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    Crítica | Plan 75

    || Críticas | ★★☆☆☆
    Plan 75
    Chie Hayakawa
    Cuentos de la vejez


    Alfonso Cañadas
    Madrid |

    ficha técnica:
    Japón. 2022. Título original: «プランななじゅうご». Dirección: Chie Hayakawa. Guion: Chie Hayakawa. Compañía productora: Happinet Phantom Studios, Loaded Films, Urban Factory. Dirección de fotografía: Hideho Urata. Intérpretes: Chieko Baisho, Hayato Isomura, Stefanie Arianne, Yumi Kawai, Taka Takao, Hisako Ôkata, Kazuyoshi Kushida, Yûsaku Mori, Yôko Yano, Mari Nakayama, Motomi Makiguchi, Koshirô Asami, Hiroaki Kawatsure. Duración: 105 minutos.

    Siempre resulta una grata noticia encontrar una producción nipona dirigida por una mujer. Pese a que el país del sol naciente cuenta dentro de su historia cinematográfica con directoras de la relevancia y calidad de Kinuyo Tanaka, cuyas películas han sido restauradas y reeditadas recientemente, la industria japonesa ha sido (y sigue siendo) extremadamente masculina. Quizás una de las figuras que ha roto con dicho estereotipo en los últimos años es la cineasta Naomi Kawase, quién se ha convertido en todo un icono dentro del país (ocupándose, por ejemplo, de dirigir la película oficial de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020) y fuera de él presentando sus películas en festivales internacionales de la talla de Cannes o San Sebastián. Siguiendo esta senda de mujeres directoras japonesas estrena su primer largometraje Chie Hayakawa, Plan 75, una crítica social futurista protagonizada, además, por otra mujer. Pero no cualquier mujer, y es que el reparto de la película está encabezado ni más ni menos que por la veterana Chieko Baisho, actriz muy habitual dentro de la filmografía del mítico director Yôji Yamada, especialmente recordado por su larga saga cinematográfica Tora-san (con más de cuarenta y nueve películas cuya producción va desde el año 1969 hasta el 1997). De esta forma, lo primero que podemos destacar de Plan 75 es que funciona como punto de encuentro de dos generaciones cinematográficas femeninas diferentes.

    El argumento de la película gira en torno a un concepto claro: la vejez. En un futuro no muy lejano el envejecimiento de la población japonesa se acelera, por lo que el gobierno decide implementar el nombrado Plan 75, el cual financia los últimos días de aquellos ancianos que deciden poner fin a su vida a partir de los setenta y cinco años. Michi, la protagonista de esta historia, decide postularse como candidata para el Plan 75, lo que le hará cruzarse con Hiromu, un reclutador del gobierno, y María, una auxiliar de enfermería filipina con quién estrechará fuertes lazos en poco tiempo. La vejez es una de las inquietudes centrales del cine japonés históricamente, especialmente durante su etapa clásica. Podemos recordar de esta forma la filmografía de directores como Hiroshi Shimizu, Mikio Naruse y por supuesto Yasujirō Ozu, cuyos personajes ancianos cobran mayor protagonismo dentro de sus tramas que en la mayoría de producciones occidentales de su tiempo. De hecho dos de las películas centrales de la historia del cine nipón, dirigidas por el propio Ozu, se centran en el tema de la vejez: Primavera tardía (1949) y Cuentos de Tokio (1953); siendo esta última una versión japonesa del clásico hollywoodiense Dejad paso al mañana (1937), dirigido por Leo McCarey.

    En cualquier caso la película de Chie Hayakawa continúa la tradición temática de estos maestros pero se aleja mucho de sus formas estético-narrativas. Plan 75 es una obra pausada y reposada, que centra su mirada en la cotidianidad pese a tener una línea argumental evolutiva y clara. Sin embargo, esta cotidianidad no se presenta a través de icónicos planos fijos que nos ubican continuamente en el presente (como ocurriría en las obras de Yasujirō Ozu), sino a través de largas secuencias en movimiento que nos permiten observar a los personajes desplazándose por los espacios que les rodean. Así las escenas se dividen claramente entre aquellas que sirven como un «empujón» para la trama y aquellas cuyo único cometido es observar la rutinaria vida de la anciana Michi. Esta doble dinámica, sumada a otro factor clave: la carencia imaginativa de la obra a nivel visual, resulta agotadora. Nos encontramos ante un futuro gris y poco prometedor, que se representa con una dirección de fotografía, y en general una puesta en escena, tan triste como rutinaria. Nada destaca en este repetitivo retrato de la vida de una anciana cuyo deseo es poner fin a su vida en condiciones dignas. A nivel de dirección, desgraciadamente, nos encontramos un escenario similar: tan poco imaginativo como estimulante, los discretos travellings construyen la mayoría de las escenas. Esto provoca que los lazos sentimentales que se van forjando entre los protagonistas conforme avanza la trama resulten anodinos, forzados y poco creíbles. Además, se percibe un continuo intento por parte de la directora de generar un tono de solemnidad que, paradójicamente, resta fuerza a la historia. Precisamente lo que destaca de las obras de cineastas como el citado Ozu es su capacidad para tratar temas trascendentales como los lazos sociales, la vejez y la muerte, desde la sencillez y la naturalidad. Sin embargo Plan 75 parece señalarnos de manera continua la importancia de aquello que está representando. Nos encontramos por tanto ante una película que parte de nobles intenciones pero que acaba resultando fallida en la combinación de sus elementos.


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