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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo

    || Críticas | Netflix | ★★★☆☆
    La venganza es mía,
    todos los demás
    pagan en efectivo
    Edwin
    Un plato caliente


    Ignacio Navarro Mejía
    Madrid |

    ficha técnica:
    Indonesia, Singapur y Alemania, 2021. Título original: Seperti dendam, rindu harus dibayar tuntas. Presentación: Festival de Locarno 2021. Director: Edwin. Guion: Edwin y Eka Kurniawan (basado en la novela de Eka Kurniawan). Producción: Palari Films / Phoenix Films / E&W Films / Match Factory Productions / Bombero International. Fotografía: Akiko Ashizawa. Montaje: Lee Chatametikool. Dirección artística: Eros Efin. Reparto: Marthino Lio, Ladya Cheryl, Reza Rahadian, Ratu Felisha, Sal Priadi, Kevin Ardillova, Kiki Narendra, Djenar Maesa Ayu. Duración: 114 minutos.

    Cuando una película gira en torno a la violencia, una de las primeras decisiones que debe tomar su realizador es hasta qué punto mostrar esa violencia. Si se quiere plasmarlo todo en la pantalla, la acción será más difícil de coreografiar, serán necesarios más efectos especiales en caso de mutilaciones u otras heridas, y sus espectadores se verán, con toda probabilidad, reducidos en número, tanto obligados por la calificación por edades como inducidos por su sensibilidad personal. Si, en cambio, toda la violencia queda fuera de campo, se sortearán todas esas dificultades, pero quedará mucho más limitada la expresión estética del género o de la trama en cuestión. Lo cierto es que resulta cada vez más fácil (hasta gratuito) asistir a actos de violencia en cualquier película, y si esta la tiene como tema principal, lo normal es que busque un equilibrio entre no mostrar nada y mostrarlo todo. En principio, como decíamos y al margen de los condicionamientos de la propia cinta, estamos ante una decisión del cineasta, aunque todavía hay países donde la censura limita desde fuera esta voluntad artística, como es el caso de Indonesia, con su Instituto de Censura Cinematográfica. Una producción de este país podrá entonces estrenarse sin problema fuera de sus fronteras, y en cambio se podrá ver mutilada, nunca mejor dicho, al exhibirse en las salas nacionales, con un montaje distinto. Algo que sí es común a todo director es querer tener la palabra final sobre el montaje, definitivo y común para todo el público, por lo que querrán evitar a toda costa posibles cortes adicionales en ejecución de la censura, y eso también influirá en la propia producción.

    La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo es una película que, como cabe desprender de su propio título, tiene como tema principal la violencia, aunque tratada con un tono peculiar. Y es una coproducción de Indonesia, de tal manera que, una vez concluida, tuvo que pasar por ese filtro burocrático. Sorprendentemente, lo hizo con éxito, por lo que la versión estrenada en dicho país es la misma que tuvo su primer lanzamiento en la competición del festival de Locarno del año pasado, de donde por cierto salió victoriosa. Entre los elementos que más debieron de llamar la atención del jurado figuraría el tono de una historia de venganza, sí, pero insólita, teniendo en cuenta que es una venganza más amorosa que física. El metraje discurre a priori por estos últimos parámetros, ya que el personaje principal, llamado Ajo Kawir (Marthino Lio), es alguien que disfruta peleando con los demás, incluso matándolos si se lo encargan. Y hay, en efecto, varios actos de violencia extrema, que pudieron sortear la censura al no verse directamente como este hombre, por ejemplo, le corta la oreja a otro o mole a palos a un tercero. Las peleas de cuerpo a cuerpo sí son explícitas, dotadas de una curiosa verosimilitud, puesto que da la sensación de que los personajes están luchando con ganas y espontaneidad, si bien acaban casi siempre indemnes, salvo que intervenga un elemento ajeno por el que la pelea deje de ser entre dos personas sin más armas que sus cuerpos (por ejemplo, un gancho que provoca la muerte de alguien que hasta entonces no parecía correr ningún riesgo en la confrontación).

    Sin embargo, como decíamos, estas escenas en realidad son un pretexto, ya que sirven para que el tal Kawir exteriorice sus emociones reprimidas, primero a causa de su impotencia sexual y luego a causa del amor que siente por otra mujer, la deseada Iteung (Ladya Cheryl), también luchadora nata, sentimiento correspondido pero condenado desde su inicio. Esta frustración se extiende a una estructura narrativa desarrollada como por esbozos, con aportaciones que darían lugar a interesantes subtramas, en especial la paternidad del protagonista o el encargo de un oscuro general, pero que también quedan en meros pretextos para hacer avanzar la historia por caminos insospechados. No hay una trama lineal, pero tampoco una clara retroalimentación entre sus distintas partes, sino que asistimos más bien a una sucesión de secuencias conectadas por unos mismos personajes y coordenadas espaciotemporales que, pese a ello, son independientes entre sí. A ello contribuye la gran cantidad de elipsis, a veces señaladas con rótulos y su paso del tiempo, otras veces más bruscas, como el salto entre el reciente embarazo de Iteung y sus últimas fases, unidos ambos momentos sin solución de continuidad. La puesta en escena, con todo, no es confusa, siempre queda claro en qué situación dramática nos encontramos. De hecho, la dirección goza de una cierta depuración, al contar cada parte de la historia con una técnica lo más sencilla y la mínima información posible, que no está exenta de mérito. Funcionaría mejor si no fuera porque esta historia, precisamente por sus múltiples lecturas y su ambiciosa extensión, parecía demandar un tratamiento más elaborado. La planificación, además, no es siempre tan ajustada: hay detalles cuestionables desde el punto de vista de la decoración y la dirección de actores, como cuando Iteung despide a Kawir, que se va en moto de su casa, pero lo hace fuera de campo, y lo que vemos en campo, además de a Iteung en primer término, es a otro motorista anónimo que circula en sentido contrario. El problema de esta opción consciente es que difumina la atención del espectador hacia el meollo del drama de una manera poco provechosa, como hace, por lo demás, el conjunto del metraje. En suma, La venganza es mía, todos los demás pagan en efectivo es una película competente, no sin momentos memorables, como la pelea a través de la que Kawir e Iteung se conocen, pero que no acierta, precisamente, a darle a esa violencia el significado adicional que pide, más allá de la propia acción y más acorde a la motivación vital de unos personajes tan idiosincrásicos. De lo contrario, aunque no quiera serlo, queda como una historia más de violencia, al minorar buena parte del contenido que la distingue. ⁜


    Seperti Dendam Rindu Harus Dibayar Tuntas, Edwin
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