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    LAS SESIONES (THE SESSIONS, 2012)

    Crítica de 'Las sesiones', de Ben Lewin
    UN ACTOR IMPERIAL
    Las sesiones (The Sessions, Ben Lewin, 2012)

    Recuerdo haber visto a John Hawkes en el minusvalorado western Deadwood y pensar: “Éste es de esos tirillas con un nervio incontenible”. Era aquella una sospecha injustificada, pues su rol consistía en ser empresario y cómplice de un sheriff (Timothy Olyphant) con un sentido de la justicia insobornable, casi romántico en los primeros episodios. El Salvaje Oeste adquiría dimensiones shakesperianas alrededor de un hombre tranquilo que torcía el gesto con gravedad, a veces cabizbajo, pero con el nervio explosivo de semejantes –afincados ya en el panteón de Hollywood– como Sean Penn. Y, sin embargo, la trayectoria de John Hawkes resume de punta a cabo las señas de identidad propias de un tipo silencioso, humilde, infatigable en su rutina, preocupado por mantener a salvo su privacidad, alimentando su mundo interior mediante el estudio del hombre de a pie: él mismo confiesa sin tapujos que es de los que toman notas cuando pasean por la calle, que registra en papel cualquier episodio que llame su atención. Desde ese ángulo, John Hawkes es un voyeur inteligente en un hábitat masacrado por la impostura.

    El pasado año obtuvo una nominación al Oscar por su trabajo en Winter’s Bone, un cuento sobre el desamparo y la supervivencia en esa América no ya profunda, sino marginal. Perturbado y violento, ese tal Teardrop, participante de un esquivo análisis que a duras penas filtraba los rayos del sol, conseguía removerte las entrañas. Imperaba la ley de la selva bajo un tamiz grisáceo y desasosegante, entre bancos de niebla y lagos negros y quebradas erigidas para aquellos fantasmas sin moral, o éticamente disfuncionales, en un submundo abrumador. John Hawkes, bigote y perilla mosqueteros en ristre, entraba a formar parte de una élite con la que nunca se había identificado. Y era cuestión de meses que volviera a sorprendernos con un personaje inolvidable. En Las sesiones, una película independiente dirigida por Ben Lewin, es el periodista y poeta Mark O’Brien. Un hombre que, a causa de la polio que sufrió cuando tenía seis años, está inmóvil y unido permanentemente a un pulmón de acero. Mueve la cabeza, vive de lado, pero de frente a una sociedad en constante movimiento. Es simpático, risueño, gracioso, incluso mordaz. Y precisa los cuidados de mujeres que casi nunca se muestran reacias a sus encantos: se ríen con él (y no de él), le bañan, empujan su cama hasta las tiendas de ropa vintage y después hasta la iglesia, donde busca un dios –católico, porque él pertenece a ese club– al que echarle la culpa de la cruel sentencia “a su imagen y semejanza”.

    O’ Brien tiene treinta y seis años y es virgen. Se enamora perdidamente de su nueva cuidadora, que luego de escuchar su declaración de amor, huye –tal vez por miedo a corresponder a ese poético tullido– entre lágrimas. Y no tiene mal gusto: ella supura ese tipo de belleza que comienza a advertir la entrada en la madurez. Su sonrisa, además, irradia cariño. Visto el panorama, y aprovechando que debe escribir un artículo sobre las relaciones sexuales de gente minusválida, decide solicitar la ayuda de una terapeuta sexual que lo desvirgue. Helen Hunt da la sabia réplica a un John Hawkes que agudiza su tono vocal como si fuera el auténtico Mark O’Brien –que existió, sí–. Y a partir de ahí se convierte en una película que responde a (casi) todo lo que busco en el cine: humor fino, sentimientos desnudos (más que los integrales de Helen Hunt), sarcasmo, diálogos inteligentes en los que ni sobra ni falta una sola línea. Las sesiones es una de las mejores películas del año; su director, Ben Lewin, firma también un libreto que transforma la tara física en un poderoso ejercicio de sensibilidad, sin caídas en el melodrama o el llanto epidérmico. Habla de la vida sin tapujos, trazando una parábola muy lírica y, sin embargo, imperceptible en su cadencia metafórica. Las conversaciones entre el protagonista y ese sacerdote recién llegado (una póliza de seguros que responde al nombre de William H. Macy) son un regalo para el espectador. En realidad todo es un regalo en este filme, que certifica la complejidad primera de alcanzar la sencillez. Algo que ignoramos mientras dura esa experiencia que nos absorbe desde el primer minuto, y cuyo valor es incalculable.

    Juan José Ontiveros.
    crítico de cine.

    Estados Unidos, 2012. Título original: The Sessions (The Surrogate). Director: Ben Lewin. Música: Marco Beltrami. Fotografía: Geoffrey Simpson. Reparto: John Hawkes, Helen Hunt, William H. Macy, Moon Bloodgood, Annika Marks, W. Earl Brown, Blake Lindsley, Adam Arkin, Ming Lo, Jennifer Kumiyama, Robin Weigert, Jarrod Bailey, Rusty Schwimmer.

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