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    Crítica | Viver Mal

    || Críticas | Las Palmas 2023 | ★★★☆☆
    Viver Mal
    João Canijo
    Monstruosidades maternales


    Yago Paris
    Las Palmas |

    ficha técnica:
    Portugal-Francia. 2023. Título original: Viver Mal. Director: João Canijo. Guion: João Canijo. Productores: Pedro Borges, François d'Artemare. Productoras: Les Films de l'Après-Midi, Midas Filmes. Fotografía: Leonor Teles. Música: -. Montaje: João Braz. Reparto: Nuno Lopes, Filipa Areosa, Leonor Silveira, Rafael Morais, Lia Carvalho, Beatriz Batarda, Carolina Amaral, Leonor Vasconcelos, Anabela Moreira, Rita Blanco, Madalena Almeida, Cleia Almeida, Vera Barreto.

    En la crítica de Voyages en Italie (Sophie Letourneur, 2023), perteneciente a la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, reflexiono en torno a un tipo de narrativa que toma el viaje vacacional como un tiempo y un lugar proclive para explorar las crisis relacionales, principalmente las de pareja. En la cinta de Letourneur se indaga en este modelo de historia de manera metanarrativa, pues el filme juega abiertamente al despiste y al sabotaje de los lugares comunes y giros narrativos habituales en este tipo de cine. La película, por tanto, puede servir para comprender mejor lo que sí se desarrolla, en clave seria —de hecho, solemne—, en Viver Mal (João Canijo, 2023). La obra que nos ocupa también se ha incluido dentro de la Sección Oficial del certamen, junto con la otra mitad de este proyecto desarrollado a modo de díptico: Mal Viver (João Canijo, 2023). Las dos cintas funcionan como dos caras de una misma realidad, que consiste en el pequeño espacio de tiempo que un grupo de personas comparte en un modesto hotel rural en Portugal. En la segunda parte, la que se analizará en este texto, se aborda la perspectiva de los clientes, mientras que en la primera se explora el día a día de la familia que regenta el establecimiento vacacional.

    A la hora de aproximarse a un proyecto como este, quizás lo primero que pasa por la mente crítica es preguntarse el porqué de dicha división. ¿Existe alguna diferencia temática? ¿Por qué contar por separado historias que transcurren en un mismo lugar? ¿Hay alguna reflexión detrás de la separación entre clientes y trabajadores? Inicialmente, uno podría pensar que la cuestión de clase marca la división, y no es que esto sea falso, pero me inclino a pensar que la diferenciación tiene más que ver con dos maneras de afrontar un mismo tema. Resulta llamativo descubrir que, en el fondo, se podría pensar que Canijo y Letourneur están llevando a cabo juegos narrativos más parecidos de lo que en principio se podría pensar, pues se podría argumentar que la estructura narrativa y el enfoque de Viver Mal también juega al despiste, para que dé la impresión de que el foco se está colocando en un lugar, cuando lo verdaderamente relevante de las historias narradas se sitúa en otro bien distinto, secundario, latente, y que explota de lleno en la primera mitad del díptico.

    En principio, Viver Mal habla de relaciones de pareja. Dividida en tres bloques, la película narra las historias de una influencer y su novio fotógrafo, de una pareja heterosexual de mediana edad que viaja con la madre de la mujer, y de una pareja lesbiana joven que viaja con la madre de una de las dos. En todo momento, en primer plano se manifiestan las dinámicas de pareja, los conflictos, discusiones y desencuentros entre estos tres vínculos afectivos. Sin embargo, y especialmente teniendo en cuenta lo que posteriormente se muestra en Mal Viver, existe otro patrón que se repite en estas tres historias: la presencia, casi hitchcockiana, de la madre como elemento perturbador, censor y castrante de las voluntades de los tres personajes que ocupan el rol filial. En la primera historia, la madre ni siquiera aparece en escena, solo en sucesivas llamadas telefónicas. En la segunda, la madre es enormemente despreciativa hacia su hija, mientras flirtea abiertamente con su marido delante de ella —y mantiene relaciones sexuales con él en la intimidad—. En la tercera se manifiesta el rol de la madre protectora, que a partir de sus ansiedades, preocupaciones y manipulaciones varias, convierte a su hija en un títere, mientras la novia de esta tiene que ver cómo la voluntad de su novia se diluye en la influencia aparentemente bienintencionada de su progenitora.

    Siguiendo en esta línea, lo más relevante del filme no es tanto la manera en que, subliminalmente, las historias hablan de la relación maternofilial, sino, yendo todavía más lejos, la forma en que los comportamientos de las madres influyen en los caracteres de sus descendientes. Así, la primera madre, ausente, es vista como una mujer pesada, dando lugar a un hijo, se podría decir, con apego evitativo [1], que toma distancia y defiende a capa y espada su individualidad e independencia. No resulta, por tanto, casual que no esté presente en el viaje vacacional, a diferencia de lo que ocurre en las otras dos historias —una decisión que dudo que sea casual, dadas las características temáticas del filme—. Esto provoca que su hijo vea a su pareja también como a una persona que lo incordia, y a quien también debe establecerle un perímetro de seguridad para evitar incómodas invasiones de su intimidad. Algo totalmente diferente ocurre en los otros dos relatos, donde sendas hijas manifiestan un modelo de comportamiento que se puede asociar claramente al del apego ansioso [2]. Ambas han sido maltratadas por sus madres: una, por continuos ataques y desprecios; otra, por una sobreprotección. En ambos casos se genera una enorme sensación de inseguridad y ansiedad —claves del apego ansioso—, que desembocan en una tóxica dependencia de la madre, esa figura en realidad causante del destrozo emocional. Por unos u otros motivos, se trata de dos personajes sumisos, carentes de verdadera voluntad, en perpetuo estado de sufrimiento y, lo que es más significativo, se trata de seres que acaban escogiendo parejas muy similares al tipo de relación que se ha establecido con sus madres —como, por otro lado, también le sucede al protagonista masculino de la primera historia—. De esta manera, la hija de la segunda historia escoge a un marido que la maltrata psicológicamente y presenta patrones invasivos y abusivos, mientras que la hija de la tercera historia busca en su novia a una figura protectora y activa, que le resuelva sus problemas, de la misma manera que su madre.

    Así, João Canijo entrega en Viver Mal una aparente reflexión sobre las relaciones románticas, que es en realidad un tratado psicológico sobre los vínculos maternofiliales. El cineasta portugués sigue un modelo cinematográfico muy similar al manifestado recientemente por Todd Field en TÁR (2022), que consiste en una propuesta visual más pulcra que brillante, donde un milimétrico control de la puesta en escena engrandece las imágenes por encima de sus aspiraciones reales. Se trata, digamos, de un modelo que provoca que la película parezca más de lo que probablemente sea —a esto se suma la fotografía y el ritmo solemne y pausado—. Aunque rodada con inteligencia y con saber hacer, el filme es más correcto que visualmente virtuoso, y en última instancia las ideas más potentes del relato se sitúan en el guion y no tanto en un abigarrado pero en última instancia simple lenguaje visual. Aun así, nada de esto impide que asistir al díptico Mal Viver-Viver Mal se convierta en una experiencia satisfactoria y profundamente reflexiva, a la par que emocionalmente demoledora.

    Notas
    [1][2] Para más información en torno a la teoría psicológica del apego, en la crítica de Crónica de un amor efímero me extiendo al respecto.


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