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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | The Plague [Cannes 2025]

    || Críticas | Cannes 2025 | ★★★☆☆
    The Plague
    Charlie Polinger.
    Ahogarse en una multitud


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes (Francia) |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, Rumanía, 2025. Título original: «The Plague». Dirección y guion: Charlie Polinger. Compañías: Spooky Pictures, The Space Program, Five Henrys Productions, Image Nation Abu Dhabi, Hellcat. Festival de presentación: Festival de Cannes 2025 (Sección Un Certain Regard). Distribución en España: [Información no disponible]. Fotografía: Steven Breckon. Montaje: Simon Njoo, Henry Hayes. Música: Johan Lenox. Reparto: Joel Edgerton (Daddy Wags), Everett Blunck (Ben), Kayo Martin (Jake), Kenny Rasmussen (Eli), Lennox Espy (Julian), Elliott Heffernan (Tic Tac), Lucas Adler (Logan), Caden Burris (Matt). Duración: 95 minutos.

    El bullying infantil es uno de los comportamientos humanos más tristes e inexplicables. Que unos niños, en un grado de escolarización que pueda variar desde primaria hasta el instituto, se burlen, marginen, insulten o acosen a otros sin provocación es la señal más inequívoca de que el ser humano no es bueno por naturaleza, en contra de lo que opinaba Rousseau. Y es que ese comportamiento infantil no viene motivado por injusticias sociales, desigualdades económicas, exclusiones profesionales o familiares, penurias y pobrezas o desamores y obsesiones, que serían en síntesis las razones por las que un ser humano la tomaría con otro. En el caso del bullying escolar, por ceñir el foco, donde las reglas son iguales para todos y no se profesan aún sentimientos que vendrán más adelante, que un niño la tome con otro tiene motivos más oscuros y gratuitos, como pueden ser imitar lo que ha visto en casa, suplir una carencia afectiva, el afán de popularidad o la pura genética, sin aparentes factores condicionantes. Son además comportamientos que los educadores o los padres suelen ignorar o atajar tarde, lo que puede llevar a tragedias irreversibles, o en cualquier caso a traumas y heridas a largo plazo. Y lo peor es que el bullying se suele practicar en grupo y contra una sola persona, extendiendo en los primeros la condena ética, por mucho que sigan a un líder, y reduciendo a la segunda a un estado total de indefensión… sin olvidar que fácilmente se puede pasar de un lado a otro, de la condición de abusón o cómplice a la de nueva víctima.

    La ópera prima del norteamericano Charlie Polinger se mueve en este marco, en una sola localización, en este caso no un colegio sino un campamento de verano centrado en el waterpolo, y con un rango de edad de sus protagonistas entre los 12 y los 13 años. Desde el principio advertimos que uno de los chicos es distinto del resto (empezando con que no se quita la camiseta para entrar en la piscina y jugar al deporte en cuestión) y está apartado, señalado, con el apodo de ‘la plaga’, que da título al original en inglés The Plague. Esto se explica porque padece algún tipo de enfermedad, que en realidad parece limitarse a una especie de dermatitis que le causa un sarpullido en parte de la cara o la espalda. Pero varios de los niños han decidido que el eccema es contagioso y letal, lo que impone su distanciamiento y señalamiento, y consiguiente marginación en todas las actividades del centro. El entrenador y tutor, único adulto de referencia en la narración (interpretado con solvencia por Joel Edgerton), parece hacer la vista gorda, como harían la mayoría de adultos en su lugar, aunque también parece tener cierta empatía y preocuparse por el bienestar de los niños, como poco a poco se demuestra. Empero su presencia ocasional es insuficiente para evitar este bullying, al que inicialmente se une y luego pasa a padecer también quién en realidad es el protagonista de la historia, otro niño (interpretado de manera conmovedora por el joven Everett Blunck) cuyo único defecto visible, en este caso audible, es una incapacidad para pronunciar la T de ciertas palabras.

    Polinger, siguiendo las tendencias del subgénero, se desliza por la senda del thriller dramático con toques de terror, e incluso con cierto componente sobrenatural, pues la dermatitis de marras podría ser algo más, o al menos así lo percibe el personaje principal. Se seguimiento en todo momento refuerza la subjetividad de un relato que vemos a través de sus ojos, con la consiguiente distorsión, que el cineasta subraya con paréntesis de sonido discordante o imágenes que interrumpen la fluidez del montaje. Algunas son muy llamativas, en especial en el interior de la piscina, aunque su efecto algo chocante no evita la sensación de que se incluyen también para impulsar de manera artificiosa una narración que por momentos cae en cierta inercia. En cualquier caso, lo anterior logra que no estemos ante un thriller o drama sobrio del montón, sino ante algo más personal, temática y estéticamente, acorde a una experiencia que debe ser incomparable y que se inspira en biografías concretas. Queda por mencionar el otro personaje en el lado opuesto de la ecuación: el que alienta el bullying, un chico sin taras y de aspecto saludable, con una frecuente sonrisa que pronto resulta perturbadora, y cuya actitud en este caso podría encontrar su razón de ser en la familia, con su madre fallecida y un hermano mayor que intimida. Sin embargo, y como decíamos al principio, son factores que no tienen por qué desembocar en tal comportamiento, como demuestran otros muchos niños que sufren problemas parecidos y no actúan así, por lo que aquel sigue siendo una injustificable incógnita. ♦


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