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    Cine Alemán Siglo XXI

    LA MOSCA (KURT NEUMANN, 1958)

    La mosca, 1958 - The fly, 1958
    El escritor inglés nacido en Francia George Langelaan vio publicado por primera vez su relato La mosca (The Fly, 1956) en la revista Playboy. Era la época en que la famosa revista de encoretes acogía las obras de escritores de renombre, teniendo especial cuidado en publicar excelentes relatos de ciencia ficción, así que no resulta extraño que esta historia sobre un científico que ve fracasar su alucinante descubrimiento, una máquina de teletransportación, viera la luz en sus páginas. Langelaan, con un estilo sencillo y directo, narraba la desesperada historia de un visionario, Andre Delambre, que acaba destruyéndose al experimentar sobre sí mismo su invento. Un relato que mezcla la ciencia ficción naif con el horror más delirante que devino la obra más conocida de su autor y que, dos años después de ser publicada, se convertiría en una fascinante película.

    Se da como un hecho asumido y repetido hasta el cansancio que la obra escrita siempre es superior a su adaptación cinematográfica. Ya sabéis, eso de “la novela es mejor que la película”. Pero en el caso de La mosca (The Fly), dirigida por Kurt Neumann en el año 1958, podemos afirmar de forma categórica que no es así. Si excelente es el relato del que parte, el guion de James Clavell supera con creces al original en un trabajo medido, perfecto en su progresión, capaz de ser absolutamente fiel al cuento de Langelaan pero introduciendo los cambios necesarios para hacer la historia más terrible, emocionante y desgarradora.

    Kurt Neumann se encontraba en el final de su carrera y de su vida cuando se pone al frente de la película. Un profesional que había dirigido de todo, desde películas del oeste hasta películas de Tarzán con un Johnny Weissmuller en plena decadencia, un todo terreno que apenas si había tocado el género de la ciencia ficción antes de La mosca, con la cual se implicó hasta el punto de figurar como coproductor de la misma con Robert L. Lippert, este sí bien bregado en cintas de ese género. Neumann traza el relato con mano firme y elegante, con movimientos de cámara precisos y encuadres que saben sacar provecho del reciente formato cinemascope, en especial en su distribución de los actores en el plano. Los espacios cerrados en los cuales se desarrolla casi toda la película están aprovechados al máximo, eludiendo toda sensación de teatralidad gracias a cómo sitúa y mueve a los actores. Y sin machacarnos a primeros planos, que es a lo que se tiende en la actualidad cuando ponen a dos actores en una habitación: la forma más fácil de no tener que pensar en cómo contarnos una historia y de paso conseguir que la implicación con la misma sea nula.

    En el cine de terror y ciencia ficción hemos visto a todo tipo de científicos, unos más locos que otros, que por lo general utilizan su genio para hacer el mal, ya sean por causas más o menos justificadas, venganza o amor, o bien por el simple deseo de dominar el mundo o tener poder. También están los soñadores, los que creen en la ciencia y en su capacidad de hacer mejor al hombre y ayudar a la humanidad, pero como si todo saliera a la perfección no tendríamos película, las cosas se tuercen y el destino deviene atroz. Unas veces porque el hombre de ciencia enloquece ante su propia obra, en otras porque su experimentos salen mal y ocasionan el desastre. En fin, hay de todo, aunque nuestro Andre Delambre en La mosca responde más bien al modelo de científico bueno cuyos experimentos y afán de conocimientos llevan a su destrucción. La película se desarrolla en un extenso y atmosférico prólogo, un largo flashback y un breve epílogo con final feliz por exigencia de la productora. Aunque después de su impactante desenlace las palabras tranquilizadoras del comisario Charas y el hermano del protagonista, François Delambre, no consiguen calmar nuestro acelerado corazón ni por asomo.

    Vincent Price en La mosca
    'La mosca' (The Fly, 1958) , de Kurt Neumann

    La mosca se inicia con el tremendo asesinato de Andre a manos de su esposa Helene aplastado en una prensa hidráulica. Un crimen extraño que hace pensar en que Helene se ha vuelto loca. Pero también con los suficientes puntos oscuros que obligan a dudar de que ella en solitario haya podido cometerlo. La obsesión de Helene con las moscas decantará al comisario Charas, encargado del caso, hacia la primera opción. Sin embargo, en todo momento se nos muestra a una Helene lúcida que nos impide convencernos de que realmente se le ha ido la cabeza. Su pertinaz silencio acerca de los detalles del asesinato que confiesa haber cometido, junto a la extrañeza que provoca su búsqueda de una mosca con la cabeza blanca y una extremidad rara, nos mantienen en perfecta tensión entre la Helene de expresión serena y calmada que prefiere inmolarse antes que desvelar un secreto que podría desprestigiar la memoria de su marido muerto y la Helene que ha dejado atrás la realidad tras las alas de un repugnante insecto. Solo François acabará creyendo en ella, y es su insistencia y un pequeño engaño lo que llevará a Helene a contarle toda la verdad.

    Hasta aquí, Neumann y Clavell han conseguido mantener un soberbio equilibrio entre el misterio del crimen, y la que adivinamos terrible historia oculta tras él, y el relato detectivesco. Los cambios de humor de Helene cuando tiene ante sí una mosca, apoyados siempre por la excepcional música de Paul Sawtell que integra en ella el sonido del insecto, resultan estremecedores y provocan una inquietud sobrecogedora. Para cuando se inicie el relato de Helene, el flashback que ocupará el resto del metraje, estaremos ya hipnotizados por el desarrollo de los acontecimientos y asistiremos fascinados a una historia de horror que por momentos se tornará sublime.

    La realidad afable y cotidiana de una feliz familia media se verá invadida por la monstruosidad. Helene relata los hechos hasta entonces secretos y nos llevará de la mano, ya del todo abducidos, hacia lo más profundo del espanto. El laboratorio de Andre, su marido, se convertirá en el escenario principal. Allí compartiremos tanto su desilusión inicial al comprobar que su máquina de teletransportación aún revela algún fallo hasta la alegría del éxito final. Pero Andre necesita comprobar que su máquina prodigiosa funciona con humanos, así que decide probar en sí mismo su invento. Un desgraciado accidente hará que una mosca se introduzca en la cabina de teletransportación y al reaparecer en la de recepción su cuerpo habrá trastocado partes del mismo con el del insecto.

    El horror de haberse convertido en un monstruo que solo puede comunicarse con la única persona capaz de ayudarle, su esposa, a través de mensajes tecleados desesperadamente en una máquina de escribir, y que se ve obligado a ocultar su cabeza tras un paño negro y su brazo en un bolsillo de su bata, se tornará insoportable. El insecto domina cada vez más al hombre y Helene se verá obligada a realizar una búsqueda imposible de esa mosca que está formada ahora con fragmentos del cuerpo de su esposo. 

    The Fly
    Fotograma de 'La mosca', de Kurt Neumann con Patricia Owens

    Quizá los momentos más inolvidables de esta película prodigiosa sean aquellos en los que Helene retira el paño de la cabeza de su marido para descubrir el rostro del monstruo en el que se ha convertido y su grito multiplicado por la visión en colmena del insecto. Después, la desolación de un amor condenado a morir y el mensaje final de Andre, ya apenas legible debido a que su cerebro no puede seguir siendo humano, garabateado sobre una pizarra en la que segundos antes de borrarla se encontraba desarrollado su magnífico descubrimiento.

    Y por supuesto, el epílogo. Porque si habéis visto esta película siendo niños, seguro que os ocurrirá como a mí: no importan los efectos especiales algo toscos, sino todo el horror que sugieren, esas imágenes de pesadilla marcadas a fuego en nuestro cerebro. Porque al fin y al cabo esta es la esencia misma del cine, lo que sus imágenes dejan de imborrable en nuestro recuerdo y jamás podremos olvidar, adquiriendo la misma fuerza y realidad que un momento vivido.

    En el apartado interpretativo, Vincent Price está perfecto como el enamorado de Helene pero siempre noble hermano de Andre, François Delambre. El inteligente comisario Charas es Herbert Marshall, el inolvidable protagonista de mirada cansada e irónica de Un ladrón en la alcoba (Trouble in Paradise, Ernst Lubitsch, 1932). Y los papeles protagonistas recayeron en un David Hedison cuya mirada triste magnifica su personaje y una Patricia Owens esplendente en su comprensión, brillante en su desesperación y en verdad inquietante en su locura.

    La mosca fue el mayor éxito de su productora, la Twentieth Century Fox, en ese año de 1958. Sin duda el más grande de Kurt Neumann como director, tanto en lo artístico como en la respuesta que recibió del público. Pero él nunca llegó a saberlo. Falleció ese mismo año antes del estreno de la película. Si Andre Delambre se llevó a la tumba su magnífico descubrimiento, fue la tumba la que privó a Neumann de disfrutar del que sin duda fue el culmen de su carrera cinematográfica.

    Al año siguiente se rodó una segunda parte en la que el hijo de Andre seguía los pasos de su padre de una forma más cochambrosa, El retorno de la mosca (Return of the Fly, Edward Bernds, 1959). En 1986, David Cronenberg dirigió una entretenida versión bajo el mismo título de la original más afín con sus gustos por la degeneración y la enfermedad del cuerpo, la cual tendría a su vez una continuación, La mosca II (The Fly II, Chris Walas, 1989), un churrete infame que me produjo en su momento tanto sopor como simpatía. No me preguntéis por qué.

    José Luis Forte.

    USA, 1958. Título original: The Fly. Director: Kurt Neumann. Guion: James Clavell, basado en el relato de George Langelaan. Productora: Twentieth Century Fox. Productores: Kurt Neumann y Robert L. Lippert. Estreno: 16 de Julio de 1958. Fotografía: Karl Struss. Música: Paul Sawtell. Dirección artistica: Theobold Holsopple y Lyle R. Wheeler. Intérpretes: David Hedison, Patricia Owens, Vincent Price, Herbert Marshall, Kathleen Freeman, Betty Lou Anderson, Charles Herbert.

    The Fly 1958, poster
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