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    Cine Alemán Siglo XXI

    AMOUR (MICHAEL HANEKE, 2012)

    Crítica de Amour, de Michael Haneke
    EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD
    Amour (Michael Haneke, 2012)

    Uno de esos autores que surgen cada cierto tiempo trastocando el panorama cinematográfico y noqueando a la audiencia con sus propuestas arriesgadas y radicales. Así es el austriaco Michael Haneke, que tras un puñado de pequeñas obras casi de arte y ensayo, irrumpió en nuestras vidas, con la fuerza de un tsunami, con Funny Games (1997), una de las películas más perturbadoras y violentas de los últimos tiempos. Fue entonces cuando el nombre de este cineasta, de oscuro y enfermizo universo propio, comenzó a sonar con fuerza entre el gran público. La pianista (2001), un durísimo drama sobre la dificultad para relacionarse (y amar) de una profesora de piano, no sólo le ofreció a Isabelle Huppert el papel de su vida, sino que le otorgó a Haneke el Gran Premio del Jurado en Cannes. Todo esto, lidiando con la publicidad (positiva o negativa, según se mire) que se le dio a la cinta a causa de los repetidos desmayos y abandonos de las salas donde se proyectaba, consecuencia de una sangrienta escena de automutilación genital de la protagonista. Desde entonces, no es extraño encontrar al director en todo palmarés prestigioso con cada nuevo filme. Con la inquietante Caché (2005), fue mejor director en Cannes, además de arrasar con cinco trofeos en los Premios de del Cine Europeo. Tras un intento (fallido a medias) de dar el salto a Hollywood con su propio remake de Funny Games, protagonizado por la estupenda Naomi Watts, Haneke logró la Palma de Cannes que se le estaba resistiendo con la magnífica La cinta blanca (2009), su aclamada visión sobre las raíces del fascismo que también se alzaría con el Globo de Oro a la mejor película extranjera. Su habitual ritmo pausado y el estilo seco y certero, con una violencia nada explícita en esta ocasión (pero latente en cada fotograma), parecieron alcanzar su total refinamiento con ese título, pero Haneke vuelve a sorprendernos en 2012 con la que muchos se han atrevido a calificar como su definitiva obra maestra, Amour. Algo ciertamente precipitado, teniendo en cuenta que estamos ante un realizador que se supera con cada nueva obra y cuyo talento parece no conocer techo. Una nueva Palma de Oro en Cannes y cuatro Premios del Cine Europeo (película, director, actor y actriz) siguen dejando constancia del feliz matrimonio entre el austriaco y la crítica.

    Amour es, sin duda, el filme menos controvertido del cineasta, un doloroso drama que habla, como muy pocas películas han logrado con tanta contundencia, del amor, la vejez, la enfermedad y la muerte. Aunque pueda sonar curioso, la cinta animada Arrugas (2011) sería una de las más dignas aproximaciones a esta temática, aunque aquella lo hiciera en un tono bastante menos descarnado que el de Amour. La historia nos presenta a Georges y Anne, un octogenario matrimonio burgués, ambos antiguos músicos de éxito. Su plácida existencia se verá zarandeada de manera cruel e inesperada cuando la mujer sufre un derrame cerebral que le traerá funestas consecuencias físicas y mentales. En un principio, quedará paralizada de medio cuerpo, por lo que necesitará de una silla de ruedas y los cuidados constantes de su marido para valerse. Pero la sombra de la demencia se cierne sobre el matrimonio, poniendo a prueba verdaderamente hasta dónde puede llegar el amor. 

    Jean-Louis Trintignant, "Amour"
    Jean-Louis Trintignant da soberbia réplica a una regia Emmanuelle Riva en 'Amour', de Michael Haneke

    El mayor acierto de la película reside, sin duda, en las portentosas interpretaciones de la pareja protagonista. Todos los elogios se han centrado en el trabajo de la veteranísima (85 años) Emmanuelle Riva, que se desnuda física y emocionalmente en una de las mejores creaciones femeninas del año. La inolvidable actriz del clásico del cine Hiroshima Mon Amour (1959) logra hacer creíble su personaje de Anne, una mujer independiente y culta, profesora de música retirada y aficionada a la lectura que, de la noche a la mañana, pasa a convertirse en una persona totalmente dependiente. Se trata de un auténtico bombón de personaje del que Riva saca el máximo provecho y la posiciona como una de las favoritas de cara a los Óscar. Sería injusto minusvalorar el esfuerzo de su compañero de reparto, Jean-Louis Trintignant que, aunque no dispone de los momentos de lucimiento que puede tener el papel de un enfermo mental, le confiere a su personaje de Georges toda la humanidad y capacidad de sacrificio que requería. La química entre ambos actores es palpable desde las primeras escenas, donde comparten una relajada conversación durante el desayuno en la cocina. La aparente calma y rutina de la escena se verá violentamente sesgada por la primera manifestación de la enfermedad de Anne, que se queda de repente con la mirada ausente, sin reaccionar a lo que le dice su marido. Los intentos de Georges por devolverla a la normalidad transmiten gran desasosiego e incomodidad en el espectador, partícipe inmediatamente del drama de estas personas. Michael Haneke, cuan cirujano, disecciona con frialdad y distancia a estos dos seres que ven como su vida cotidiana cambia radicalmente con la entrada de la enfermedad en su casa. Esto aleja a Amour de caer en sentimentalismos baratos o de dejarse llevar por concesiones comerciales. No estamos ante otra película de superación de esas que tanto gustan en Hollywood ni hay que esperar un dramón que nos haga llorar a mares. Es una historia que habla del amor, pero que no lo hace desde la vertiente romántica del asunto. Es un amor maduro, abnegado, sufriente. Cuando ya se ha perdido la pasión de la juventud y llega el momento de afrontar la última etapa de la vida en común (la muerte venidera), ese es el tipo de amor que encontramos en esta obra.

    Dos horas de magnífico cine, totalmente rodado en interiores, lo que le da un aire teatral a la propuesta, creando una atmósfera opresiva y asfixiante. La puesta en escena es sobria y elegante, sin estridencias visuales, con una sabia utilización de la música clásica para la banda sonora. Los personajes secundarios son meros adornos alrededor de la pareja protagónica y, salvo Isabelle Huppert como la despreocupada hija del matrimonio, poco o nada aportan a una trama centrada exclusivamente en mostrarnos los estragos de la enfermedad en la relación. Estamos ante una película profundamente triste, donde la crudeza habitual de Haneke permanece ausente casi por completo. La terrible escena de la cuidadora cepillándole el pelo a Anne con bastante poco tacto y su posterior despido por el trato vejatorio hacia la paciente, son momentos donde el cineasta vuelve a demostrar su capacidad para retratar lo peor del ser humano. El egoísmo de los hijos, la soledad de los ancianos, la resignación ante lo irreversible de ciertas enfermedades, todos estos y más temas asoman con sutileza a lo largo de una narración en la que parece que nunca sucede nada pero que al llegar a su desenlace, deja al espectador absoluta e irremediablemente devastado. En definitiva, Amour no es sólo una de las citas cinematográficas obligadas de la temporada. Es también, un retazo de vida (y muerte) conmovedor como pocos, capaz de hacer que el público se solidarice con su protagonista masculino, hasta el punto de que comprendamos algunos actos que, vistos bajo otra óptica, podrían ser monstruosos. Así es el ser humano, con sus luces y con sus sombras. Y así es el amor, incondicional y sacrificado.

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Austria, Francia, Alemania. 2012. Título original: Amour. Director: Michael Haneke. Guión: Michael Haneke. Productora: Canal +/France 3 Cinéma/Wega Film/Les Films du Losange/X-Filme Creative Pool/ARD degeto/Bayerischer Rundfunk/Westdeutscher Rundfunk/France televisions. Presupuesto: 7.290.000 euros. Localización: París. Fotografía: Darius Khondji. Música: Franz Schubert, Ludwig Van Beethoven, Johann Sebastian Bach. Montaje: Monika Willi, Nadine Muse. Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, William Shimell, Rita Blanco, Laurent Capelluto.

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