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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Meet the barbarians

    || Críticas | SEFF 2024 | ★★☆☆☆ |
    Meet the barbarians
    Julie Delpy
    Una sátira a medias


    Yago Paris
    Sevilla |

    ficha técnica:
    Francia. 2024. Título original: Les barbares. Director: Julie Delpy. Guion: Julie Delpy, Matthieu Rumani, Nicolas Slomka. Productores: Michael Gentile. Productoras: The Film. Fotografía: Georges Lechaptois. Música: Philippe Jakko. Montaje: Camille Delprat. Reparto: Julie Delpy, Sandrine Kiberlain, Laurent Lafitte, Ziad Bakri, Jean-Charles Clichet, India Hair, Dalia Naous, Mathieu Demy, Rita Hayek.

    En una escena al comienzo de El viejo roble (The Old Oak, 2023), Ken Loach filma la vida social de una comunidad del noreste de Inglaterra en el último pub que queda abierto en el pueblo. La larga escena muestra las relaciones humanas, tejidas bajo el sudor del trabajo en la minería y de las pintas de cerveza compartidas. Cuesta no empatizar con el sufrimiento de una comunidad apaleada mientras tuvo trabajo, y abandonada a su suerte denostada una vez que este se acabó. Mediante planos largos y amplios, Loach filma la comunidad en un espacio compartido, unida ante la adversidad, y aplica un ritmo calmado mediante el cual se permite penetrar en la intimidad de unas personas lejos de la perfección, pero a las que vale la pena escuchar. Sin solución de continuidad, la dinámica se rompe cuando llega al pueblo un autobús con refugiados sirios, que serán acogidos en el pueblo. Esta comunidad, con la que el público ha sintonizado en la escena descrita, es la misma que comienza a lanzar mensajes xenófobos sin contemplaciones, casi sin consciencia de la ignorancia que estos portan, y a mostrar una enorme hostilidad a los recién llegados, a quienes les manifiestan abiertamente que no los quieren en el pueblo. Ken Loach nunca se ha caracterizado por la sutileza, pero aquí coloca al espectador en una situación verdaderamente compleja, donde solo el haber desarrollado todo lo anterior permite comprender cómo personas con humanidad, ternura y amor pueden al mismo tiempo odiar a completos desconocidos con semejante fulgor. En otras palabras, el abiertamente izquierdista Loach se molesta por comprender cómo los mensajes de la ultraderecha británica han podido calar en el proletariado, en lugar de limitarse a juzgarlos desde el púlpito de la superioridad moral.

    La propuesta de Meet the Barbarians (Les barbares, Julie Delpy, 2024), película de inauguración de la edición de 2024 del Festival de cine europeo de Sevilla, presente en la Sección Oficial fuera de concurso, manifiesta numerosos puntos en común con la de El viejo roble, pero son precisamente las diferencias las que denotan los resultados diferentes que obtiene en cada caso. La nueva cinta como directora de Delpy, quien también interpreta uno de los personajes principales y coescribe el guion junto con Matthieu Rumani y Nicolas Slomka, narra la historia de una pequeña localidad de la bretaña francesa que se dispone a acoger a una familia de refugiados ucranianos, que huyen de la invasión rusa de su nación. El problema es que la familia que reciben no es ucraniana –pues la solidaridad europea se ha volcado con la causa y no quedan más familias por acoger–, sino siria. A través de la sátira, Delpy, ayudada por sus coguionistas, arrasa con los posicionamientos de izquierda y de derecha, dejando en entredicho aspectos como el sentimiento nacionalista o la verdadera generosidad de las acogidas de refugiados.

    Sin embargo, aunque Delpy ataque los dos posicionamientos principales en este tipo de situaciones –aquellos abiertamente a favor y aquellos abiertamente en contra–, y a pesar de que la sátira tiende al trazo grueso, no se puede decir que exista en ningún momento del filme un nivel de complejidad, y de reto para el espectador a la hora de escoger qué postura defender, como el descrito en el caso de El viejo roble. Esto es especialmente notorio si se tiene en cuenta el doble rasero que se aplica para cada bando del conflicto. Sin entrar en relativismos éticos que pretendan equiparar a un «progre» de clase media que quiera acoger refugiados para sentirse menos culpable con un ultraderechista que sabotee la llegada de extranjeros a través de actitudes desafiantes y vandalismo, lo cierto es que en Meet the Barbarians solo son mínimamente complejos los personajes que están a favor de la acogida. En este sentido resulta especialmente llamativo el personaje de Hervé (interpretado por Laurent Lafitte), el fontanero del pueblo que simpatiza con grupos ultranacionalistas bretones, uno de los que más atención y metraje recibe, pero que menos evoluciona. Hervé se convierte en el blanco principal de las burlas del filme, pero apenas se le ofrece la oportunidad de exponer sus miedos, ilusiones y sufrimientos, y qué puede llevar a que un padre devoto de su familia pueda al mismo tiempo llevar a cabo tácticas de pandillero. En una escena clave, cuando su mujer comienza a verlo con otros ojos y le interroga acerca de sus intenciones, Hervé expone una serie de argumentos que, a modo de parodia, tratan de equiparar su dura adolescencia con las vivencias de los refugiados. En esta escena queda claro que, a diferencia de Loach, Delpy y sus coguionistas sí se suben al púlpito de la superioridad moral. El planteamiento de Hervé es tan superficial que, a medida que evoluciona el relato, uno tiene miedo de que en el clímax emocional se produzca una bochornosa catarsis que le haga ver la luz y cambiar de actitud. Afortunadamente, los guionistas de la cinta optan por vías más elegantes y, en el fondo, más realistas: Hervé sigue tercamente en contra, pero sí se producen ciertos cambios en su conducta.

    Algo bien distinto se produce en el lado a favor de la acogida, que opta por la comedia ligera de ridículos basados en otro tipo de ignorancia: la amable ignorancia de quien quiere ser bueno pero no tiene demasiada idea de la causa bajo cuya bandera se quiere arropar. Es aquí donde Julie Delpy mejor maneja el tono del relato. Esta sátira de vida sencilla y comodidades del Primer Mundo requiere de chistes a la (baja) altura de sus personajes, y esto se logra en el estimable prólogo del filme, que imita las formas del reportaje televisivo –el cual, además, se incluye diegéticamente en la propia trama– para mostrar cierta incultura progresista y el egoísmo tantas veces presente en actos supuestamente altruistas. Dentro de esta aproximación, destaca la retahíla de chistes que se colocan en un segundo o tercer plano, de manera sutil, sin influir directamente sobre la trama en sí, sino más bien como parte del decorado ideológico de la comunidad. Ese humor, más de sonrisa que de carcajada, es el que mejor le sienta a un relato que funciona mejor cuanto más ligero e irreverente resulta. Cuando las ignorancias se equiparan es cuando mejor cuaja la construcción de una comunidad que simplemente trata de actuar bien y defender sus valores, sean del signo que sean.

    Provoca, por tanto, desconcierto que en el tercio final del metraje el filme adopte un tono progresivamente serio, alcanzando cotas de drama en las escenas más intensas. Da la impresión de que, con la gravedad del conflicto sirio y la cercanía temporal y geográfica del ucraniano, la película deba rendir tributo a las tragedias de las personas en que se inspira. Es en esta parte cuando más patina Meet the Barbarians, pues resulta del todo extraño que se tome ese rumbo cuando hasta entonces se había apostado abiertamente por la comedia ligera. ¿Es esta decisión fruto del miedo a herir o a molestar las mentes bienpensantes, a esa clase media intelectual que es el público objetivo de este tipo de películas? Sin terminar de naufragar, Meet the Barbarians tira buena parte de sus logros por la borda al no atreverse a creer plenamente en sus planteamientos, dejando como resultado un filme algo difuso, que no termina de tener claro si pretende ridiculizar ciertas posturas de la sociedad francesa o denunciar las penurias de los refugiados, quedando como una sátira a medias. ♦


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