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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | That´s it for today

    || Críticas | Mostra de Valencia 2024 | ★★★☆☆ |
    That´s it for today
    Marko Djordjevic
    Podemos hablar/Tenemos que hablar


    Aarón Rodríguez Serrano
    Valencia |

    ficha técnica:
    Serbia, 2024. Título original: Za danas toliko. Dirección y guion: Marko Djordjevic. Fotografía: Stefan Milosavljevic. Música: Sofija Milutinovic. Reparto: Goran Bogdan, Dejan Celar, Dimitrije Dinic, Djordje Djokovic, Filip Djuric, Suzana Grujic. Producción: Altertise, Filmski centar Srbije

    Me permitirán que comience con esa horterada absoluta que se populariza en las redes sociales y que les avise, antes de proceder, que la siguiente crítica parte de un spoiler. Del único spoiler, en realidad, que puede tener la película de Marko Djordjevic.

    Que la gran película serbia del año pasado —al menos, en lo que toca a sus cifras de taquilla— trate sobre un cadáver del que nadie habla, del que nadie parece querer pronunciarse, y que dicho silencio parece la clave para una reconciliación absoluta es algo, cuando menos, inquietante. Si leemos la cinta en su literalidad absoluta, el mensaje está claro: para seguir adelante, para poder disfrutar y bañarse y conducir y bailar y cocinar, lo mejor es no hablar mucho de los muertos. De hecho, que sea un protagonista masculino el que nada quiere escuchar sobre la muerte de su esposa choca horizontalmente con el funcionamiento básico del duelo en su dimensión sanadora: hay que hablar, hay que vestir a los cadáveres con palabras, hay que abrir las fosas comunes y sacar los esqueletos y hay que ser riguroso con la sangre reseca de las violaciones y los fusilamientos para que no devengan fantasmas nacionales, traumas absolutos, heridas supurantes.

    No, no se han equivocado: That´s it for today es una comedia, incluso una comedia bastante amable, cálida, voluntariamente acogedora. Tiene escenas de conducción que remiten al slapstick, chistes sobre comida y canciones infantiles.

    Ahora bien, para entender la complejidad de la película podemos hacer un poco de análisis sin salir de la programación de la Mostra de València – Cinema del Mediterrani. Hace unos años, por ejemplo, programó una película absolutamente espectacular que sigue provocándome pesadillas: Zana (Antoneta Kastrati, 2019), que tomaba como punto de partida las batidas genocidas de los Balcanes para levantar una historia terrorífica de exorcismos, retornos y violencias varias que quemaban los ojos al espectador. El año pasado se repitió un ejercicio parecido, quizá algo más amable, en la muy solvente A house in Jerusalem (Muayad Alayan, 2023), tomando como referencia la ocupación de Palestina. En este contexto, cuando llevamos años reflexionando juntos sobre los fantasmas que recorren Europa, Gaza, Siria, Líbano, resulta complejo realizar una lectura de That´s it for today que no se eleve a metáfora política, que no responda de una manera u otra a las películas anteriores. Y de ahí que sea complicado diferenciar dónde termina la fábula (es mejor no recordar a los muertos para continuar existiendo como una comunidad más o menos sana) y dónde empieza el maquillaje territorial en lo que sigue siendo un territorio dominado por la barbarie.

    Sin salir demasiado del texto, la película está construida como una suerte de colección de estampas tiernas, episódicas y fugaces, muy bienintencionadas. Los personajes son luminosos y defienden aquí y allá una suerte de bondad irreductible. La película está decida a defender al ser humano aunque eso implique desplomarse en ocasiones en una resbaladiza vergüenza enunciativa: esos impecables interiores domésticos, las camisetas horteras y las sandías, esos adultos que no paran de estudiar y de reír, de apoyarse, de cuidarse como sea. Son niños gigantes, cuerpos infantilizados que sorprende incluso que tuvieran adolescencia.

    Ciertamente no sabremos hasta el final nada del duelo de uno de los tres hermanos protagonistas: muy al contrario, casi todo el metraje su personaje funciona como una especie de cartoon, un alegre e inevitablemente ridículo buen hombre que se hace querer. En una secuencia resolutiva situada casi a final de metraje se explica la tragedia con un par de diálogos evanescentes y a otra cosa. La vida sigue.

    Pero la vida, al contrario de lo que plantea Marko Djordjevic, tiene una complejidad intrínseca que no es compatible en absoluto con el mensaje textual de su película. Lo plantea mucho mejor, y con más fuerza, un diálogo situado en otra de las películas de la sección oficial —Backstage (Afef Ben Mahmoud, Khalil Benkirane, 2023), un auténtico bombazo, no se la pierdan—, cuando afirma que todo buen relato debe saber combinar lo amargo y lo dulce de la vida para resultar justo y complejo. Aquí la amargura fluye por debajo, pero tan por debajo que no puede ni devenir conflicto narrativo. Quizá hubiera sido más justo con el espectador levantar la carta de la tragedia mucho antes, pero como se debe decir en estos casos, esa es la película que yo hubiera querido ver y no la que Marko Djordjevic ha rodado. Mi incapacidad para leerla correctamente, creo, tiene más que ver con mi sensibilidad depresiva que con una película situada en las antípodas de lo que espero del mundo. Lo que, probablemente, sea bueno para el film.

    La decisión de su programación en un certamen como la Mostra de València, cuyo recorrido en los últimos cinco años por el cine de los Balcanes ha sido absolutamente impecable es, sin duda, de una inteligencia desarmante: al poner en contexto, al hacer chocar con todas las películas que hemos visto en los últimos años, al situarla en paralaje con otras obras sobre otras familias en otras tragedias bélicas tan potentes como Who Do I Belong To, se plantea una verdadera reflexión sobre el estado del cine. ¿Es así como puede sanar una cinematografía? ¿Es esto lo que necesitan las audiencias para acallar los aullidos de pánico que despertaron, pongamos por caso, los dos últimos largos de Jasmila Žbanić? ¿Es posible que se ruede una cinta así al mismo tiempo que se estrena Silence of Reason (Kumjana Novakova, 2023)? Un festival está obligado a formular preguntas a su audiencia, y no todas tienen por qué funcionar en línea recta. Otras únicamente emergen cuando se sigue durante su programación durante varios años seguidos y consiguen convertir a su público en, quizá, un poquito más sabio.

    Después de todo, eso es lo que se está repitiendo una y otra vez desde el monográfico Visiones de Gaza, desde la retrospectiva de Nadia El Fani. No podemos dejar los cadáveres en silencio y fingir que nada ha pasado, que nada está pasando. Tenemos que hablar. Eso es lo que, a mi juicio, falta en la película de Marko Djordjevic. Hombres que hablen. ♦


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