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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Café de flore

    Café de flore

    AMOR MÁS ALLÁ DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

    crítica de Café de flore | Jean-Marc Vallée, 2011

    ¿Hay algo después de la muerte? ¿Acaba realmente nuestro periplo en La Tierra cuando morimos o es posible la reencarnación? ¿Qué hay de cierto en el término “vidas anteriores”? ¿Existen realmente las almas gemelas? Desde que el mundo es mundo, el hombre se ha planteado estas preguntas –y muchas más–, que han despertado todo tipo de teorías que rompen las normas de la lógica para adentrarse en los terrenos de lo paranormal. Se trata, sin duda, de un tema apasionante que ha servido de base para multitud de películas de diversa índole, todas enmarcadas dentro del género fantástico. En 1999, M. Night Shyamalan irrumpió con fuerza en Hollywood con la sorprendente El sexto sentido, en la que se mostraba con naturalidad la presencia de los espíritus de las personas fallecidas entre nosotros. Incluso un maestro de la talla de Clint Eastwood ha reflexionado sobre lo que puede haber al final del túnel en su irregular Más allá de la vida (2010). En ocasiones, sin embargo, algunos títulos han optado por una ambigüedad para no caer expresamente en la fantasía, dejando en el aire la verdadera naturaleza del misterio y encontrando respuestas más terrenales al mismo. Es el caso de la notable Reencarnación (2004), donde una espléndida Nicole Kidman se obsesionaba con la idea de que su difunto marido pudiera estar reencarnado en un niño. En esta liga jugaría también Café de flore (2011), la cuarta película del canadiense Jean-Marc Vallée, un realizador que había alcanzado su mayor éxito crítico y comercial con C.R.A.Z.Y. (2005). Tras el triunfo de ésta en Toronto –mejor película canadiense–, Gijón –director, guión y dirección artística– y los Genie –mejor película canadiense–, Vallée continuó su carrera con uno de esos dramas de época tan impecables como poco originales, La reina Victoria (2009), que se hizo con el Oscar al mejor vestuario. Con Café de flore, el director ofrece su trabajo más personal y ambicioso hasta la fecha, cuya idea original surgió de una conocida canción de Matthew Herbert de idéntico título. Oír esta melodía a todas horas, inspiró a Vallée las diferentes historias de amor de la cinta, a las que supo unir a través del tiempo y el espacio mediante unos lazos místicos muy especiales.

    Café de flore

    París, 1962. Jacqueline es una humilde madre soltera de Laurent, un encantador niño con Síndrome de Down. La mujer vive por y para su hijo, educándolo de manera en que el chico no se sienta menos capaz que los demás niños del colegio. Pero el estrechísimo vínculo entre madre e hijo se verá amenazado con la aparición del primer amor de Laurent, representado en Veronique, una compañera de clase. Desde el instante en que Jacqueline toma consciencia de que ya no es la única mujer importante en la vida de su retoño, comienzan a invadirle las inseguridades y unos celos enfermizos. Montreal, 2011. Antoine es un famoso disc jockey que acaba de dejar a Carole, su esposa y madre de sus dos hijas, por otra mujer bastante más joven. Pese a que Carole fue el primer amor de Antoine –se conocieron siendo adolescentes–, éste no puede resistirse al magnetismo de Rose, comenzando con ésta una relación que no será vista con buenos ojos por la familia del músico. Carole, por su parte, parece incapaz de aceptar que el hombre de su vida se haya enamorado de otra persona, al mismo tiempo que sufre extrañas pesadillas en las que aparece un niño con Síndrome de Down. Cuatro historias de amor diferentes. Dos dolorosos triángulos amorosos. Esto es lo que ofrece Jean Marc-Vallée en esta arriesgada propuesta que somete al espectador a un hipnótico juego en el dudará entre creer en la existencia de las almas gemelas o pensar que todo lo que vemos en pantalla es fruto de la casualidad. Pese a que su argumento puede pecar de llevar al límite la credibilidad, Café de flore consigue el casi imposible reto de atrapar al público con sus dos historias paralelas. Gracias al excelente montaje –obra del propio director–, ambas tramas resultan lo suficientemente atractivas e intensas para que no rompan la armonía del conjunto. Mientras que la historia que se desarrolla en el París de los 60, se sostiene gracias a la portentosa interpretación de Vanessa Paradis –en el mejor trabajo de su carrera, sin duda– y su química con el pequeño actor Marin Gerrier, la parte más contemporánea de la cinta destaca por su sugerente puesta en escena. Las escenas íntimas entre Kevin Parent y la rubia Evelyne Brochu son lo suficientemente volcánicas como para plasmar a la perfección la irrefrenable atracción entre Antoine y Rose, mientras que Hélène Florent saca adelante con maestría el personaje más difícil y dramático de la cinta, el de Carole. Destaca también el importantísimo papel de la música como instrumento creador de atmósferas. Temas de Pink Floyd, The Cure, Sigur Rós, junto a diferentes versiones del Café de flore de Matthew Herbert –que sirve de nexo entre los personajes de Laurent y Antoine– y mucha música electrónica, sirven para transmitir los diferentes estados de ánimo de sus protagonistas, dándole a la película casi una mayor relevancia como experiencia sensorial que como relato tradicional. Los diferentes flashbacks, saltos en el tiempo y conexiones entre las dos tramas románticas, confieren a la obra de Valléé una compleja estructura de rompecabezas, en el que sólo la imaginación de cada espectador podrá llenar los espacios vacíos.

    Café de flore

    Café de flore está destinada a ser entendida únicamente por quien se deje arrastrar por su torbellino de sentimientos extremos y sus imágenes oníricas. El haber dirigido una obra tan notable como C.R.A.Z.Y., puede pasarle factura a su realizador a la hora de las inevitables comparaciones. De hecho, la cinta ha sido recibida con división de opiniones allá donde se ha estrenado, logrando 13 nominaciones a los Premios Genie –incluidas a la mejor película y mejor director–. Vanessa Paradis se hizo con un merecidísimo galardón a la mejor actriz, dejando definitivamente atrás su etiqueta de “pareja de” Johnny Depp. Estamos ante un filme fascinante y emotivo, que dosifica sabiamente la información a lo largo de la historia, logrando que la atención del espectador no decaiga en ningún momento. Visualmente, Café de flore es una nueva demostración del talento técnico de su autor. Narrativamente, un trabajo de prestidigitador que, bajo su apariencia imposible, termina llegando a buen puerto gracias al trabajo de sus entregados intérpretes. Muy pocas veces se puede encontrar una película tan mágica y especial como ésta en las carteleras cinematográficas. ★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Canadá. 2011. Título original: Café de Flore. Director: Jean-Marc Vallée. Guión: Jean-Marc Vallée. Productora: Coproducción Canadá-Francia; Item 7/Monkey Pack Films/Crazy Films. Presupuesto: 10.000.000 dólares. Localizaciones principales: Québec (Canadá), París (Francia). Fotografía: Pierre Cottereau. Música: Varios. Montaje: Jean-Marc Vallée. Intérpretes: Vanessa Paradis, Kevin Parent, Hélène Florent, Evelyne Brochu, Marin Gerrier, Alice Dubois.

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