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    CRÍTICA | REALITY

    Reality
    DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE VIVE
    crítica de Reality | Matteo Garrone, 2012

        Han pasado cuatro años desde que Matteo Garrone levantara ampollas con su controvertido retrato de la Camorra italiana, Gomorra (2008), adaptación del no menos polémico best-seller de Roberto Saviano. Aquella celebrada película que le reportó innumerables premios y reconocimientos: Gran Premio del Jurado en Cannes, cinco Premios del Cine Europeo (incluido el de mejor filme), siete David Di Donatello, entre otros, por lo que la expectación ante su siguiente trabajo era notable. Reality (2012, Italia) supone un radical cambio de género y estilo conforme a Gomorra y, pese a la división de opiniones, volvió a otorgarle un nuevo Gran Premio del Jurado en Cannes.

    En esta ocasión, Garrone se dispone a realizar una sangrante crítica al poder alienante de la televisión, especialmente de los realities, sobre el espectador. Y lo hace desde una perspectiva francamente original e inteligente, amparada en un excelente guión que evoca al neorrealismo de Fellini y a la comedia popular italiana de Vittorio de Sica o Luigi Comencini. Supone un acierto total de casting, la elección de Aniello Arena para dar vida al protagonista de la historia. Arena debuta como actor tras pasar dos décadas en prisión por su turbulento pasado en la Camorra, logrando una interpretación llena de fuerza y frescura. Su personaje de Luciano es un simpático pescadero que intenta sacar adelante como puede (ayudándose de pequeñas estafas, todo hay que decirlo) a una familia numerosa en un humilde pueblo de Nápoles. Su carácter afable y sus dotes como showman son muy celebrados en reuniones familiares o celebraciones, donde siempre es el alma de la fiesta. Una personalidad arrolladora perfecta para ser un concursante de la próxima edición de Gran Hermano. En un principio, se presentará a los castings para complacer los deseos de su hija pequeña, ilusionada por poder ver a su padre en televisión. Ante el entusiasmo de sus familiares y vecinos por tener a un personaje famoso entre ellos, Luciano se irá obsesionando con la idea de entrar en la casa y, convencido de que será llamado a formar parte del grupo de concursantes, vivirá día y noche sumido en la paranoia de que está siendo observado y estudiado por los miembros de la organización del programa. Aun cuando el programa comience –sin él–, continuará albergando esperanzas de ser repescado en próximas semanas, llegando al extremo de perder la noción de la realidad (surrealista el momento en que Luciano encuentra un grillo en el techo de una habitación de su casa y piensa que es una cámara que le vigila) y poner en peligro su matrimonio. 

    Reality

        El director podría haber tomado el camino más fácil, que hubiera sido criticar el formato desde dentro, con Luciano como concursante, viviendo las consecuencias de una fama que llega de la noche a la mañana, convirtiendo a personas anónimas en una especie de semidioses, adorados por un público que ha seguido sus miserias por televisión, las 24 horas del día. Esto queda reflejado, no obstante, en el personaje secundario de Enzo (Raffaele Ferrante), un antiguo ganador del reality que ahora se dedica a hacer bolos por discotecas y actos donde se le contrate para vender su imagen. Luciano perseguirá a Enzo para que le eche un cable a la hora de entrar en la nueva edición, mientras que el endiosado ex-concursante intenta quitárselo de encima con mentiras y falsas promesas que contribuirán aún más a trastornar al desdichado pescadero. La propuesta de Reality es, desde luego, valiente y arriesgada, ya que muestra los efectos de esta popularidad efímera en un simple aspirante a habitante de la casa de Gran Hermano. La sensación de estar siendo observado las 24 horas del día y, lo que es peor, juzgado en cada acción que realice, llega a hacer que Luciano regale los muebles de su casa a los mendigos del pueblo, creyendo que los “observadores” valorarán su generosidad a la hora de llamarle para su programa. Loredana Simioli, por su parte, está estupenda como la esposa de Luciano, testigo impotente de la caída en picado de su marido en esta especie de realidad distorsionada.

    Reality es una tragicomedia capaz de congelar la sonrisa del espectador en más de una ocasión. Pese a algunos momentos de humor –siempre derivados del carácter costumbrista de la narración y la incesante verborrea del personaje central–, el espectador llegará a la conclusión, especialmente en el segundo tramo del filme, de que lo que estamos viendo en pantalla no tiene ni pizca de gracia. Decididamente, al igual el inolvidable Guido de Roberto Benigni en La vida es bella (1997), estamos ante un nuevo perdedor del cine italiano, de esos a los que ni las mayores trabas de la vida, lograrán borrar el optimismo de su corazón. Y pese a lo histérico o sobreactuado de algunos pasajes de la película (especialmente, aquellos en los que se muestra a la ruidosa familia del protagonista, que roza lo esperpéntico), toda la peripecia acaba resultando perfectamente reconocible, funcionando como fiel radiografía de la sociedad actual, donde la crisis laboral y económica empuja a miles de personas a presentarse a estos programas televisivos que, supuestamente, les solucionarán la vida. Un arma de doble filo, ya que nadie se para a pensar en lo que vendrá después de haber permitido que tu privacidad sea expuesta ante millones de ojos.

    Reality

        La cinta está rodada con gran elegancia visual, con una puesta en escena colorista y barroca, por lo que se puede decir que el realizador ha puesto tanto cuidado en la forma como en el fondo de su criatura. Tanto el plano aéreo que abre la película, como el del final, son dos ejemplos del prodigio técnico de Garrone. Quienes esperen grandes carcajadas se sentirán profundamente defraudados con esta especie de Don Quijote que, en lugar de ver gigantes donde no los hay, ve cámaras de televisión. Un pobre loco que termina la película viviendo el espejismo de la popularidad, estar entre las cuatro paredes de un reality para escapar de la realidad –mucho menos feliz– de su vida cotidiana. Una secuencia final brillante, perfectamente planificada y con un sabor agridulce, muy consecuente con el espíritu de la obra. ★★★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Italia. 2012. Título original: Reality. Director: Matteo Garrone. Guión: Matteo Garrone, Ugo Chiti, Maurizio Braucci, Massimo Gaudioso. Productora: Fandango/Archimede/Rai Cinema. Localización: Nápoles. Fotografía: Marco Onorato. Música: Alexandre Desplat. Montaje: Marco Spoletini. Intérpretes: Aniello Arena, Loredana Simioli, Nando Paone, Nello Iorio, Nunzia Schiano, Rosaria D´Urso, Giuseppina Cervizzi, Claudia Gerini.

    Reality poster

    banda sonora de Reality, a cargo de Alexandre Desplat
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