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    Crítica | Black Phone

    || Críticas | ★★★☆☆ |
    Black Phone
    Scott Derrickson
    Voces del más allá


    José Martín
    Telde |

    ficha técnica:
    Estados Unidos, 2022. Título original: «The Black Phone». Dirección: Scott Derrickson. Guion: C. Robert Cargill, Scott Derrickson (Historia original: Joe Hill). Producción: Jason Blum, C. Robert Cargill, Scott Derrickson. Productoras: Blumhouse Productions, Universal Pictures. Distribuidora: Universal Pictures. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Música: Mark Korven. Montaje: Frédéric Thoraval. Reparto: Ethan Hawke, Mason Thames, Madeleine McGraw, Jeremy Davies, E. Roger Mitchell, Troy Rudeseal. Duración: 102 minutos.

    Después de que las diferencias creativas que ya arrastrara desde el rodaje de Dr. Strange (2016) se acentuaran durante la concepción de la secuela Doctor Strange en el multiverso de la locura (2022), Scott Derrickson acabó cediendo su silla de director a Sam Raimi, algo que todos agradecemos, ya que ha propiciado que el realizador vuelva al género que mejor se le da y donde más cómodo se mueve: el de terror. Es cierto que Derrickson ha demostrado estar capacitado para manejar grandes presupuestos en blockbusters como esa primera aventura de Stephen Strange para la gran pantalla o, incluso, en aquella vapuleada Ultimátum en la Tierra (2008) que, siendo justos, tuvo como mayor lastre el ser remake de un clásico de la ciencia ficción tan intocable como el homónimo de Robert Wise. Pero es arrancando escalofríos donde Derrickson se ha confirmado como uno de los artesanos más eficientes del cine de terror actual, desde que debutara con un título de encargo tan poco apetecible como Hellraiser V: Inferno (2000). A aquella fallida entrega de Pinhead y el resto de cenobitas seguiría la película que le brindaría los parabienes de crítica y público por primera vez, la sorprendente El exorcismo de Emily Rose (2005), aclamada como una de las cintas de posesiones más distinguidas de todas las que siguieron a la clásica El exorcista (William Friedklin, 1973). ¿El secreto? Contar de manera sobria y sin excesivas concesiones a la truculencia una atractiva historia real que, utilizando el ingrediente demoníaco, tomaba la forma de un drama judicial que planteaba un explosivo dilema entre fe y razón. Derrickson volvería a moverse en terrenos similares en otro thriller terrorífico –esta vez peor recibido–, Líbranos del mal (2014), aunque su gran aportación al género sigue siendo Sinister (2012), una de las joyas más perturbadoras del catálogo Blumhouse, con Ethan Hawke al frente de una retorcida trama de asesinatos, espectros infantiles y tétricas grabaciones en Super8. Pues bien, diez años de aquel éxito, director y protagonista vuelven a unir sus talentos para el nuevo fenómeno de la productora: Black Phone (2022).

    A partir de un relato de Joe Hill, el hijo de Stephen King, cuyas constantes están también muy presentes, el filme se ambienta en la década de los 70, en una pequeña ciudad de Colorado, donde sus jóvenes protagonistas, los hermanos Shaw, Finney y Gwen, son unos auténticos supervivientes dentro de las hostiles circunstancias que les ha tocado vivir. Viven bajo la tiranía de un padre abusivo, que inflige severos castigos físicos a sus hijos, soportan el acoso diario de los matones del colegio, y, por si fuera poco, comienzan a sucederse en su pueblo misteriosas desapariciones de niños del pueblo, presumiblemente, víctimas de un asesino psicópata. La historia, hábilmente adaptada por Derrickson, muestra una época en la que la infancia estaba más desprotegida que nunca, donde aún no se tomaba demasiado en serio el bullying y la supervivencia en los recreos de las escuelas dependía de quien golpeara más fuerte, y en la que el maltrato infantil dentro del seno familiar estaba a la orden del día como si fuese lo más normal del mundo. Poner en la tesitura de chico secuestrado a un adolescente como Finney, tan inteligente como retraído y huidizo de conflictos, pese a estar acostumbrado a convivir con la violencia a diario, es uno de los aspectos más interesantes de una película que encuentra su plato fuerte en el memorable villano que compone un Ethan Hawke poderosísimo, tan temible como icónico en su caracterización bajo esa amenazante máscara sonriente de tres piezas. El actor realiza una interpretación antológica, donde la voz y la expresión corporal son sus verdaderas armas, ya que el atuendo apenas deja ver su rostro completo, mientras que el pulso interpretativo que mantiene con el joven Mason Thames logra ser lo suficientemente electrizante, gracias a que el chico consigue estar a la altura de las circunstancias en un trabajo más que decente. Ahora bien, la ambición de Black Phone hace que trate de abarcar demasiadas cosas a la vez y de algunas sale mejor parada que de otras. Como thriller de secuestros es ciertamente tenso y su atmósfera es adecuadamente asfixiante, al tiempo que transmite auténtica sensación de peligro. El drama humano también funciona como un reloj, gracias a las estupendas interpretaciones de todo el reparto, donde destaca una soberbia Madeleine McGraw como la valiente (esto la hace una antítesis de su hermano) Gwen, que aporta esa luz idónea a una oscura historia urgentemente necesitada de ella.

    Es a través de este personaje donde el filme de Derrickson abraza esa particularidad necesaria que le haga distinguible de tantas otras propuestas similares. Y es que Gwen posee un don para la clarividencia, con sueños que parecen querer hablarle del asesino y del lugar donde oculta a los niños, en la mejor tradición del maestro Stephen King, con el pequeño Danny de El resplandor como más cercano exponente. Para rizar el rizo, la presencia en el sótano donde permanece encerrado Finney de un teléfono negro, aparentemente desconectado, que se convierte en improbable medio de comunicación entre el chico y los espíritus de las anteriores víctimas, funciona como atractiva subtrama de almas en pena, sedientas de venganza, muy en la línea de El último escalón (David Koepp, 1999), pero no deja de ser un elemento más efectista que verdaderamente necesario. Es por ello que Black Phone, pese a ser una buena (notable en algunos aspectos) película de género, no consigue ser lo necesariamente compacta para lograr esa trascendencia que sí tuvieron El exorcismo de Emily Rose o Sinister. Su apuesta por el terror psicológico es potente (mucho más que la de su faceta sobrenatural, más forzada), tanto como su esmerada puesta en escena, con ese sótano en el que se respira muerte en cada esquina, y la inteligente dosificación del suspense, que sabe repartir con eficacia el protagonismo entre los dos hermanos en sus dos tramas paralelas. Puede presumir de ser la mejor adaptación al cine, hasta la fecha, de una obra de Hill –desbancando al segundo lugar a la reivindicable Cuernos (Alexandre Aja, 2013)–, y nadie duda que sea una de las citas obligadas de este 2022 para quienes disfruten del cine de terror de calidad, pero, objetivamente, no deja de ser un sucedáneo algo menor de It –otra historia que profundizada en los terrores infantiles de niños obligados a madurar demasiado pronto, tan bien adaptada en el díptico de Andrés Muschietti, además–, con cuyo villano, el mítico Pennywise, el asesino en serie Grabber de Hawke comparte inquietantes momentos con globos para atraer a sus presas. Eso sí, el Derrickson turbio de Sinister demuestra que sigue sin casarse con nadie, mostrando el mal en estado puro y la violencia (más insoportable, si cabe, por ser cometida y sufrida por adolescentes) de una forma explícita, poco habitual en un producto de los grandes estudios. ⁜


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