reflejar el día a día de cuatro mujeres, partiendo de un misterio y con una telenovela de base, lo que parecía de entrada ideal para el tono histérico y loco que los mejores momentos de su anterior creación tenían. Y contaba con Eva Longoria de productora ejecutiva, lo cual auguraba al menos un poco de genuino sabor latino al producto. Pero viendo el resultado final, esta terrible Criadas y malvadas, uno no puede evitar pensar que en el creador no había tanto genio sino ingenio. Cuando hasta la propia ABC (casa de Mujeres desesperadas) decidió pasar del proyecto, algo malo tenía que tener. Pero la esperanza volvió cuando Lifetime, cadena por cable, decidió repescarla y otorgarle una temporada de 13 episodios. La libertad que trae el cable y la inferior orden de capítulos (uno de los mayores problemas del anterior éxito de Cherry era que, al tener que hacer 22, 23 episodios cada año, las tramas se alargaban o acumulaban en demasía) podía ser la salvación del producto. Tampoco. La serie repite look, estilo de música e intenciones, pero con peor resultado. No es la prolongación de un discurso autoral sobre la mujer y su poder, sino la cómoda reedición de estrategias cómico/dramáticas. Algo con lo que el público parece no tener problemas, a tenor de la progresiva subida de audiencia que la serie tuvo cada semana desde su estreno, y que ya le ha asegurado una segunda temporada.

    Se puede argumentar que Criadas y malvadas es distinta porque trata sobre las sirvientas de una urbanización de lujo en Beverly Hills. Pero lo que el creador ha hecho es desplazar ligeramente el foco de su atención hacia el servicio que contrataban sus anteriores protagonistas. Eso sí, sin trabajarse especialmente ese desplazamiento. El ánimo que recorre a estas chachas parece no verse influido por el hecho de que, supuestamente, trabajan para poder vivir. No son personajes muy creíbles, ni cuando parecen olvidar su condición de asistentas ni cuando juegan la baza de la servidumbre. Las motivaciones de los personajes, sus decisiones e ideas, cambian porque así lo dice el guión, sin ningún tipo de desarrollo dramático plausible. Su tumultuosa existencia evoluciona según la caprichosa estrategia narrativa de alimentarles historias autoconclusivas, que en 2 o 3 capítulos pasarán sin dejar apenas huella en el mosaico de personajes. De esta forma, todo es estéril, predecible y hasta ligero (la pasajera recaída de Remi o la red de prostitución de Adrian Powell son buenos ejemplos de esta tendencia).

    Criadas y malvadas

    En una entrevista realizada en 2011 a Alan Ball por la Academia de la Televisión, éste hablaba de su trabajo en la sitcom Cybill (1995-1998), en la que estuvo durante toda su andadura pero que recuerda como una experiencia negativa. Al ser preguntado por qué, Ball argumentaba, entre otras cosas, que la estrella de la serie, Cybill Shepherd, rechazaba muchas de las tramas ofrecidas y exigía a los guionistas historias donde su álter ego quedara siempre bien retratado. Concretamente, durante la entrevista Ball recuerda una escena en la que Cybill iba a un programa de televisión y retaba a la presentadora a ser valientes y salir en cámara sin maquillar, demostrando así su humildad y cero divismo. “Nunca habría hecho eso en realidad”, recuerda divertido el creador de A dos metros bajo tierra (2001-2005). Lo mismo que le pasaba a Shepherd se puede aplicar a las cuatro protagonistas de Criadas y malvadas. Ni Ana Ortiz, Roselyn Sanchez, Dania Ramirez o Judy Reyes (ésta puede parecer que sí, pero es sólo porque su personaje es el más dejado) parecen dispuestas a sacrificar el estilo por la credibilidad. O a resultar convincentes, dicho sea de paso, porque cada una se dedica a exagerar los motores básicos de sus personajes (determinación, ambición, cinismo, humanidad), sin insuflar verdad a lo que hacen.

    No hay ni un atisbo de profundidad emocional, sino la mecánica labor de aquel intérprete que se pone en su marca y dice las frases sin imprimirle muchas más emoción que la estipula el guión. Y esto se puede aplicar a casi todo el reparto. Los directores de casting se han dedicado a fichar gente guapa pero de cuestionable calidad (en especial los pavorosos Drew Van Acker y Brianna Brown) y la dirección de la serie hace que sólidos actores como Brett Cullen o Tom Irwin estén forzados más allá de lo prudente. Sólo se salvan Melinda Page Hamilton y Valerie Mahaffey como secundarias de lujo, actrices capaces de otorgar vida a sus arquetipos y unas irresistibles Susan Lucci y Rebecca Wisocky, cuyos personajes te acaban ganando con el tiempo, sobre todo porque se nota que cuentan con el favor de los guionistas. Como medida de ahorro frente a un reparto tan coral, el reparto al completo nunca sale en un mismo episodio desde el piloto en adelante. Es hasta divertido ver qué excusas se inventan para justificar las ausencias. Hasta el punto fuerte de Cherry, el gran misterio de la temporada, se diría que está perfilado por un grupo de guionistas en horas bajas. Con estos villanos de opereta que la serie ofrece, la tensión y el suspense son nulos. Y la resolución es tan pobre de ejecución como paradójicamente inteligente sobre el papel. La serie está llena de buenas ideas que pinchan al llevarlas a la pantalla. De la bendita locura de su anterior creación solo quedan ocasionales ocurrencias (la cortina en llamas, la cocaína como detergente), pero que ni por asomo son suficientes para dar lustre al producto final. ★★★

    Adrián González Viña.
    crítico de cine & series de televisión.

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