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    Crítica | Eureka

    || Críticas | Cannes 2023 | ★★★☆☆
    Eureka
    Lisandro Alonso
    Tiempo inexistente, espacio relativo


    Ignacio Navarro Mejía
    Cannes (Francia)|

    ficha técnica:
    Argentina, Francia, Alemania, Portugal, México, 2023. Título original: «Eureka». Dirección: Lisandro Alonso. Guion: Lisandro Alonso, Fabián Casas, Martín Camano. Compañías productoras:4L, Luxbox, Komplizen Film, Woo Films, Rosa Filmes, Fortuna Films. Música: Domingo Cura. Fotografía: Timo Salminen, Mauro Herce. Reparto: Viggo Mortensen, Chiara Mastroianni, José María Yazpik, Rafi Pitts. Presentación oficial: Sección Oficial del Festival de Cannes. Duración: 146 minutos.

    El tiempo es un invento de los hombres, solo el espacio es real. Esto es lo que, parafraseando, afirma uno de los personajes de la última película de Lisandro Alonso. Pero es una afirmación engañosa, porque el espacio, aquí, tampoco es demasiado concreto. Tales personajes aparecen en uno u otro, aun separados por la lejanía u otra dimensión, según las necesidades simbólicas de la trama. No puede ser de otra manera cuando esta pretende ofrecer una visión espiritual, ajena a los límites de la cotidianeidad o la cronología de los acontecimientos, de la maldición de todo un pueblo, definido por la cultura, no por la geografía. Da la casualidad de que este pueblo es el indígena, por lo que curiosamente han coincidido en el mismo fin de semana de su presentación en Cannes dos filmes que ponen el foco en esta comunidad. El otro, cómo no, es el de Martin Scorsese. Evidentemente, no es una programación fortuita aunque, más allá de esta coincidencia esencial, en lo demás ambas películas no tienen nada que ver, precisamente porque son coherentes con las trayectorias de sus respectivos realizadores. La carrera de Alonso debe sus frutos al circuito alternativo, por lo esporádico y esotérico de sus propuestas, si bien esta última se mueve en un nivel mayor de ambición formal y material, destacando la apuntada disociación espacio temporal.

    Eureka está dividida en tres historias (aunque la primera y la tercera operan casi, respectivamente, a modo de prólogo y epílogo) en las que, de manera más o menos marcada, el protagonismo corresponde, como decíamos, a personajes de raza india. La primera de las tres es un western en blanco y negro donde Viggo Mortensen, que repite bajo la dirección del argentino después de Jauja, vuelve a interpretar a un hombre perdido en busca de su hija perdida. En este caso, como es obvio, el personaje no es indio, pero, en realidad, el mismo es literalmente una mera proyección de lo que otras personas ven. Por lo demás, para más señas, se trata de un diestro pistolero, que no duda en asesinar a sangre fría a todo aquel que se cruza en su camino, en el inhóspito pueblo al que llega. En cualquier caso, todos estos son daños colaterales, hasta una resolución truncada cuando advertimos que toda esta primera historia es también colateral de la principal. Esta siguiente se desarrolla ya en el presente, en una reserva indígena y con el protagonismo derivado ahora hacia otra clase de justiciero, de género femenino y profesión policiaca. Esta mujer lleva pacientemente a cabo su patrulla nocturna, mientras otra joven del lugar realiza misteriosas visitas. La última de ellas trasciende a la tercera parte del relato, en un plano ya claramente alegórico u onírico según el momento o la interpretación, que transcurre en el Amazonas de 1973.

    Cada una de estas tres historias, además de variar en personajes y localización, lo hacen en varios aspectos formales. En particular, su formato o relación de aspecto es distinto, más reducido cuanto más remota es la época retratada y, en el primer caso, con una justificación adicional que no procede anticipar, bastante brillante hay que reconocer. Pero esa primera parte, la más sugerente por ser la inicial y trabajada desde un punto de vista estético (aunque la última también es llamativa, incluso algo reminiscente del estilo de Apichatpong Weerasethakul), es demasiado corta, y lo que sigue no es tan interesante. Alonso, fiel a su estilo, renuncia a buena parte de la ortodoxia narrativa para elaborar una historia más difusa, más abstracta. Sin embargo, esa difusión o abstracción, que debería llevar al espectador a completar (gracias a la imagen o el sonido) la insuficiencia de la información directa que se pueda desplegar en la pantalla, aquí es completada por el propio cineasta, de forma contraproducente, al insistir en ciertos elementos, tanto estéticos como narrativos, que se vuelven entonces reiterativos. Dicho de otra manera, la ambigüedad de la película no es tan lograda cuando la misma se basa en pocos y constantes recursos, que como tales dejan de ser ambiguos. Puede que Alonso, en esta insistencia (evidente por ejemplo en el deambular de la policía o en el comportamiento de los indios de la última parte), nos quiera hablar del bucle sin salida que en su vida cotidiana (o no tan cotidiana) padecen todas estas personas. Pero lo cierto es que Eureka, tal como se puede visionar, no alcanza todo su potencial y hasta genera cierta desconexión, no solo en su intrigante y relativista idea del tiempo y el espacio.



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