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    Festival de Cannes 2018 | Día 4. Críticas: Girl, Les Filles du Soleil (Girls of the sun), Diamantino, Gueule d’ange (Angel face)

    Rendezvous avec Christopher Nolan

    Crónica de la cuarta jornada de la 71ª edición del Festival de Cannes.

    Comenzaba el encuentro cinematográfico con Christopher Nolan, uno de los realizadores a los que más páginas y horas de estudio hemos dedicado en esta revista, discutiendo las ventajas e inconvenientes del formato digital con respecto del analógico. Según Nolan, lo que mejor le funciona a él es aprovechar toda la potencia visual que permite el digital, sin perder de vista la perspectiva analógica, es decir, planteando cada escena como si pudiera ser rodada con una pantalla verde, y combinando secuencias según fueran encajando en pantalla. Tras esto llega el momento de la pregunta obligada, aquella que lleva de cabeza a los estudiantes de cine y directores amateur, ¿cómo se aprende a dirigir? Puede que la respuesta no haya sido todo lo específica que a muchos les hubiese gustado, al fin y al cabo, no existe una fórmula infalible para la perfección de una disciplina, ni tan siquiera las famosas 10.000 horas de práctica. Lo único que podemos hacer para llegar a ser grandes cineastas es, dice el mismo hombre que creó El prestigio, hacer cine. No importa si gusta o disgusta, si tienes actores o muñecos, lo más significativo es filmar. Eso fue precisamente lo que hizo con Following, su primera película rodada con un equipo de aficionados, durante las tardes de los sábados porque todos ellos tenían otros trabajos con los que cumplir. Una teoría que parece muy similar a la que siempre ha defendido y popularizado Quentin Tarantino aunque, no malinterpretemos a los maestros, tener una buena base académica no hará daño a nadie. A partir del instante en el que cogemos la cámara para empezar a rodar, aprovecharemos todo cuanto haya a nuestro alcance. Y uno de los componentes que siempre ha usado Nolan en sus proyectos es a su propia familia, desde que escribiera, junto a su hermano, aquel guion de El prestigio, siempre ha colaborado con diversos miembros de su entorno en la creación de sus películas hasta llegar a las que le dieron la fama mundial y que compusieron la trilogía de el Caballero oscuro.

    Comentaba emocionado el proceso de creación de estos filmes, la base fundamental del cine negro que inspiró toda su filmografía y se haría especialmente notoria en estas tres obras en las que tomó a Bruce Wayne por lo identificable de este personaje con cualquier espectador y aficionado. Un superhéroe sin poderes capaz de ofrecer esperanza a todos aquellos que buscasen ver un sueño cumplido; un personaje que siempre ha fascinado al director y con el que, como es evidente, tuvo un vínculo incuestionable. Sobre las conexiones entre esta trilogía y la saga de James Bond, comentaba el realizador, existen ciertas relaciones evidentes en la forma de plantear el uso de la tecnología para combatir el crimen, pero sus diferencias en lo que respecta al desarrollo de los personajes principales son mucho más fuertes. Si él tuviera que citar la película de su filmografía que más se pareciese a las cintas del agente 007, nombraría sin duda a Origen. Terminaba el encuentro cinéfilo con una excelente alusión a Dunkerque como una de sus películas más conectadas con la música. De hecho, él mismo la ha descrito como una larga pista musical con dos pequeñas pausas, correspondientes a la separación entre episodios. Algo que lograría llevar a la excelencia con la ayuda de un tal Hans Zimmer.

    Prólogo: Alberto Sáez Villarino.
    Críticas de Les filles du soleil: Alberto Sáez Villarino.
    Críticas de Girl, Diamantino y Angel face: Víctor Blanes Picó.

    GIRL

    Lukas Dhont, Bélgica | UN CERTAIN REGARD.

    Decía la bailarina estadounidense Ruth Saint Denis que la danza era un medio de comunicación «entre el cuerpo y el alma para expresar lo que es demasiado profundo, aquello que es demasiado sutil para decir con palabras». Al fin y al cabo, el cuerpo es la cárcel del alma, de nuestros pensamientos, sentimientos, de todo lo que somos. En ese sentido, el cuerpo puede significar la libertad para expresarlo todo o una cárcel que nos anula por completo como seres humanos. La ópera prima del jovencísimo realizador belga Lukas Dhont habla justo de eso, de la necesidad de sentir que nuestro cuerpo nos pertenece, que somos dueños de él del mismo modo que podemos casi tocar nuestras emociones. Para ello, narra la historia de Lara, una joven adolescente que está llevando a cabo dos procesos de transformación corporal: por un lado, su formación como bailarina implica llevar su cuerpo al límite; por otro lado, acaba de iniciar el proceso hormonal para que su cuerpo reflejo su verdadero género.

    El cine ha tratado normalmente la transexualidad a través del contraste entre la mirada personal y el rechazo del entorno o centrándose en el mundo desinhibido y colorido que los tópicos se han esforzado en aplicarle. Sin embargo, la mirada de Dhont en Girl es totalmente diferente. La historia de Lara se trata siempre en primera persona, prestando atención al desarrollo interior de la protagonista. Se elimina por completo cualquier atisbo de conflicto familiar (su padre le apoya, la acompaña en el proceso, trata de entender todo lo que le ocurre, se preocupa por sus sentimientos) y evita ensañarse con los conflictos con el entorno (las escenas de bullying o algunas reacciones se muestran como algo propio de una sociedad todavía por madurar). De este modo, lo que queda es Lara. Ella es la película. Está en cada escena. La imagen la acompaña en cada paso, la cámara baila con ella en cada ensayo, siempre muy cerca. Dhont evita encorsetar su puesta en escena para dotar a las escenas de ballet de un movimiento envidiable, dando así dinamismo y soltura a la película. Son las escenas en la escuela de danza las que nos demuestran la pericia del director como narrador en imágenes. Esa tortuosa dicotomía entre las heridas físicas del ballet y el proceso de cambio y aceptación de su cuerpo está representada con una brillante sutileza y sensibilidad. Girl huye del morbo sin renunciar a mostrar lo necesario para su historia porque es capaz de trabajar desde el profundo respeto y honestidad. Pero su retrato intimista no sería el mismo sin la interpretación de Victor Polster. En su delicada precisión emocional vemos el doloroso camino interior que debe recorrer Lara. Un trabajo complicadísimo que recae sobre este joven intérprete de 16 años que fue escogido tras un casting donde el director no buscaba de inicio a un actor o a una actriz, sino que estaba abierto a toda persona joven de entre 15 y 17 años que pudiera bailar y actuar. Este detalle no deja de ser otro ejemplo más del minucioso trabajo del director a todos los niveles. Por ello, el resultado es una obra sorprendente y magnífica (no en vano, recibió una enorme ovación en su primer pase de prensa en Cannes) que es capaz de contar el hiriente diálogo de una joven con su propio cuerpo con un realismo que escapa de la crueldad para centrarse en lo verdaderamente humano. Brillante. 95|100

    2018. Bélgica, Países Bajos. Dirección: Lukas Dhont. Guión: Lukas Dhont, Angelo Tijssens. Fotografía: Frank van den Eeden. Música: Valentin Hadjadj. Montaje: Alain Dessauvage. Intérpretes: Victor Polster, Arieh Worthalter, Katelijne Damen, Valentijn Dhaenens.

    LES FILLES DU SOLEIL (GIRLS OF THE SUN)

    Eva Husson, Francia | COMPETICIÓN.

    El pueblo Kurdo ha cobrado, a lo largo de los últimos años, una importancia mayúscula al convertirse en una de las más relevantes líneas defensivas contra el avance de los yihadistas en el norte de Irak y Siria. Por este motivo, han sido reconocidos como aliados por las potencias occidentales en la guerra contra el Estado Islámico. Pese a que la participación de las mujeres en el ejército es significativamente superior de lo que cabría esperar en un entorno de marcado machismo, estos datos resultan engañosos si los asumimos como una muestra de igualitarismo o integración en una sociedad ecuánime ya que, lamentablemente, el papel de la mujer en la guerra está supeditado a una estrategia militar urdida por los hombres para usar a sus combatientes femeninas con dos fines específicos: bien como kamikazes –11 de los 15 ataques suicidas cometidos por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) desde 1996 fueron realizados por mujeres–, o como arma psicológica, y aquí es donde viene lo más interesante de todo –y donde Girls of The Sun pierde una gran oportunidad para emerger a modo de propuesta feminista y crítica aceptables–, que supone usar la religión como arma de doble filo. Los soldados del Estado Islámico creen que si mueren en combate a manos de una mujer, sus almas arderán en el infierno y perderán todos los privilegios prometidos por el Corán para los aguerridos soldados de la fe, como las 72 vírgenes que los versos coránicos ofrecen como recompensa a la lucha. Gracias a esta convicción, la presencia de una mujer en la batalla funciona al igual que una de las mayores armas psicológicas que puedan utilizarse, ya que muestra a los adversarios la posibilidad, antes inaudita, de morir sin honor y sin premio. Por este motivo, las combatientes del grupo terrorista kurdo YPG acuden a la batalla con maquillaje, tratando así de acentuar su feminidad e imponer un miedo mayor al ejército del ISIS. Sobre ellas descansa una leyenda maldita, son la representación diabólica de un porvenir deshonroso para alguien cuya lucha es principalmente religiosa. Su preparación militar ha sido tan dura como la de cualquier hombre, pese a ello, luchan como mujeres para condenar a sus enemigos. Se crearon batallones conformados íntegramente por mujeres con el fin de atormentar, crear terror, y debilitar a los seguidores del ISIS para que terminasen por cometer el error que les costara la vida o, simplemente, retrocediesen por temor a una condena ignominiosa.

    Eva Husson toma la historia real de las mujeres y niñas kurdas explotadas sexualmente, y la lleva al terreno bélico al presentar a Bahar, una abogada convertida en soldado tras presenciar el asesinato de su marido, el rapto de su hijo y su propia retención como esclava sexual. El problema es que la directora recurre al uso de la analepsis para subrayar detalles de la trama que se dan por supuestos y para acentuar de forma excesiva aspectos muy sentimentales y tramposos que, junto a un acompañamiento musical poco acertado, nos llevan a un producto demagógico y sin profundidad que se pierde en su pretensión. Entendemos que este afán de exageración dramática deviene de la intención de dejar claro un punto de vista de indignación absoluta, con la mala fortuna de que, por su incorrecto tratamiento, incurre en todo lo contrario, pues la fuerza que venía dada por la misma propuesta y la historia inicial del grupo de luchadoras, se ve mermada por la falta de protagonismo de esas guerreras en busca de libertad, para centrar sus esfuerzos en una madre desesperada en busca de su hijo. En 1991, Leyla Zana juró el cargo de diputada en kurdo, fue la primera mujer en hacerlo y tuvo que pagar 11 años de sentencia por apología del terrorismo. Otra mujer kurda, una soldado a quien llamaban la Angelina Jolie kurda, fue recientemente asesinada cuando buscaba triunfar en una desigual batalla; todas estas mujeres vienen a reivindicar que su lucha no ha sido en vano y, en ciertos momentos, esta película logra hacernos entender su perspectiva, sin embargo, cada flashback y cada diálogo mal planteado y perdido en un mar de reproches sin recapacitar, tira por tierra un trabajo que podría haber hecho mucho ruido y, en su lugar, sólo ha dejado gritos y pataletas de protesta de los exaltados de siempre. 40|100

    Francia, 2018. Título original: Les filles du soleil (Girls of the Sun). Director: Eva Husson. Guion: Eva Husson. Duración: 120 minutos. Edición: Emilie Orsini. Fotografía: Mattias Troelstrup. Música: Morgan Kibby. Productora: Coproducción Francia-Bélgica-Georgia-Suiza; 20 Steps Productions / Arches Films / Backup Media / Bord Cadre Films / Gapbusters / Maneki Films / Wild Bunch. Intérpretes: Golshifteh Farahani, Emmanuelle Bercot, Erol Afsin, Arabi Ghibeh, Behi Djanati Atai, Zübeyde Bulut. Presentación oficial: Cannes Film Festival, 2018.

    GUEULE D'ANGE (ANGEL FACE)

    Vanessa Filho, Francia | UN CERTAIN REGARD.

    Llega un momento en la ópera prima de Vanessa Filho que lo inverosímil se abre camino en la narración: Elli, una niña de apenas 11 años, puede pasar varios días sola en casa, vagando por las calles, emborrachándose y sin acudir a la escuela sin que intervengan, al menos, la policía o los servicios sociales. Cierto es que si midiésemos con la vara de la verosimilitud todas las películas, más de la mitad no pasarían el corte. El problema estriba cuando ni lo que se cuenta ni la forma de contarlo logran hacernos olvidar este concepto. Gueule d’ange nos habla de una madre mala. Malísima. Horrible. La peor. Y la directora se encarga de dejárnoslo claro durante sus casi dos horas de duración. Mucho peor que ensañarse con su protagonista es hacerlo simplemente porque sí e invitando al público a que emita juicios de valor negativos en cada fotograma. Es lo que parece pretender Filho con esta historia de una madre que prefiere emborracharse, salir de fiesta hasta las tantas (incluso llevándose a Elli a la discoteca) o ver la televisión a ocuparse de su hija. Esa «cara de ángel» a la que hace referencia el título ni siquiera le sirve para ablandarse y cambiar sus hábitos («¡Qué poca vergüenza!» nos grita una y otra vez la directora). De este modo, la película entra en bucle, llevando a la pequeña hacia la perdición hasta encontrarse con su previsible salvador, un joven rechazado por su padre. Y así, en un constante ir y venir, la película no va a ninguna parte. Ni siquiera Marion Cotillard, el principal reclamo de la cinta, logra salvar del desastre a este melodrama por culpa de un guion empeñado en machacar y torturar a una niña a costa de la mala praxis de su madre y, al final, nos acaba torturando a todos. 20|100

    2018. Francia. Dirección: Vanessa Filho. Guión: Vanessa Filho, Diastème. Fotografía: Guillaume Schiffman. Montaje: Sophie Reine. Música: Olivier Coursier. Intérpretes: Marion Cotillard, Ayline Aksoy-Etaix, Alban Lenoir, Amélie Daure, Stéphane Rideau.

    DIAMANTINO

    Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt, Portugal | SEMANA DE LA CRÍTICA.

    Por mucho que se nos avise al inicio, resulta francamente imposible no establecer conexiones con un personaje real tras los primeros minutos de Diamantino, dirigida por Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt. Diamantino es la estrella del futbol portugués, un hombre rico, altamente musculado, al que todo el mundo adora, sobre el que recae el peso de la selección en el Mundial, que vive rodeado de su familia en una enorme mansión. Como decíamos, es imposible no pensar en Cristiano Ronaldo. Sin embargo, ese es solo el punto de partida. La locura que nos presentan los dos directores lusos incluye gigantes perros peludos correteando por el terreno de juego, experimentos que hacen que le crezcan los pechos al futbolista o complots institucionales para clonarlo y ganar el Mundial como estratagema ultranacionalista. Parece que la imaginación de los realizadores no tiene límites, y es por eso que cuanto menos nos tomemos en serio cada uno de los inverosímiles y chanantes giros de guion más podremos disfrutar de su enloquecimiento. El único pequeño problema es que son ellos mismos los que parecen tomarse algo en serio todo el tema con el trasfondo político al que someten a la historia. La cinta se abre hablando del símil entre las pinturas eclesiásticas y el fútbol: la representación de figuras e imágenes divinas tiene el mismo efecto adormecedor sobre las masas que el espectáculo del fútbol. De este modo, una iglesia y un estadio acaban siendo lo mismo, espacios de culto a la fe propia de cada tiempo. Diamantino, completamente aislado de la realidad, descubre lo que son los refugiados una tranquila mañana desde su yate, cuando una barcaza se cruza con ellos. Ahí es cuando decide adoptar a uno de ellos para darle tanto amor como a él le daba su padre recién fallecido. Pero el gobierno infiltra a una de sus empleadas como refugiada para que espíe el posible blanqueo de capitales del futbolista mientras sus malévolas hermana gemelas lo engañan para que participe en el experimento de clonación y quedarse así con todo su dinero. Toda esta amalgama de personajes llevados al límite y situaciones inverosímiles, en lugar de dejar al espectador fuera de juego, acaban con una abultada derrota con todos los goles en propia puerta. Pensemos en Okja, de Bong Joon-ho, que también daba rienda suelta a la locura pero lograba controlarse para que su sátira tuviera un poco de sentido y así lograr poner el dedo en la llaga. O Zoolander, que se entrega por completo la comedia gamberra para construir un personaje absurdo. Por el contrario, Diamantino parece quedarse a medio camino de ambas propuestas. Al incluir refugiados, proyectos de muros fronterizos y otras lindezas de la actualidad política, la buscada caricatura se queda en una simple risotada grotesca con algunos momentos lúcidos y brillantes, eso sí, pero que en conjunto acaba siendo bastante descafeinada. 55|100

    2018. Portugal, Francia, Brasil. Dirección: Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt. Guion: Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt. Fotografía: Charles Ackley Anderson. Música: Ulysse Klotz, Adriana Klorz. Montaje: Raphaëlle Martin-Hogler, Gabriel Abrantes, Daniel Schmidt. Intérpretes: Carloto Cotta, Cleo Tavares, Anabela Moreira, Margarida Moreira, Carla Maciel, Filipe Vargas.


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