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    Crítica en serie: Roadies (1ª temporada)

    Roadies

    Amoríos de trazo grueso

    crítica de la primera (y última) temporada de Roadies.

    Showtime / 1 temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2016. Creador: Cameron Crowe. Directores: Cameron Crowe, Jonathan Kasdan, Jeffrey Reiner, Allison Liddi Brown, Julie Anne Robinson, Sam Jones. Guionistas: Cameron Crowe, Winnie Holzman, David J. Rosen, Hannah Friedman, Tom Kapinos. Reparto: Luke Wilson, Carla Gugino, Imogen Poots, Rafe Spall, Keisha Castle-Hughes, Colton Baker, Peter Cambor, Ron White, Christopher Backus, Tanc Sade, Jacqueline Byers, Finesse Mitchell, Branscombe Richmond, Ethan Michael Mora, Nima Azizi, Catero Colbert, Luis Guzmán, Brian Benben, Ely Henry, Derek D. Dow, Jack Yang, Lamon Archey, Shawn Woods, Joy Williams. Fotografía: Thomas Yatsko, Nicola B. Marsh.

    Cameron Crowe se encuentra en una posición delicada en el mundo del espectáculo tras el batacazo de Aloha (2015), cuya recepción en Estados Unidos fue tan feroz que propició su estreno en España directamente vía Netflix. Para más inri, la existencia de Roadies ha sido cuando menos tumultuosa. Showtime acordó producir un piloto en junio de 2014, con la idea de que este seguiría el formato de una hora mientras que el resto de la hipotética temporada sería una comedia de media hora, como hiciera HBO con Hung (2009-2011). Tras meses sin saber noticias del piloto, Christina Hendricks salió del proyecto el verano pasado, siendo reemplazada por Carla Gugino. Tras volver a rodar estas y otras escenas, la serie recibió la luz verde el pasado agosto, con la novedad de que ahora toda la temporada sería del formato de 60 minutos. Crowe y el productor J.J. Abrams contrataron desde el principio a Winnie Holzman con la idea de que ella fuera la showrunner del proyecto, lo cual apuntaba a poca presencia del director en su creación, pero finalmente ha estado muy presente como director y guionista. Estrenada a finales de junio y con audiencias más bien discretas, Roadies no va a ser el proyecto que saque a Crowe de la extraña espiral de malditismo en la que se halla.

    Y eso que la serie tenía todo para ser su triunfo al aplauso unánime, a los tiempos de la magnífica Casi famosos (Almost Famous, 2000), película que le dio el Óscar al Mejor guion original. La idea de partida era documentar el trabajo de los “pipas”, los trabajadores no-musicales que acompañan a los grupos cuando están de gira. Mánagers de la gira, encargados de montar el escenario, de tener listos los teleprompter, representantes de la discográfica, seguridad, conductores... todos ellos. Para eso el proyecto se centra en un pequeño grupo de estos pipas, y cómo tratan de llevar vidas normales en medio de tamaña locura de empleo. Hasta ahí sonaba bien la premisa, porque no es algo que haya sido el eje central de muchos trabajos de ficción, pero desde que empieza la acción y las tramas comienzan a desarrollarse, entra en juego el factor romántico, y la cosa decae enteros. Tensiones sexuales e incipientes romances en medio de un clima que lo propicia pero a la vez no, porque hacer tal énfasis en este aspecto implica devaluar la importancia de la labor de los pipas. Roadies, por tanto, no sabe qué quiere ser. Es como si Crowe y Holzman no confiaran en poder sostener la comedia dramática exclusivamente con su jugoso punto de partida, o quizá porque es una de las lecciones más antiguas de la historia del relato que una historia de amor atrae a la gente y puede capturar atenciones, pero la idea de hacer varias y de hacerlas de maneras tan obvias y nada originales es lo que afecta en última instancia a la calidad global del asunto. El resto de elementos están mejor trabajados, con una creíble química entre el elenco, fundamental para las escenas grupales y la coreografía de entradas y salidas de los personajes en su frenesí profesional; y la impecable selección musical, con una impresionante lista de artistas interpretándose a sí mismos, y además tocando alguna canción en la mayoría de los casos. Por nombrar sólo unos pocos, están Lindsey Buckingham, Halsey, Jonathan Russell, John Mellencamp, Shelli Azoff, Nicole Atkins, Robyn Hitchcock o Eddie Vedder. Amén del rapero Machine Gun Kelly, que forma parte del reparto principal como Colson Baker, y da vida a Wes, mellizo de Kelly Ann. Pero el trabajo de Baker es estrictamente actoral. También hay un episodio que recuerda la historia del músico Ronnie Van Zant y su banda Lynyrd Skynyrd, el emotivo The All Night Bus Ride (1.8), que introduce al personaje de Phil como testigo del ascenso del grupo y sus tensiones internas hasta la muerte de Van Zant en un accidente de avión con tan solo 29 años.

    Roadies

    «Con sus audiencias nada espectaculares, su tibia recepción crítica y el hecho de que la tanda cierra bastante las principales tramas, con la gira terminada, no sorprende que Showtime haya decidido no renovar o cancelar el enésimo salto de un director de cine a la pequeña pantalla».


    Y eso es algo que Roadies hace muy bien, aunque le pueda costar espectadores. Nos introduce in media res en la gira de la banda y en el mundillo del rock and roll, sin sobreexplicaciones. Si sabes de lo que hablan bien, y si no pues aprende sobre la marcha. Este crítico se pierde multitud de referencias y en cosas que se dan por supuestas, pero no le importa porque se nota genuino y cómplice, porque el placer al abordar esos temas y hacer esas reflexiones es casi palpable. Hace sentir a la audiencia que es parte de verdad de ese mundo, de esa red de interconexiones que ya habían empezado cuando aterrizamos en medio de la historia. Y es curioso que haga esto porque tiene en el personaje de Reg un evidente punto de entrada en el mundillo representado, pero no lo usa demasiado con este propósito. El hombre está presente más bien para servir el clásico arco argumental del Converso, aquél que comienza en la oposición extrema a lo que nuestros protagonistas predican y que tras vivir intensos momentos y quizás encontrar el amor, se convierte a la causa sin remedio. Clásico y previsible, porque lo lleva escrito desde sus primeras apariciones. Esa encorsetada previsibilidad es lo que hace más daño a la comedia, que además tiene en Luke Wilson un protagonista demasiado monocorde, que funciona bien en las escenas grupales pero no le imprime la profundidad necesaria al rol de Bill, con su pasado de adicto y su presente haciendo malabares como el mánager de la gira. Así que en ese equilibrio entre los enfoques, lo genuino y lo artificial, se mueve Roadies, con un resultado final que lamentablemente se acerca más a la irregularidad que a la grandeza. Porque algunas cosas suceden porque las manda el guion, y la acertada apuesta de dejar fuera de campo todas las escenas domésticas –no existe la vida ante la cámara fuera del autobús de la gira y las diferentes ciudades en las que van tocando– perjudica en aquellos momentos en que no tiene sentido que los personajes no estén en esas vidas (el bebé de Donna, el funeral del suegro de Shelli), y su presencia en el puesto laboral no está bien justificada. Con sus audiencias nada espectaculares, su tibia recepción crítica y el hecho de que la tanda cierra bastante las principales tramas, con la gira terminada, no sorprende que Showtime haya decidido no renovar o cancelar el enésimo salto de un director de cine a la pequeña pantalla, porque es uno que no se ha saldado con la mejor respuesta posible, todo hay que decirlo. Y en el negocio de la televisión, en pleno 2016, cuesta dar segundas oportunidades. | ★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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