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    Festival de Las Palmas 2016 (IV) | Críticas: Office + Posto-avançado do progreso + Cortometrajes (Dear director, Yuyu, The last persimmon, Rate me & Freud und friends)

    Office

    La jornada de hoy en Las Palmas ha dejado gratas sorpresas y un conjunto general muy sólido. Desde el inicio de la mañana, continuamos asistiendo a la progresiva muestra de todas las películas elegidas para formar parte de la Sección Oficial. Dos nuevos títulos se incorporan a la competición, muy distintos entre sí. Por una parte, Office, de Johnny To, un muy curioso musical sobre el ascenso empresarial en el brutal crecimiento económico asiático, con una estética estilizada y ciertos toques de humor; por otra, el portugués Hugo Vieira da Silva ha traído desde la Berlinale Posto-avançado do progreso, una excelente propuesta cinematográfica que parte del cuento de Conrad An output of progress para realizar una certera y poética aproximación en el pasado colonial de Portugal. También, dentro de la sección Panorama, observamos otros ejercicios de buen cine, como la tercera y última parte de la revisión que Miguel Gomes hizo sobre Las mil y una noches. El Monopol Music Festival proyectó Arcade Fire:The refletor tapes, trabajo de Kahlil Joseph sobre la que quizás sea la Gran banda de rock en la actualidad. Sobresaliente fue la segunda ronda de cortometrajes mostrados en el día de hoy. Un grupo de cinco películas breves, entre las cuales destacó la maravillosa Dear director, del sueco Marcus Lindeen, o Rate me, original retrato de la sociedad del momento de Fyzal Boulifa. Ambas secciones oficiales están tornándose más sugerentes y desinhibidas en cuanto a lo arriesgado de las propuestas cinematográficas. Estamos ansiosos por ver qué deparan los siguientes días.

    Office (Hua li shang ban zou, 華麗上班族, Johnnie To, Hong Kong, 2015)

    Una de las líneas de inspiración artística más empleada por la cinematografía, casi desde su misma invención, es la aproximación a los eventos recientes de alto impacto como materia utilizable. Claro, hay quien pueda tacharlo de oportunismo; pero lo cierto es que la producción de bienes de consumo cultural es también una expresión de la sensibilidad social hacia tal o cual asunto. En los últimos años, han sido bastantes y muy variadas entre sí las propuestas acerca de la última crisis económica que sacudió medio mundo y evidenció los excesos e irresponsabilidades de la banca internacional. El cineasta hongkonés Johnnie To se aleja de anteriores trabajos, como Election I y II, y firma en esta ocasión algo que podríamos definir como un musical sobre el capitalismo salvaje en Asia. Office (2015) se centra de una manera muy particular en el veloz desarrollo económico que ha experimentado China durante los últimos veinte años. Tal ha sido el avance, que el urbanismo y el paisaje de Hong Kong presenta ahora una verticalidad arquitectónica sin precedentes. Como no podría ser de otra manera, la película toma como prácticamente único escenario las dependencias de la poderosa empresa en expansión Jones & Sunn, rascacielos que sus trabajadores noveles ansían literalmente escalar. Uno de ellos es Li Seung (Wang Ziyi), ambicioso e ingenuo a partes iguales, que busca labrarse un prometedor futuro en la empresa. El juego cromático e iluminación que propone el director de fotografía Cheng Siu-Keung retrata casi un paisaje futurista y automatizado, donde las máquinas de producción en cadena son humanos encorbatados. Resuenan aquí los ecos de clásicos como Tiempos modernos (Charlie Chaplin, 1936) y la necesidad de productividad ininterrumpida, o Metrópolis (Fritz Lang 1927) y su alienación del individuo. Los temas que cantan los personajes, con acertadas y sencillas coreografías, tratan con ironía la meta máxima de coronarse como el gigante más poderoso del continente y conquistar el mercado mundial. Y toda interacción viene medida por el contacto con la oficina —las tomas en los hogares de los trabajadores carecen de intimidad, con paredes translúcidas, y presentan una similitud sospechosa con el edificio—. En medio de la carrera económica, irrumpe con contundencia la debacle de Lehman Brothers y tiembla el suelo entre los que buscan el enriquecimiento a toda costa. Con una estética que toma elementos de la distopía Steampunk y el preciosismo del cineasta Chan-Wook Park, Office es un muy interesante ejercicio cinematográfico. Ahora bien, la moraleja de la historia queda flotando en aguas ambiguas, pues el final se acerca más bien a legitimar este ascenso económico y éxito social, basado en la lealtad y la ambición. (68/100)

    Posto Avançado do Progresso

    Posto Avançado do Progresso (íd, Hugo Vieira da Silva, Portugal, 2016).

    Durante los últimos años, tanto el cine europeo y latinoamericano como el asiático han manifestado progresivamente un interés cada vez más extendido por hablar de la Memoria Histórica. Y con esto, claro está, no solamente nos referimos a los acontecimientos cercanos en el tiempo, sino a la reflexión acerca de la manera en la que los cientos de años de dominación imperial, violencia y desigualdad acabaron generando una identidad en los distintos territorios del conflicto y modelando su sociopolítica. Trabajos recientes de directores como Miguel Gomes, Lav Diaz o Ciro Guerra son prueba de cómo el ejercicio discursivo no está reñido con una estética y un contenido visual y sonoro dignos de elogio. Tras su proyección en la sección Forum de la pasada Berlinale, llega a XVI Festival Internacional de Cine LPA una nueva incursión en los oscuros recovecos del pasado colonial. Posto-avançado do progreso (2015) es una revisión muy personal e íntima del cuento de Joseph Conrad An outpost of progress (1897). En este caso, los hechos descritos (basados en experiencias personales del escritor) son muy similares. Lo innovador es la nueva interpretación, pues los protagonistas del filme son colonos portugueses; dos hombres que llegan a una intrincada y voluptuosa región del Congo para hacerse cargo de un centro de comercio de marfil. En las escalas cromáticas, de tonos tierra y verde, destacan casi ridículamente las vestimentas blancas e impolutas de João de Mattos y su subordinado Santana (sobresalientes interpretaciones de Nuno Lopes e Ivo Alexandre, respectivamente). Una actitud a medio camino entre la ignorancia y la indiferencia que, poco a poco, va dando paso a la curiosidad en el recién llegado. El entorno es hostil y los porteadores parecen no ser “aptos” para la búsqueda del marfil. No quieren o no saben cómo trabajar y Mattos es consciente de que, en la época en la que vive, no puede sencillamente obligarlos. El tedio o las alucinaciones de la fiebre se apoderan de los protagonistas, que beben para matar el tiempo y esperan una gloria que no acaba de llegar. La aparición de un grupo de congoleños traficantes de personas—“mala gente”, según Makola, el capataz— provoca un extrañamiento aterrador en los colonos, pues la actitud violenta de los bandidos no es más que el resultado de las vejaciones y la brutalidad que los portugueses han ejercido sobre los autóctonos durante cientos de años. La complicada situación moral de Mattos se agrava ante un horrible suceso, a partir del cual la falta de comida y bienes —y, por irónico que parezca, una gran cantidad de marfil manchado de sangre—, así como el castigo de la consciencia van obrando sus efectos en el estado mental de los protagonistas. Esta es una película valiente, arriesgada y cargada de gran contenido discursivo. Una breve escena de animación junto a un homenaje a la comedia del cine mudo en el tramo final son pequeños ejemplos que demuestran la originalidad y talento de su director. (79/100)

    Dear director

    CORTOMETRAJES / TOMA 2


    Dear director (Marcus Lindeen, Suecia, 2015)

    ¿Cuán evocador puede ser un relato? El cine documental, apoyado no solo en los hechos descritos o las investigaciones realizadas, sino en el aspecto formal, el montaje, el “guion” sobre el orden de la narración puede despertar emociones sobre casi cualquier tema. Si el fallecido Malik Bendjelloul lo demostró con solvencia en Searching for sugar man (2012), Marcus Lindeen puede catalogarse como un gran contador de historias. Dear director parte de una premisa muy sencilla: en el año 1980, la pianista de jazz Kazzrie Jaxen acudió al cine a ver De la vida de las marionetas, estrenada aquel mismo año, y fue tal el estremecimiento existencial que sufrió ante la obra de Bergman que, inmediatamente después, decidió escribirle una carta cargada de sinceridad, explicándole lo muy profundamente que la había impactado su visionado. Partiendo de esta premisa, Jaxen cuenta cómo tuvo la hermosísima clarividencia, casi una epifanía, de que quizás no estaba sola en su propio cuerpo. Que su identidad no le pertenecía solo a ella. Elabora una reflexión cargada de lirismo acerca de la posibilidad de haber compartido el útero materno con una gemela, y cómo, durante su gestación, habría desaparecido, producto de la selección natural darwiniana. ¿Acaso ella misma acabó con la vida de su gemela antes incluso de nacer? ¿O tal vez sufrió intensamente su pérdida? La sensación de ausencia, de vacío vital que la aqueja puede tener que ver con esta coyuntura en el mero inicio de su existencia, su identidad sexual y sensación de culpa o amor ancestrales. Y mediante un grupo de terapia, intenta transmitir a los demás asistentes la paradoja entre lo que nos falta y lo que nos complementa. La estética del cortometraje, en cuyas cortinas de terciopelo rojo vemos quizás la sombra del genial David Lynch, es un maravilloso viaje hacia la propia consciencia individual y colectiva. (94/100)

    Rate me (Fyzal Boulifa, Reino Unido, 2015)

    El mundo hiperconectado y dominado por la interacción con la tecnología como nueva forma de percepción y aprehensión de contenidos, así como de relacionamiento con el entorno y con uno mismo, ha provocado un cambio radical en la estructura de las cosas y los lenguajes discursivos. El director británico Fyzal Boulifa presenta una obra no que no solamente utiliza este cambio de paradigma como excusa estructural sino también como producto argumental bajo el título Rate me. La premisa consiste en la valoración de los usuarios del foro de una página web especializada en contactos sexuales acerca de una de las prostitutas que ofrecen sus servicios. Una en concreto, denominada “Coco”, es objeto de toda clase de especulaciones y puntuaciones por doce usuarios bastante diferenciados en sus experiencias vividas con la profesional. De este modo, el primer usuario la describe como una peligrosa arpía que, después del servicio prestado, le robó las joyas de su mujer, de vacaciones en aquel momento. El segundo usuario, un tipo violento, confiesa haberla asesinado de un tiro en la cabeza en plena cópula; el moderador del foro irrumpe y exige seriedad en el asunto, pues la idea es trazar un perfil de la mujer y darle una puntuación orientativa. Otro usuario dice haberla visto trabajando en una tienda de todo a 1€, y otro fue testigo de su suicidio. Así, uno a uno, cada comentario deconstruye la identidad de este ser fantasmal, que adquiere múltiples identidades, en un relativismo que es, precisamente, el signo de los tiempos en que vivimos. Como ejercicio estético y declaración de intenciones, Rate me es una propuesta muy digna de mención. (78/100)

    Freud und friends (Gabriel Abrantes, Portugal, 2015).

    Freund und friends es el divertido título, juego de palabras que emplea el joven director Gabriel Abrantes en este cortometraje que quizás no deberíamos denominar “paródico”, pues podríamos incurrir en el error de concebirlo meramente como un divertimento vacuo, destinado a provocar la risa fácil en intelectuales; y en caso de que así lo fuese, tampoco sería un factor necesariamente negativo. Se nos presenta una suerte de formato televisivo de consumo, un reality show narrado en inglés con particular por un tal “Herner Werzog”, que entrevista al equipo de un centro de alta investigación neurológica en Lisboa. La doctora Matilde ha investigado durante largos años cómo construir un ordenador orgánico, basándose en los neurotransmisores de un vulgar rape, y así conseguir televisar el contenido mental del subconsciente humano. El elegido para el experimento piloto es su novio Gabriel. En la exploración de su cerebro, Matilde descubre horrorizada cuáles son los pensamientos que Gabriel construye en un espacio libre de factores que limiten las pulsiones. Una versión mejorada de sí mismo desea a la hermana de su novia y tiene un pánico terrible al compromiso y, en concreto, el matrimonio. Los delirios oníricos de esta cobaya humana bien podrían transitar por una ordinaria sesión de psicoanálisis. En este caso, la estructura y puesta en escena resulta original, así como los breves cortes publicitarios —muy al estilo de los falsos trailers de Grindhouse (2007)— que ofrecen aceite hidratante hecho con pasteles de nata portugueses o la promoción de una película burlándose de los clichés de las últimas comedias ligeras de Woody Allen. La balanza final parece inclinarse más hacia el humor. Hay elementos muy interesantes, eclipsados tal vez por la intencionalidad impostada hacia el homenaje. (60/100)

    Yuyu (Marc Johnson, EE.UU., 2015)

    La contemplación de la naturaleza marca el comienzo del breve cortometraje Yuyu, del franco-beninés Marc Johnson, como declaración de intenciones. Planos fijos muestran la exuberante belleza del valle del Yangtsé, uno de los ríos más largos del mundo, ubicado en China. La tranquilidad que evocan las imágenes funciona a su vez como prólogo para el contenido siguiente: observamos a un hombre sin camiseta, con las fosas nasales y los oídos tapados, que se va cubriendo progresivamente de los millones de abejas que sus colaboradores van liberando para la ocasión. La reina está alojada en una celda de plástico adherida al cuerpo del hombre, por lo que las demás van formándose sobre el particular territorio orgánico. El porqué de esta actividad —un ritual de la zona, realizado en primavera— probablemente no es el punto más importante de Yuyu. La angustia que provoca en el espectador visualizar este “horror vacui” imprime al cortometraje un contenido sacrificial de una enorme potencia evocadora. La imagen del hombre absolutamente lleno de abejas se asemeja a una escultura extraña o a un monstruo pardo, y resulta hipnótico. (65/100)

    The Lasting Persimmon (Kei Chikaura, Japón, 2015)

    El director Kei Chikaura, presente en la exhibición de The last persimmon, definió su cortometraje como “muy japonés”. Y, de hecho, estas palabras trazaron perfectamente su identidad. Muy en consonancia con el contenido filosófico del Zen, la meditación y el shintoismo —que defiende una suerte de animismo de la naturaleza—, se presenta al espectador un paisaje nevado con una sencilla belleza. Se trata de la región de Yamagata, un lugar que poco a poco se ha ido despoblando, dado que sus habitantes jóvenes han migrado a Tokio en busca de mayores oportunidades laborales. El minimalismo de Chikaura propone un introspectivo viaje hacia las raíces. Risaki, la protagonista, regresa al poblado natal para visitar a su familia. Allí, las tradiciones continúan realizándose de manera repetitiva, inmutable. Los hombres de la familia retiran una enorme capa de nieve de la parte frontal de la casa, mientras las mujeres hacen conservas de verduras o cuidan a los niños dentro del hogar. La belleza de esta cotidianidad suspendida en el tiempo remueve una sensibilidad profunda en el espectador, quien empatiza con esta sensación inmediatamente. El padre de Risaki arranca para ella uno de los últimos caquis del árbol nevado, como metáfora del cambio de la situación, de la partida de los hijos hacia un camino alejado del entorno de confort paterno y materno. Con muy pocos elementos, The last persimmon es un sólido ejercicio simbólico y visual. (71/100)
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