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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | All Dirt Roads Taste of Salt

    || Críticas | Sundance 2023 | ★★★★☆
    All Dirt Roads Taste of Salt
    Raven Jackson
    Conmovedor poema visual


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2023. Dirección: Raven Jackson. Guion: Raven Jackson. Producción: A24 / PASTEL. Dirección de fotografía: Jomo Fray. Montaje: Lee Chatametikool. Diseño de producción: Juliana Barreto Barreto. Dirección artística: Nichole McMinn. Decorados: Olivia Kanz. Vestuario: Pamela Shepard. Reparto: Moses Ingram, Charleen McClure, Jayah Henry, Kaylee Nicole Johnson, Chris Chalk, Sheila Atim, Reginald Helms Jr., Preston McDowell. Duración: 92 minutos.

    La sal es un elemento de conservación, inventado para que los alimentos duraran más, aunque también se echa sal en la calle para que la nieve se deshaga y no se forme hielo, por lo que aquí tendría el efecto contrario: no de preservar, sino de disolver. El sabor de la sal, por lo general, es agradable, estimulante, pero en exceso y sin medida resulta desagradable, como si se bebe directamente el agua del mar. Y los caminos de barro, por definición, tienen límites difusos, no son vías construidas con sus señales, sus aceras o sus andenes, sino senderos o incluso carreteras que parecen desbordarse hacia la naturaleza que los rodea y los invade. En cualquier caso, les une su propia condición de caminos de barro, pues sus elementos químicos o físicos son idénticos en cualquiera de ellos. Que todos sepan a sal ya es otro asunto y es algo ajeno a la mera constatación empírica. Se mueve en una dimensión metafórica, como metáfora es interpretar que la sal a su vez preserva y disuelve, o que una pizca de sal, como símbolo de pincelada de una acción o de un paisaje, tiene un efecto muy distinto que el de la acción o el paisaje en su totalidad. El mero título Todos los caminos de barro saben a sal, traducción directa del inglés All Dirt Roads Taste of Salt, con su simple lectura, nos lleva entonces a pensar ya en múltiples interpretaciones y asociaciones de ideas. No nos anticipa la historia que designa, esto es, su contenido, sino solo su intención poética. No funciona pues en un plano realista, sino lírico.

    Y, en correspondencia con todo ello, esta película de la joven Raven Jackson funciona de la misma manera. No nos narra un relato al uso sino que, más bien, nos muestra una sucesión atemporal de imágenes, aunque siguiendo el hilo conductor de unos pocos personajes, y en especial las vivencias de una joven afroamericana en el Mississippi más bucólico. Los primeros trechos de metraje nos revelan recuerdos de su infancia, para enseguida dar un salto a su edad adulta, aunque luego vendrán otro par de flashbacks a esos momentos pasados. La cinta nos habla sobre todo de las relaciones familiares, en concreto, de la protagonista con su hermana y su madre ausente, y cómo ella se convierte a su vez en madre y es incapaz de reconocerse como tal, cómo va encajando en toda su estructura familiar, bajo el peso de toda su ascendencia y descendencia que parecen coexistir en una ubicación ajena al paso del tiempo. All Dirt Roads Taste of Salt tiene pocos diálogos, porque la mera existencia de estos personajes, sus interacciones entre sí y con su entorno, ofrecen la información suficiente, el contexto necesario para dejarse llevar por su evolución humana. Hay en efecto un fuerte y trágico drama en su núcleo, que no requiere de grandes giros y conflictos (si bien, de forma significativa, el único corte brusco obedece a una ruptura dramática), ni de secuencias expositivas o explicativas, para manifestarse.

    Estamos, por tanto, ante una película que, en cierto modo, se adapta a ese estilo literario conocido como corriente de conciencia, pues sobrevienen grandes acontecimientos o pequeños detalles de forma casi arbitraria, aunque, por ello, más orgánica. Al mismo tiempo, es un filme conciso, de duración no muy larga y, como decíamos, de personajes, acciones y localizaciones reducidas, por lo que su sucesión de ideas y metáforas queda siempre constreñida a unos pocos temas en común. A partir de ahí, Jackson y su equipo ponen el foco en el trabajo fotográfico y en el ritmo del conjunto. La fotografía es esencial en una película de estas características, muy dependiente de la simbología visual, y aquí cumple con creces. Por su parte, la edición corre a cargo de un experto en la materia, como es Chatametikool, que recientemente también montó Memoria, de Apichatpong Weerasethakul. Ello nos da una buena idea de la sensibilidad a la que aspira, y consigue, esta película. Empero, más allá de cualquier trascendencia, lo más memorable es la emoción genuina y prolongada de escenas en apariencia anodinas, como aquella en que la protagonista se sincera con un amigo y lo abraza largamente. El tiempo se detiene en ocasiones como esta, pero, eso sí, es efímero, se preserva en la memoria y, al mismo tiempo, se disuelve siempre en el presente.


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