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    Crítica | Un lugar tranquilo

    Bring thee to meet his shadow

    Crítica ★★★★ de Un lugar tranquilo (A Quiet Place, John Krasinski, EE.UU., 2018).

    Una familia se reúne para desayunar, comen en silencio mientras se lanzan alguna esporádica sonrisa o asienten adormecidos con gestos instintivos. Tras la ingesta de alimentos, comienzan a recoger la mesa; nadie ha dicho ni una palabra hasta el momento y, sin embargo, esta peculiaridad no nos extraña ni nos llama la atención pues, en nada difiere de nuestro comportamiento introvertido habitual hasta que, ahora sí con gran perplejidad, caemos en la cuenta de que ninguno de ellos lleva su Smartphone en la mano. ¿A qué se debe entonces esa ausencia de retórica si no se justifica con la comunicación remota, la actualización de redes sociales o el aprendizaje de las tendencias del día? Mucho se ha especulado sobre la fidelidad de la nueva película de John Krasinski, Un lugar tranquilo, a los esquemas básicos de la ciencia ficción como un género carente de segundas intenciones en su mensaje; sin embargo, desde el surgimiento de las vanguardias artísticas y la elocuente defensa que Charles Baudelaire hizo de las nuevas formas de expresión, hemos de asumir que cualquier autor moderno ha de estar hablando de su tiempo y no, como ocurría con el arte clásico, de un período pasado e idealizado. Por este motivo nos resulta presumible que el director, utilizando como herramienta el thriller psicológico de terror, se refiere a la inminencia de un mundo carente de interacción sonora o, lo que parece más apropiado, a una fábula postapocalíptica sobre la supresión del sonido. En cualquier caso, este sería un apartado secundario y más destinado a la reflexión individual del espectador que a un análisis cinematográfico propiamente dicho acerca de una película que parece seguir la reciente tendencia hacia la afiliación creativa y financiera en un género que, hasta hace muy poco, quedaba reservado casi en exclusiva a un sector juvenil del público con más interés en sentir la ansiedad emocionante, característica del miedo pasajero, que en encontrar un producto consistente sobre un entorno terrorífico.

    Un rótulo inicial aparece en pantalla manifestando que nos encontramos en el día 89. No se revelan más datos al respecto, no habrá ninguna maniobra típica esclarecedora, como los manidos flashbacks aclaratorios que muestran qué interrumpió, y de qué manera, la ordinaria vida de los ciudadanos para convertirlos en silentes supérstites. Así, mediante una estrategia de descubrimiento, el espectador irá haciendo cábalas, unas más acertadas que otras, respecto a la naturaleza de esa amenaza y el proceso de adaptación que ha tenido que afrontar la familia Abbott. Sin intención alguna de explicar el origen o la hipotética y desastrosa primera toma de contacto con los humanos, la cinta comienza con un prólogo que dejará claro que nos encontramos en un entorno en el que no hay cabida para los “no aptos”, sólo sobrevivirán aquellos que entiendan y comulguen con la filosofía ninja de comunicación e interacción silenciosa. Aparentemente nos encontramos en un futuro próximo en el que los seres humanos han sido exterminados por una fuerza superior y misteriosa que se manifiesta y ataca cuando existe un sonido. Gracias a una serie de pistas, propias de las tramas sobre un catastrófico fin del mundo, como la desolada visión de calles vacías, comercios saqueados o titulares de periódico premonitorios, captamos rápido la premisa principal y así, el director, evita tener que elaborar un prólogo demasiado extenso y sobreexplicativo.

    «La particularidad de Un lugar tranquilo reside en que todo el metraje, casi una hora y media de duración, transcurre en este ambiente de tensión silente e irrespirable que hace de la existencia un angustioso ejercicio de supervivencia, sobre todo al comprobar, gracias a la pericia dramatúrgica de Krasinski, lo difícil que es llevar una vida relativamente normal evitando cualquier tipo de ruido».


    Todo transcurre con una estética minimalista y una semántica rica en aliteraciones y saltos entre líneas. La estrategia narrativa del filme es muy similar a la que llevan a cabo la mayoría de películas de terror en aquellas escenas puntuales, próximas al desenlace, en las que la gravedad dramática se ve incrementada de forma desmesurada a consecuencia de una peligrosa amenaza que acecha a los protagonistas, ocultos y aterrados, y cualquier sonido, por mínimo que éste fuera, podría delatarlos y condenarlos a una muerte atroz. La particularidad de Un lugar tranquilo reside en que todo el metraje, casi una hora y media de duración, transcurre en este ambiente de tensión silente e irrespirable que hace de la existencia un angustioso ejercicio de supervivencia, sobre todo al comprobar, gracias a la pericia dramatúrgica de Krasinski, lo difícil que es llevar una vida relativamente normal evitando cualquier tipo de ruido. No tardaremos en percatamos de que Regan, la hija mayor, es sorda; este impedimento no parece algo de lo que preocuparse en un principio, hasta podría considerarse como una ventaja en el proceso de adecuación al nuevo hábitat hostil ya que la familia conocía previamente, a consecuencia de esta particularidad, un lenguaje de signos eficaz mediante el que comunicarse sin la necesidad del habla. Sin embargo, en el primer tropiezo, accidente o crujido leve de una madera al ser pisada, recaeremos en la cuenta de que en un mundo donde el sonido está prohibido, es tan importante no hacer ruido como tener la certeza de no estar haciéndolo y, puesto que la niña carece del sentido del oído, la tarea de supervivencia se compromete en gran medida. Con el fin de reducir de forma sustancial cualquiera de estos contratiempos involuntarios, la familia ha ido construyendo una serie de sofisticadas guías de acceso y senderos, definidos de manera visual, por los que desplazarse con la seguridad de amortiguar el impacto de pisadas o cualquiera de las acciones diarias cuya supresión absoluta de sonoridad es imposible.

    «Krasinski consigue revitalizar el thriller psicológico y situarlo como uno de los géneros emergentes más cotizados por el consumidor medio, y lo hace con una refrescante propuesta que se enfrenta a todo lo que se había visto hasta la fecha en materia de resistencia apocalíptica, hasta el punto de reducir la batalla armada contra los enemigos a la detonación de un solo disparo».


    Con esta premisa ejerciendo de catalizador de toda la acción y tras un período de adecuación de 472 días a las nuevas exigencias sensoriales del entorno, el filme presentará una nueva disyuntiva que promete desafiar a toda la red de seguridad acústica construida por los Abbott: el embarazo de Evelyn. Poco a poco, con el paso de cada escena, el espectador va resolviendo una a una todas las dudas que tenía de cómo podría ejecutarse satisfactoriamente un parto silencioso; la creatividad en este punto llega hasta cotas insospechadas, al tiempo que nos sitúa en el instante álgido de la claustrofobia. Todo parece pensado hasta el último detalle para que este bebé llegue al mundo sin romper la siniestra placidez del entorno. Por supuesto, con lo único que no había contado Lee y su familia era con el factor sorpresa y lo imprevisto, algo que obligará a los protagonistas a cambiar su detallado plan de supervivencia por un rápido boceto de improvisación en el desenlace definitivo, ese momento en el que estallará por completo toda la tensión acumulada durante gran parte de la película en un grito incontrolable que destroce en pedazos la densa quietud que se había apoderado del ambiente tras más de un año ajeno a cualquier ruido. Krasinski consigue revitalizar el thriller psicológico y situarlo como uno de los géneros emergentes más cotizados por el consumidor medio, y lo hace con una refrescante propuesta que se enfrenta a todo lo que se había visto hasta la fecha en materia de resistencia apocalíptica, hasta el punto de reducir la batalla armada contra los enemigos a la detonación de un solo disparo. Lejos quedaron los héroes hipertrofiados, las exigencias físicas desmedidas o las ráfagas de balas atravesando cuerpos aparentemente indestructibles de seres invulnerables, la perduración de la especie humana en el cine posmoderno pasa por una resistencia pasiva y la preponderancia del intelecto sobre la fuerza. Un lugar tranquilo pone de manifiesto que todavía es posible hacer buen cine, aceptando financiación de grandes productoras y sin dejar que por ello se pierda la esencia y la sublime sencillez de la idea original. | ★★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Dublín


    Ficha técnica
    Estados Unidos, 2017. Título original: A Quiet Place. Director: John Krasinski. Guion: Scott Beck, Bryan Woods, John Krasinski (Historia: Bryan Woods, Scott Beck). Duración: 95 minutos. Edición: Christopher Tellefsen. Fotografía: Charlotte Bruus Christensen. Música: Marco Beltrami. Productora: Platinum Dunes / Sunday Night. Distribuida por Paramount Pictures. Diseño de vestuario: Kasia Walicka-Maimone. Diseño de producción: Jeffrey Beecroft. Intérpretes: Emily Blunt, John Krasinski, Millicent Simmonds, Noah Jupe, Cade Woodward, Leon Russom, Doris McCarthy. Presentación oficial: South by Southwest Film Festival, 2018.


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