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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Emilia Pérez

    || Críticas | Cannes 2024 | ★★★★★
    Emilia Pérez
    Jacques Audiard
    La perfección de lo imperfecto


    Rubén Téllez Brotons
    Cannes |

    ficha técnica:
    Francia, 2024. Título original: Emilia Pérez. Duración: 130 min. Dirección: Jacques Audiard. Guion: Jacques Audiard. Música: Clément Ducol. Fotografía: Paul Guilhaume. Compañías: Why Not Productions, Page 114, Pathé, France 2 Cinema, Saint Laurent. Reparto: Karla Sofía Gascón, Zoe Saldana, Selena Gomez, Edgar Ramírez, Adriana Paz.

    Nadie puede acusar a Jacques Audiard de ser un director repetitivo, de hacer la misma película una y otra vez, de ser incapaz de variar sus formas o de observar la realidad siempre desde el mismo punto. El relámpago de la heterogeneidad recorre de principio a fin la espina dorsal de su inclasificable filmografía, gracias, en gran medida, a que el deseo de exploración no se ha separado de él desde que comenzó su carrera como guionista en la década de los ochenta. Audiard ha transitado por los caminos del thriller (Lee mis labios), del drama carcelario (Un profeta), del melodrama descarnado (De óxido y hueso), del cine social (Deephan), del western (Los hermanos Sisters), del retrato generacional (París, Distrito 13); y ahora se adentra en el musical con Emilia Pérez, una cinta inconmensurable que se despliega sobre la pantalla con la fuerza de un torrente arrebatado que está dispuesto a llevarse todo por delante.

    Producida por el director creativo de Saint Laurent, Anthony Vaccarello, quien, por cierto, estaba detrás de Lux Aeterna de Gaspar Noé y de Extraña forma de vida de Almodóvar, la nueva película de Audiard funciona como una llamarada ingobernable de imágenes excesivas en su recital estético, que envuelve la mirada del espectador desde el instante exacto en que el proyector llena con sus bocanadas de luz la oscuridad de la sala de cine. Audiard hace un salto al vacío sin red ni cuerda de seguridad tan valiente como suicida, porque confía tanto en el potencial embriagador de su película que no escatima en recursos a la hora de plantear su puesta en escena: el vestuario, la iluminación, los decorados, el montaje y la música se dan la mano para configurar un juego de colores y formas cuya belleza llega por momento a abrumar, en el mejor sentido de la palabra.

    Pero, pese a la inconmensurable fuerza de sus imágenes y a la atención que el director le decida a las mismas, Emilia Pérez no es un onanismo estético carente de discurso, ni una ópera hipnótica y vacía; más bien, todo lo contrario. Audiard aúna fondo y forma como pocos realizadores lo han hecho en los últimos años, con la idea de que su impresionante exhibición estética esté atada en todo momento a unos planteamientos éticos de gran hondura. La cinta cuenta la historia de una abogada (Zoe Saldana) que, un día, recibe una suculenta propuesta por parte del jefe de uno de los mayores cárteles del mundo: si ella le ayuda a desaparecer del mapa para poder llevar a cabo la transición de género que ha deseado hacer desde que tiene conciencia, recibirá una cantidad inconmensurable de dinero que le permitirá dejar el turbio bufete en el que, muy a su pesar, trabaja defendiendo a asesinos machistas.

    A partir de esta premisa, el autor de De latir, mi corazón se ha parado, configura un viaje emocional de una profundidad desarmante, que, en realidad, es sólo una excusa para reflexionar sobre la posibilidad de volver a empezar en la vida cuando el peso del pasado es casi insostenible, cuando los errores conforman una corona de espinas que desgarra la esperanza. A través de una protagonista que una vez que ha tomado conciencia de sus errores del pasado se propone enmendarlos, Audiard no deja de lanzarle al espectador una serie de preguntas sobre el perdón, la aceptación de la culpa y la asunción de la responsabilidad, para las que no ofrece ningún tipo de respuesta. Por detrás, muestra de forma clarividente las estrategias sucias de whitewash que las grandes empresas realizan con la intención de cambiar todo para que todo siga igual, la forma en que el sistema somete a los ciudadanos obligándoles a aceptar trabajos que contradicen radicalmente su código de valores, y la imposibilidad de escapar de la violencia (o de cualquier otra dinámica destructiva) cuando esta se encuentra en la raíz misma del entorno en el que uno se desarrolla.

    Emilia Pérez es una película felizmente artificiosa que lanza sobre la pantalla infinidad de ideas radicales que no siempre terminan de cuajar, que hace gala de una narrativa irregular sometida a su barroquismo hermoso y desquiciado, que en su intento de rebelarse contra todo, llega a dispersarse por momentos; pero también es una obra perfectamente imperfecta, que exuda vida y frescura por cada una de sus imágenes, que propone un viaje asombroso y emocionante, que materializa la locura de su argumento en unas imágenes igual de locas, que ofrece unos números musicales vibrantes (y brillantes en su uso del rap) que no dejan indiferente a ningún espectador, y que conmueve profundamente gracias, sobre todo, a las impresionantes interpretaciones de Karla Sofía Gascón y Zoe Saldana. Emilia Pérez, decíamos, pertenece a ese grupo de películas desbordantes que pagan el precio de la irregularidad, del desorden intermitente, con el fin de ofrecer un espectáculo inigualable. ♦


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