|| Críticas | Streaming | ★★★★☆
Rebel Ridge
Jeremy Saulnier
Propósitos de enmienda
Lorenzo Ayuso
ficha técnica:
EE.UU. 2024. Título original: Rebel Ridge. Director, guion y montaje: Jeremy Saulnier. Productores: Anish Savjani, Neil Kopp, Vincent Savino, Jeremy Saulnier. Productoras: Netflix, Film Science, Bonneville Pictures. Música: Brooke Blair, Will Blair. Dirección de fotografía: David Gallego. Reparto: Aaron Pierre, Don Johnson, AnnaSophia Robb, David Denman, Emory Cohen, Steve Zissis, Zsané Jhé, Dana Lee, James Cromwell.
EE.UU. 2024. Título original: Rebel Ridge. Director, guion y montaje: Jeremy Saulnier. Productores: Anish Savjani, Neil Kopp, Vincent Savino, Jeremy Saulnier. Productoras: Netflix, Film Science, Bonneville Pictures. Música: Brooke Blair, Will Blair. Dirección de fotografía: David Gallego. Reparto: Aaron Pierre, Don Johnson, AnnaSophia Robb, David Denman, Emory Cohen, Steve Zissis, Zsané Jhé, Dana Lee, James Cromwell.
En los tiempos de Rebel Ridge, la obligatoriedad del servicio a la patria se ha sustituido por el voluntarismo (la conocida como All-Volunteer Force), convirtiéndose la carrera militar en una salida profesional para las clases bajas y labrarse un futuro lejos del barrio. No obstante, las dinámicas dentro del cuerpo revelan igualmente un racismo inherente heredado de los tiempos de Vietnam. Persiste una imagen del veterano negro como la de un marginado cuyo panorama se engarza a la delincuencia: camellos, drogadictos o gánsteres -aquello en lo que Johnny Barrows se convertía a su pesar-, como estereotipos fundados en los setenta, persistentes aún hoy. En el libro Disposable Heroes: The Betrayal of African American Veterans, se incluye el caso de Trey, un exmarine afroamericano que afirmaba sentirse como “el ejército le hubiera masticado y escupido”, lidiando con la imposibilidad de asegurarse un futuro y de ser visto como un rufián, pese a a haber realizado las tareas más ingratas durante su servicio en Irak; como a Johnny Barrows, se le había expulsado con deshonor del cuerpo por no amilanarse y responder a los agravios de un superior blanco, perdiendo el acceso al crucial programa de asistencia para veteranos. “No tengo ninguna duda de que me han tratado así porque soy un hombre negro”, testimoniaba el entrevistado.
Volviendo al inicio de Rebel Ridge, Terry Richmond (Aaron Pierre) es amonestado, precisamente, por mantener la mirada fija en el horizonte, sin mirar hacia atrás, absorto mientras de sus auriculares emanan los riffs de The Number of the Beast de Iron Maiden. La canción, no en vano, narra la pesadilla de un hombre que se siente acechado por el maligno, y que termina asumiendo la futilidad de escapar. “What did I see? Can I believe? That what I saw that night was real and not just fantasy?”, se escucha atronando a través de los auriculares del antihéroe, anticipando la cuestión de fondo que sustentará la película a partir de ese momento. Un coche de policía arrolla su bicicleta y e inmoviliza sobre el suelo al individuo negro, a quien bajo un débil pretexto se catalogan con inmediatez como un posible traficante de drogas. El dinero en efectivo que guarda en su mochila, y su finalidad, pagar la fianza de su primo detenido por un delito menor, así lo corroboran para las fuerzas del orden. Su pasado militar no hace sino ratificar esa catalogación. El negro es un blanco fácil. Algunos minutos después, Saulnier se encarga de refutarla cuando otra agente de policía señala: “Oh, oh... Creo que sale en la Wikipedia”. La revelación, el punto de giro del primer acto, permite confirmar las sospechas que ha infundado la narración sobre el protagonista, quien no obstante ha tenido que enfrentarse previamente a la resistencia que el sistema ofrece a los afroamericanos, específicamente a los que han vestido el uniforme, para seguir adelante con sus vidas fuera del cuartel.
Las escenas de Terry pernoctando en plena naturaleza y autoabastaciéndose, lejos de una civilización que tuerce el gesto al pasarle revista, refleja la soledad que como individuo ha de aceptar, pero también su capacidad de supervivencia. A diferencia de John Rambo, un hombre animalizado por las crueldades de una contienda que no alcanzaba a comprender, Richmond no es un salvaje, sino un nómada en perpetuo movimiento, consciente de su mal encaje en una sociedad que reniega de los que son como él. Tampoco es un veterano de guerra, pues no cuenta con experiencia guerreando en territorios extranjeros, sino un militar de carrera; la formación, en todo caso, se torna crucial. Terry es un instructor militar de élite de jiu-jitsu, un arte marcial que se funda en la capacidad de mantener la posición dominante en todo conflicto aplicando la fuerza mínima necesaria, y que por ello favorece la adaptabilidad a distintos escenarios, como demuestra su uso prioritario en dos aproximaciones al justiciero tan opuestas como la de la franquicia John Wick (ídem, Chad Stahelski, 2014) y la de la que nos ocupa. De ahí, la importancia del autocontrol y la disciplina del personaje, una filosofía que Saulnier también adopta como narrador. En Rebel Ridge procede con seguridad y sin precipitación (tanto en la progresión narrativa como en el montaje, al dejar respirar los planos antes del corte), mientras el devenir de acontecimientos va reconduciéndose hacia los terrenos del género criminal, con una investigación convertida en eje horizontal. Terry, eso sí, siempre se asegura la centralidad del relato, haciendo honor a sus técnicas de combate, pero también la brújula moral.
La convicción de Terry determina también una presencia física contundente. No resulta difícil asemejar la figura hercúlea de Aaron Pierre, a la de Alan Ritchson en la adaptación televisiva de Reacher (ídem, Nick Santora, 2022-¿?), a la postre otro exmilitar devenido vindicador en la América profunda, pero su aproximación al conflicto también se apareja a la de Bradley Thomas, el golem en que mutó Vince Vaughn para afrontar Brawl in Cell Block 99 (ídem, S. Craig Zahler, 2017), con la que Rebel Ridge comparte la custodia de Don Johnson como despreciable villano integrado en el sistema -en aquella, alcaide de una prisión de máxima seguridad; aquí, el sheriff que maneja los hilos de la ciudad de Shelby Springs- y también un marcado espíritu hardboiled. Ambos personajes conocen las consecuencias nefastas de la violencia, éticas y físicas, y saben cuándo es el momento de ponerla en práctica. La diferencia entre uno y otro reside en su ejecución: Bradley, transigiendo ante su funesto destino que se le ha escrito, la extrema para maximizar el daño; Terry, en cambio, los minimiza, pues pretende sobrevivir y ganarse un hueco en el mundo, reivindicar su identidad y renegar del destino que se le asigna.
Como el ronin al que una mujer idealista (AnnaSophia Robb) confía la esperanza de un futuro en el pueblo, Terry acomete una misión de restaurar el orden, en cualquier caso, acotado a un perímetro acotado. Las ramificaciones se extienden más allá de lo que atañe al universo del relato, escapa del control y de la capacidad de un único hombre. Lo relevante de Rebel Ridge es que nunca se plantea como una fábula sobre la recomposición del sistema, sino sobre la restitución de la dignidad individual. Salvar al pueblo no es el fin, sino el medio para reivindicarse a uno mismo. También, para corregir un desprecio continuado. Llegados a ese punto, merece la pena recuperar una de las escenas más celebradas de Bad Boys: Ride or Die (ídem, Adil El Arbi, Bilall Fallah, 2024): aquella que brinda lucimiento para Reggie (Dennis Mcdonald), el yerno marine de Marcus Burnett (Martin Lawrence) que había servido como diana de las bromas de la pareja de policías desde su aparición como adolescente en Dos policías rebeldes (Bad Boys II, Michael Bay, 2002) y que continuaba también a pesar, y a costa, de su carrera militar subestimada fuera del campo de batalla. El acto de heroísmo que realiza, liquidando en solitario a un pelotón de la muerte destinado a matar a la familia de su suegro, servirá no solo para ganarse el respeto de los protagonistas, sino para recibir como recompensa el último plano del filme en solitario, un primer plano que busca la complicidad del público después de tres películas marginado. Por ello mismo, la importancia de que Rebel Ridge se clausura no con una resolución expresa de la trama conspiranoica, sino con un primer plano de Terry sentado en silencio, deteniendo por fin su movimiento continuo, en reposo, apretando contra su pecho el disco duro que almacena las grabaciones policiales que le otorgan la razón. A diferencia de Johnny Barrows, traicionado y tiroteado por aquellos en quienes confiaba, el veterano negro sigue en pie y tiene un lugar, un acomodo. Y, sobre todo, ha tomado el control de su representación, de la imagen. La pesadilla ha acabado. ♦