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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Christmas Eve in Miller’s Point, Tyler Taormina [Cannes 2024]

    || Críticas | Cannes 2024 | ★★★★☆
    Christmas Eve in Miller’s Point
    Tyler Taormina
    Una fantasía navideña


    Paula Arantzazu Ruiz
    Cannes |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2024. Título original: Christmas Eve in Miller’s Point. Duración: 106 min. Dirección: Tyler Taormina. Guion: Eric Berger, Tyler Taormina. Fotografía: Carson Lund. Compañías: Omnes Films. Reparto: Michael Cera, Elsie Fisher, Maria Dizzia, Sawyer Spielberg.

    De películas navideñas andamos sobrados, pero quizá no abunden demasiado aquellas que retratan el ritual de la Navidad. Como ya hiciera con los ritos de paso adolescentes, el baile de graduación de Ham on Rye (2019), y las dinámicas nocturnas del suburbio en Happer’s Comet (2022), Tyler Taormina vuelve a fijarse en esos gestos que, repetidos, se transforman en rituales sociales y lo hace, esta vez, con el que quizá sea el gran encuentro litúrgico, tanto religioso como laico, occidental. Esto es, la Navidad. Christmas Eve in Miller’s Point, presentada en la Quincena de Realizadores de Cannes 2024, se rinde completamente a ella y, como si abriera una puerta ultradimensional, se sumerge en este estado emocional tan pronto hinchado de euforia como teñido de melancolía.

    Que Christmas Eve in Miller’s Point arranque con una visión casi psicodélica de las luces navideñas de un suburbio, vistas por un niño desde la luna trasera de un coche en circulación, da bastantes pistas de lo que está por venir: un lienzo de sensaciones. La premisa no puede ser más sencilla: en algún momento de principios del siglo XXI, los miembros de una gran familia italoamericana se juntan en el hogar suburbano de su matriarca para cenar en Nochebuena. Va a ser la última Navidad que pasen en esa casa de Long Island, Nueva York, porque uno de los hermanos la ha puesto a la venta antes de enviar a la madre a una residencia. El punto de vista que adopta la película, sin embargo, no es ni el de la matriarca, ni el de un hijo en concreto o el de alguno de los nietos que corretean arriba abajo por esa gran casa iluminada, sino que Taormina cede la cámara a prácticamente todos y cada uno de los miembros de ese grupo familiar, en lo que es, sin lugar a duda, el gran acierto de la estructura narrativa de la propuesta. La Navidad como experiencia puede significar muchas cosas y Taormina no quiere que nos perdamos ninguna de esas visiones.

    De este modo, la tensión entre las sensaciones ligadas a la fiesta y la visión a ratos etnográfica de la performatividad navideña, es decir, la apuesta entre un relato más o menos impresionista y la película de carácter observacional, produce un curioso resultado narrativo, realzado por la preciosista y ensoñadora fotografía de Carson Lund (Eephus, también presentada en la Quincena de este año) y por la eufórica distorsión de las canciones que forman la banda sonora. Cada una de las escenas arranca, de hecho, como estallando su clímax en sus primeros segundos, pero Taormina corta ese exceso lo suficientemente pronto como para que el espectador no pueda anticipar qué sucederá después de ver a un niño extasiado ante la visión de un bol repleto de grageas de chocolate o después de ser testigos de las tentativas de discusión de tres hermanos sobre el estado de salud de la matriarca.

    Si los dos primeros tercios del filme suceden en el interior de la casa, hacia su último tramo la película consigue escaparse de ese jolgorio abigarrado para seguir a la adolescente Emily (Matilda Fleming) y los tanteos propios de su edad. Enzarzada en el clásico conflicto adolescente con su madre (Maria Dizzia), la joven desaparece junto a su prima Michelle (Francesca Scorsese) del encuentro familiar y, con ellas, la cámara, en un recorrido topográfico por los espacios suburbanos de la adolescencia, desde la hamburguesería a la tienda local de bagels donde comprar cervezas o el aparcamiento de al lado de la pista de hielo. Ahí, en ese lugar cercano al bosque, Taormina filma la que quizá es la escena de iniciación adolescente más mágica de los últimos años, una coreografía de besos en el asiento trasero del coche repleta de ternura y misterio.

    Puede que Christmas Eve in Miller’s Point sea una continuación de las inquietudes ya plasmadas en Ham on Rye, puede que Taormina tal vez solo pretenda poner en pantalla los recuerdos de las navidades pasadas, contradiciendo y subrayando al mismo tiempo el imaginario heredado de las numerosas películas y anuncios televisivos del período festivo. Son muchas las maneras que la Navidad nos atraviesa, dependiendo de la edad o de otros factores, pero cada año nos sumergimos, voluntaria o involuntariamente, en ese flujo sensorial en el que no hay lugar para los cínicos. Esta película, así pues, tampoco está pensada para ellos. Incluso aquellos con sus propios conflictos navideños, como esa pareja de policías de ligazón keatoniana interpretados por Michael Cera y Greg Turkington, pueden encontrar un espacio en sus imágenes. Hay muchas Navidades y en la película de Taormina parece que todas han llegado a la vez. ♦


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