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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Sujo

    || Críticas | Sundance 2024 | ★★★★☆
    Sujo
    Fernanda Valadez y Astrid Rondero
    La posibilidad de un principio


    Rubén Téllez Brotons
    Madrid |

    ficha técnica:
    México, Estados Unidos, Francia, 2024. Título original: Sujo. Dirección: Fernanda Valadez y Astrid Rondero. Guion: Fernanda Valadez y Astrid Rondero. Producción: Silent R Management, EnAguas Cine, Corpulenta Producciones, Alpha Violet Production, Pimienta Films. Reparto: Kevin Aguilar, Juan Jesús Varela, Sandra Lorenzano, Yadira Pérez, Jairo Hernández. Duración: 126 minutos.

    Películas sobre la mafia hay muchas; y no es casualidad que la gran mayoría utilicen una estructura similar para narrar la vida de los que se mueven fuera de los límites de la legalidad, de los que caminan por ríos de sangre y silencio esperando no tanto alcanzar un horizonte de sosiego en el que redimirse, sino un instante de claridad y estatismo que les convenza de que las huellas —y víctimas— que han dejado atrás no han sido en vano o, todo lo contrario, de que los esfuerzos dedicados a atravesar el camino son cenizas inútiles. Cualquier espectador un poco avispado podrá encontrar tanto en El padrino, como en Uno de los nuestros, Érase una vez en América, El irlandés o El precio del poder los siguientes elementos: el lujo condensado en joyas doradas que pesan más que los individuos que las portan, los privilegios y amiguismos filmados con una sensualidad exacerbada, el uso indiscriminado e impune de la violencia como forma de sobrevivir en la jungla de asfalto, las mujeres presentadas como trofeos y objetos sexuales, y el dinero debajo del colchón o en paraísos fiscales representado el núcleo del tesoro. Todas estas películas están narradas desde la subjetividad de unos protagonistas que ven con ojos envenenados el brillo de una vida diferente, y que ascienden, embelesados, esa montaña de asesinatos, amantes, droga y aparente libertad para terminar estrellándose contra la roca de la soledad y el ostracismo, contra el metal de la prisión o el gas explosivo de los excesos: subida gloriosa, caída estrepitosa. En algunas ocasiones, los personajes encuentran una redención —la iconografía religiosa suele estar presente— después de darse el batacazo; en otras, la muerte le pone punto y final a la tragedia. Sujo, cinta ganadora del premio a Mejor Película en la sección World Cinema de Sundance, viene precisamente a contradecir todo lo expuesto anteriormente desde sus primeros fotogramas, convirtiendo el asesinato de quien parecía ser el protagonista en el detonante que desencadena la acción de la obra.

    La cinta narra la existencia de Sujo desde el día en que, teniendo no más de cinco años, su padre, un pistolero de un cártel mexicano, es asesinado, y su tía le tiene que esconder en mitad del campo para evitar que le maten también; pasando por su primera adolescencia, marcada por la curiosidad y la atracción fatal que siente hacia el mundo criminal al que perteneció su progenitor; hasta llegar al momento en el que se marcha a Ciudad de México con el aliento de las pistolas mordiéndole la nuca y la ilusión de ascender en la pirámide social clavada en la mirada. Las directoras, Fernanda Valadez y Astrid Rondero, dividen la cinta en cuatro episodios bautizados con los nombres del padre, la tía, los amigos y la profesora de Sujo; es decir, narran sus vivencias no tanto desde la arbitrariedad de su mirada y la quietud de sus instantes de aislamiento, sino de sus interacciones con un entorno que marca en todo momento su devenir vital y que, por tanto, resulta fundamental para entender las costras de su dolor y los motivos por los cuales tropieza una y otra vez con las mismas piedras. Toda la propuesta gira alrededor de la idea de que uno tiene muy difícil —por no decir imposible— escapar de los brazos del entorno en el que crece. Sujo funciona, por tanto, como una refutación taxativa de la meritocracia, de la libertad que impera actualmente y, en última instancia, del capitalismo, puesto que se adentra de lleno en el poliedro vital de un joven que nunca lo ha tenido fácil y muestra todas y cada una de sus aristas haciendo un ejercicio de humanismo visceral y, sobre todo, honesto que tiene como núcleo duro la negación del libre albedrío. Las realizadoras convierten así los cárteles en el decorado sin paredes del que los personajes no pueden escapar y, en el proceso, redefinen el modo de filmar la vida mafiosa al condenar la violencia al mutismo del fuera de campo y rodear la lente de la cámara con espinas áridas de realismo que liquidan las posibilidades de mostrar el ecosistema de la droga desde un punto de vista atractivo.

    A diferencia de otros títulos que exploran las mismas temáticas, en Sujo el inicio no es sino el final de uno de los personajes más importantes; y el desenlace supone la posibilidad de un nuevo principio para otro. Las directoras aciertan, con esa apertura y ese cierre, a solidificar un relato que esquiva todos los clichés del género y nos introduce de lleno en la densidad de una sociedad que se rige por la ley del más fuerte y que, por tanto, ha convertido el sonido de los disparos y los aullidos desesperados en parte de su banda sonora. Las imágenes están cargadas de una niebla espesa que hunde al protagonista en su garganta hermética de mutismo y aflicción, al mismo tiempo que transmite de forma visual la desolación que siente cuando toma conciencia de las dificultades que arañan su esperanza. Fernanda Valadez y Astrid Rondero terminan de cimentar la obra imprimiéndole un ritmo pausado que potencia mucho la fuerza de su atmósfera. Para el final, queda la sensación de estar, como decía Elliot, ante un nuevo principio. ♦


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