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    Crítica | Memorias de París

    || Críticas | ★★★☆☆ |
    Memorias de París
    Alice Winocour
    Cicatrices tiernas


    Júlia Gaitano Mendizábal
    Barcelona |

    ficha técnica:
    Francia, 2022. Título original: «Revoir Paris». Dirección: Alice Winocour. Guion: Jean-Stéphane Bron, Marcia Romano, Alice Winocour. Producción: Isabelle Madelaine, Emilie Tisné, Ardavan Safaee. Fotografía: Stéphane Fontaine. Montaje: Julien Lacheray. Música: Anna Von Hausswolff. Reparto: Virginie Efira, Benoît Magimel, Grégoire Colin, Maya Sansa, Amadou Mbow, Nastya Golubeva Carax, Ema Zampa, Souleymane Touré, Pascal Fonta, Clarisse Makundul, Jean Pierre Horcholle.

    A pocos días del séptimo aniversario de los terribles atentados acontecidos en 2015 en París, podemos encontrar en cartelera dos filmes que reflexionan sobre los hechos. Pareciera que ha habido un cierto consenso en la industria cinematográfica de que ya ha transcurrido suficiente tiempo como para poder tratar abiertamente los trágicos ataques. A pesar de que se realizaron en distintos emplazamientos, se recuerda con especial dolor la situación en la sala de conciertos Bataclan, en la que en ese momento había un concierto de Eagles of Death Metal, y donde perdieron la vida casi un centenar de personas. Entre los que consiguieron sobrevivir está el hermano de la cineasta Alice Winocour (Próxima), del testimonio del cual saca el material prima de su nueva película Memorias de París. También presente durante los ataques Ramón González, autor del libro «Paz, amor y Death Metal» que, por su parte, adapta Isaki Lacuesta en su filme Un año, una noche. En esta, Lacuesta sitúa los eventos en la misma localización y contexto que en los que sucedieron. Winocour, sin embargo, ficciona unas nuevas circunstancias en las que contar su historia.

    Una sobresaliente Virginie Efira (Benedetta, Elle) interpreta a Mia, una traductora e intérprete con una vida tranquila y aparentemente amorosa que comparte con Vincent (Grégoire Colin). Por puro azar, Mia se encuentra refugiada del mal tiempo una noche, en un bistró. Sola, paciente, espera que pase el mal tiempo para poder regresar a casa. De repente, el restaurante es irrumpido por un individuo armado que dispara a discreción, dejando a su paso un panorama verdaderamente dantesco. La protagonista, como el hermano de la directora francesa, saldrá del restaurante con vida, pero inevitable víctima de un shock indescriptible y completamente amnésica. El peso que le queda dentro y que, de entrada, no sabrá cómo aliviar, marca el punto de partida que Alice Winocour utiliza para hacer un ejercicio de estilo narrativo en torno al proceso de duelo de la protagonista, aunque también de la ciudad. Situando a Mia como rotunda figura central del relato, la película propone distintos acercamientos al hecho traumático, con más o menos acierto.

    El hecho de que la película no empiece directamente en el momento del ataque, si no que se tome su tiempo para construir el personaje y su contexto, con el que ya parece algo distante, le permite a Winocour predisponer al espectador a la empatía. Sirviéndose de lo que los anglosajones llaman foreshadowing o, lo que es lo mismo, el presagio, planta una serie de semillas que irán recogiéndose a lo largo del filme, también a nivel visual. Ese distanciamiento de Mia con su entorno, que se recalcará tras los ataques, se refleja en las imágenes, quedando constantemente separada del fondo. Su viaje emocional será el de aprender a conectar de nuevo con ese exterior. Otro acercamiento que es, para quien escribe, el tramo más sugerente, es el de la investigación. Mia sabe que si no recupera la memoria no hay posibilidad de reconciliarse consigo misma, y con los demás. Así, siguiendo un pálpito inherente de periodista, volverá al sitio temido para descubrir, sorprendida, que comparte esa necesidad con el resto de supervivientes. Aquí la cineasta abre plano para incorporar las historias del grupo de apoyo a las víctimas, como si de una colmena se tratara. La película se convierte, en momentos, en un juego de pistas cuyo objetivo es rellenar huecos en el recuerdo para reconstruir los hechos, a pesar de que ello confronte a la protagonista con una imagen de sí misma con la que quizás no se reconozca. Las demás historias, por un lado, le son ajenas pero, por otro, ponen en valor la suya propia. En esta parte también hay espacio para la crítica social, evidenciando las situaciones especialmente precarizadas de algunas de las víctimas, empleados inmigrantes del bistró, racializados y sin papeles. Entre todas, se forma un conjunto de recuerdos, pérdidas y encuentros con los que Winocour hace la tentativa de construir un testimonio colectivo.

    Sin embargo, la cineasta tiene otras aspiraciones para Memorias de París, y cede a una tendencia constante de volver a cerrar el plano, enfocándose en Mia y en su historia (¿de amor?) con Thomas —interpretado por otro gran actor francés, Benoît Magimel, a quién hemos visto recientemente en Pacifiction—, otro de los supervivientes al ataque terrorista. Quizás el hecho de que, más que un romance, se siente una tesis hace que sea el elemento que funciona de forma menos orgánica en este relato por otro lado muy poliédrico. Su relación, por una parte, refuerza la idea de la desconexión de Mia con su rutina previa, con la que tras el asalto acaba de cortar lazos. Por otra, el encuentro con esa otredad en la que se reconoce (ha vivido el mismo trauma y está sufriendo, como ella, sus secuelas), le ayuda a recordar. Pero, a su vez, que Mia y Thomas puedan amarse no deja de ser a su manera otra forma de sanación. Aunque las distintas propuestas de Winocour no resulten igual de potentes, ni estén igual de logradas, consigue con su película plantear algunos ángulos a través de los cuales poder poner en imágenes hechos que nos superan como individuos y como sociedad. Uno de los más sugerentes, junto a la investigación, es el relato de fantasmas que se intuye a lo largo de todo el viaje de la protagonista, a medida que va recuperando ese contacto con los demás, reconciliándose con la propia ciudad y consigo misma. La protagonista se ve envuelta de espectros constantemente. Imágenes de los que fallecieron, que a medida que va restableciendo su memoria, vuelven para acecharla. O quizás solamente se trate de almas en pena que se aseguran de que el recuerdo sobreviva y perdure.


    Memorias de París, Alice Winocour
    Quincena de Realizadores del Festival de Cannes.

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