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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La chica que sanaba

    || Críticas | FICX 2023 | ★★★☆☆
    La chica que sanaba
    Fien Troch
    La corrupción de un ángel


    Agus Izquierdo
    Barcelona |

    ficha técnica:
    Bélgica, 2023. Título original: «Holly». Dirección: Fien Troch: Guion: Fien Troch. Música: Johnny Jewel: Fotografía: Frank van den Eeden. Compañías: Coproducción: Prime Time, Les Films du Fleuve, Topkapi Films, Agat Films, Tarantula Luxembourg. Reparto: Cathalina Geeraerts, Greet Verstraete, Felix Heremans, Serdi Faki Alici, Robbie Cleiren, Els Deceukelier, Sara De Bosschere. Duración: 103 minutos.

    Pocas veces tiene uno la oportunidad de ver abordar el duelo colectivo que merma una comunidad desde un punto de vista fantástico (o, por lo menos, con virutas de ciencia ficción) como lo hace Holly, última apuesta de la directora belga Fien Troch (Kid; Home), y estrenada en España durante la última edición del Festival de Gijón. Troch consigue trabajar aquí esa revisión del dolor social que causa una tragedia escolar, y lo hace desde el punto de vista de una protagonista sensacional, personaje revelador y genuino que da nombre a la cinta, Holly (Cathalina Geeraerts), una adolescente introvertida que guarda un secreto. El filme arranca con una premonición: la idea de que algo malo va a ocurrir en su instituto. La joven decide, pues, quedarse en casa y es cuando vemos, a lo lejos, más allá de los edificios que se vislumbran desde el balcón, una humareda escalofriante. La profetización se ha cumplido. A Holly la llaman la bruja y enseguida, a los pocos minutos de metraje, entendemos el porqué. Con ese arranque, asistimos a una auténtica aventura personal que sirve como alegoría sobre la identidad, la sanación, la amistad y la bondad. En Holly, por lo tanto, como en un tratado de filosofía existencial, hay más interrogantes que certezas.

    Unos meses después del fatal incendio, cuando Holly opta por participar en una sesión de terapia por recomendación expresa de una profesora que organiza excursiones para los familiares afectados, todo el mundo (también la propia protagonista), se da cuenta de que posee una misteriosa pero útil capacidad de hacer sentir bien a la gente con solo tocarla. La luz cálida e imposible de cada frame donde aparece así lo ratifican, dotando los planos con su presencia, de un aura celestial. Todo se tuerce cuando la joven, de orígenes humildes y con una familia desestructurada, decide (no sin remordimientos) lucrarse con su don. El ángel pronto acaba cayendo en el vicio humano de la ambición y he aquí donde aparece el auténtico conflicto de la historia: la mercantilización de su vocación curadora acarreará una corrupción que pronto se le volverá en contra. La avaricia rompe el saco.

    A diferencia del planteamiento de la tragedia que proponía Gus Van Sant en Elephant o, por ejemplo, Isaki Lacuesta en la más reciente Un año, una noche, la exploración de Holly emprende otro sendero, que tiene que ver más con la fábula sci-fi que en exponer la naturaleza de los entresijos y las entrañas de la aflicción y el duelo. Más bien como hace la cineasta italiana Alice Rohrwacher en la mayoría de los personajes de su filmografía, Fien Troch adquiere esa tonalidad de realismo mágico e impregna de ese hechizo febril (aunque tímido) toda esta ficción, lo que puede recordar, también, a esa espeluznante y preciosista The Innocents (Eskil Vogt).

    La cosa no queda ahí, gracias a la construcción de los dos personajes principales (la propia Holly y su mejor amigo), aparte de una férrea crítica al capitalismo y a los valores del materialismo, el relato permite reflexionar en torno al bullying, el rechazo y el acoso escolar, y además fluye como fuente pedagógica que nos recuerda, por una parte, la perversión de los valores más puros y, por la otra, el peso del poder, así como de la responsabilidad humana y ética que este comporta. Hay algo también de secularismo en el filme: cuando Holly aprovecha su habilidad para ganar dinero, también se convertirá en una especie de mascota y su aparente don será espectacularizado. El respeto por la fe se esfumará y se levantará una carpa de circo; la protagonista habrá pasado de ser una víctima del abuso y del ostracismo social a ser un mono de feria. ¿Qué es peor?

    Holly exhibe un proyecto fresco, con una banda sonora elastizada con sintetizadores vibrantes, y desprende ese cromatismo neónico que tanto usan los nuevos autores de generaciones millennials (sí, hay una escena de baile nocturno). En definitiva, Troch sabe tocar fibra, pues el suyo es un retrato estimulante y atractivo, aunque no acabe de propulsarse a donde promete que se dirige. Es decir, pese a todos sus atributos y sus particularidades, hay algo en el guion que no acaba de cuajar, sobre todo cuando la historia se atasca a partir de la segunda mitad. No existe nada realmente desastroso en esta producción, simplemente defrauda que el resultado final se quede en notable cuando podría aspirar tranquilamente al sobresaliente. ♦


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