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    Crítica | Peaky Blinders (T4)

    Rubente dextera

    Crítica ★★★★★ de la cuarta temporada de Peaky Blinders, de Steven Knight.

    En el poema épico El paraíso perdido (Paradise Lost, 1667), John Milton relata la historia de la urgente necesidad vengativa del mal contra el bien tras una primera guerra que aniquiló las esperanzas de Satán de gobernar en el cielo. El temible rey del Infierno se rinde a dar por perdido el paraíso, y abre el debate en el pandemónium para tratar el posible nuevo enfrentamiento con sus antagonistas celestiales. Tomarán la palabra cuatro demonios que aportarán sus particulares puntos de vista sobre una presumible segunda guerra: Moloch, quien clama que es hora de levantarse de nuevo contra el cielo y tomar lo que les pertenece por pura maldad, Mammon, que prefiere optar por una solución más cómoda y rendirse a la imposibilidad de derrotar a Dios, Beelzebub, por su lado, presenta una estrategia para derrotar a sus hostigadores por medio de la perversión y la dominación de los habitantes de un nuevo mundo que está a punto de ser creado: La Tierra, y Belial, que pidió prudencia ante un rival en apariencia mucho más poderoso que los dejó bastante mermados en la primera guerra. Pese a lo convincente del discurso de este último, será la propuesta de Beelzebub la que impere y de ella surja la primera visita de Satán a la Tierra, seguido por Pecado, Muerte y acompañado por Caos. Nick Cave, en su popular canción Red Right Hand, alude a las palabras de Belial (v. 174) sobre esta supuesta mano implacable de Dios que podría derrotar y reducir a cenizas cualquier intento demoníaco de conquistar el Paraíso, por lo que la expresión vendría a referirse a la ira divina. El término llegó a popularizarse hasta convertirse en un Glamour Failure, un tropo clásico con el que se hace referencia a un personaje de habilidad sobrenatural que es incapaz –o simplemente no tiene intención– de ocultar.

    Steven Knight se lleva el concepto diabólico, presente en la cultura británica hasta el punto de formar parte de la bandera norirlandesa, a su obra maestra televisiva: Peaky Blinders, cuya relevancia metafórica alcanza ahora, con la cuarta temporada, el punto álgido de una intriga que no ha hecho sino crecer exponencialmente desde su estreno. Encontramos al comienzo de esta saga una familia rota desde sus mismos cimientos, erigidos desde innumerables generaciones de delincuentes sobre la ley de la calle y la confianza. Un inquebrantable vínculo de confraternidad que fue vulnerado por el líder, Thomas Shelby –fiel representación del mismo diablo, interpretado por un brillante Cillian Murphy–, al hacer un pacto con el gobierno para encarcelar a sus socios y hermanos a cambio de inmunidad en una estrategia maquiavélica que casi termina con toda su familia en la horca. Por suerte, en el último aliento, logró salvar a Polly, Arthur, John y Michael –aquí tenemos a los cuatro demonios– de la soga, en otra estratagema de mayor envergadura mediante la que, además, fue condecorado por la misma Casa Real con la Excelentísima Orden del Imperio Británico (OBE); sin embargo, para ellos, Tommy había muerto el día que les traicionó. El dolor incalculable y el desproporcionado odio hacia un enemigo común serían lo único que podría volver a unir al clan, algo que se materializará en el desenlace de un primer episodio providencial, definido no solo por un manejo sensacional de la trama y la acción, sino también por desarrollar un complejo y sofisticado sistema de presentación de personajes asombroso. Así, por medio de un montaje en paralelo, el director, David Caffrey, indaga en la procedencia y la letalidad de los enemigos a los que tendrán que hacer frente en esta ocasión los “jodidos” Peaky Blinders.

    «Las referencias al cine de mafiosos son inagotables, y no se quedan en la simple caracterización del clan Changretta, con sus trajes de rayas a medida y las Thompsons al hombro, sino en la persistencia de Tommy por escapar de los inicios turbulentos del pasado y dedicarse a la gestión de su imperio de forma lícita, con el problema de que siempre que cree estar fuera del camino criminal…»


    Desde los primeros compases de esta temporada advertiremos un notorio cambio procedimental mediante el cual, Knight opta por la scorsesización del relato. Dejando atrás la estrategia nolaniana de ruptura y resurgimiento del héroe empleada en la construcción del personaje en la tercera entrega, se adentra ahora en la cimentación de una violencia romántica duelística, por medio de la cual se llevará a cabo una apasionada confrontación de clanes propia de la representación clásica de la mafia italoamericana que el maestro Scorsese llevó a la excelencia allá por los años 90. El desafío se hace explícito cuando cada uno de los integrantes de la familia Shelby recibe una misteriosa felicitación navideña firmada por “la mano negra”. Desde ese momento la ficción nos prepara para un pulso entre los seguidores de la “Red Right Hand” y la “Black Hand” que pondrá en evidencia, al menos en un principio, la vulgaridad de los delincuentes británicos frente al desproporcionado poder militar de los italianos. Las referencias al cine de mafiosos son inagotables, y no se quedan en la simple caracterización del clan Changretta, con sus trajes de rayas a medida y las Thompsons al hombro, sino en la persistencia de Tommy por escapar de los inicios turbulentos del pasado y dedicarse a la gestión de su imperio de forma lícita, con el problema de que siempre que cree estar fuera del camino criminal… “They put me back in”, como solía decir Tony “Scarface” Montana en la frase popularizada por Silvio Dante en Los Soprano.

    Sólo la astucia y la inusitada predisposición a la maldad de los Shelby en su máxima expresión podría sacarles de lo que parece un exterminio familiar, pero para ello necesitan que todos los integrantes de la estirpe dejen atrás sus rencillas y se comprometan con la causa. Desafortunadamente, el vínculo unificador de todos ellos, la pieza fundamental que hace girar todos los engranajes de esa máquina perfecta del crimen, Polly, se encuentra fuera de juego por la conmoción causada por su condena a muerte interrumpida in extremis y, sin esa pieza, la familia parece incapaz de trazar un plan lo suficientemente poderoso como para acabar con el sindicato mafioso capitaneado por el mal-encarado Luca Changretta, interpretado por un siempre convincente Adrien Brody. Además, el brazo ejecutor, Arthur, tratando de rehacer su vida y enterrar su inherente naturaleza salvaje, se ha dedicado al cultivo de hortalizas desde que salió de prisión, por lo que deberá enfrentarse a una nueva lucha interna cuando sufra un inesperado y desagradable golpe moral. En ese momento, su cerebro volverá a traerle a la memoria los traumas de la guerra y los fantasmas del pasado que se agolparán a las puertas de su conciencia hasta que consigan derribarlas a patadas y prender fuego a ese metafórico huerto que simbolizaba la esperanza de un futuro alejado de la maldad; la adicción a la violencia y a la cocaína se apodera del mayor de los hermanos, más enajenado que nunca, hasta quedar desenmascarado de toda humanidad para reconvertirse en el sicario implacable que siempre ha sido; sin duda, un personaje que no defrauda.

    «Cuando hay apuestas deportivas de por medio, no puede faltar el cameo más ansiado de esta cuarta temporada, el empresario excéntrico más querido de la televisión moderna, interpretado por el que es, posiblemente, el mejor actor de su generación: Tom Hardy».


    Por si la situación feudal no fuera lo suficientemente complicada, cierta mañana se presenta en la oficina de Tommy una decidida joven dispuesta a dificultar más la vida del empresario. La líder sindicalista Jessie Eden, con gran arrojo e intrepidez, exige impertérrita frente a Thomas la igualdad salarial entre hombres y mujeres. A tenor de los últimos acontecimientos y el estrés acumulado por el protagonista, éste no presta mucha atención a la mujer y decide despacharla con una provechosa solución para él que indigna más a la sublevada, dispuesta a dirigir una huelga general devastadora. Con toda certeza, un personaje imprescindible para el trascurso de la trama y la comprensión absoluta del rol empresarial que pretende alcanzar nuestro héroe. Viendo que la situación se descontrola por momentos en el aspecto laboral y, teniendo en cuenta que la situación militar no se encuentra en su mejor momento, debido a bajas inesperadas y discordias internas, Tommy opta por solicitar los servicios del montaraz Aberama Gold, quien nos traerá una de las versiones más deslumbrantemente desagradables del psicópata irlandés por antonomasia: Aidan Gillen, un cazarrecompensas maleducado pero eficiente que pone en guardia al resto de los Shelby, quienes no ven con buenos ojos la intromisión de un bárbaro de semejante calaña en los asuntos de familia. En cualquier caso, el astuto Aberama trae consigo a una joven promesa de la que Tommy ya pretende sacar provecho incluyéndolo en su lista de afiliados como la eminente esperanza del boxeo profesional de los bajos fondos. Por descontado, cuando hay apuestas deportivas de por medio, no puede faltar el cameo más ansiado de esta cuarta temporada, el empresario excéntrico más querido de la televisión moderna, interpretado por el que es, posiblemente, el mejor actor de su generación: Tom Hardy. Y ojo a esta nueva aparición de Alfie Solomon, el judío más astuto y malhablado de toda Gran Bretaña quien, en un giro definitivo de los acontecimientos parece traicionar, si podemos usar este término para alguien que siempre se ha declarado hermano del mejor postor, a Tommy. En realidad, a pesar de las impresiones y desconciertos que siempre genera este ladino personaje, lo que está haciendo no es más que otra de sus jugadas maestras, con una proverbial sentencia conseguirá encaminar a Tommy hacia la solución de sus problemas y, además, pondrá remedio a unas pequeñas dificultades personales con las que no estaba dispuesto a lidiar por más tiempo, y sin poder detallar mucho esta hábil jugada del hilarante y entrañable Alfie, esperen a ver la última secuencia que cerrará este nuevo capítulo de una serie que no deja de sorprendernos gracias a la estratosférica progresión cualitativa de sus episodios.

    «Victoria o derrota son dos términos demasiado ambiguos como para analizar un desenlace de esta magnitud en una dicotomía semejante; en cualquier caso, ya se ha confirmado una quinta temporada con un nombre resonando en lontananza como epítome de esa combinación de violencia, romanticismo, criminalidad, dinero y poder: Alphonse Capone».


    El universo de los Peaky Bilnders vuelve a presentar una sobresaturada escena de gran contraste cromático en su imagen y un acompañamiento protagonista de la banda sonora que formará una parte decisiva de la narrativa en un esfuerzo por dramatizar de forma deliberada el escenario, para aportar una mayor resonancia a las desmesuradas acciones de los personajes, las cuales, de alguna forma, ya forman parte del proceso asimilativo del asiduo espectador como normalidad escénica de un entorno que roza el steampunk y se adapta sin mayor problema –gracias a ese sonido persistente y melódico que ya es un elemento más de la mise-en-scène–, al resto de las piezas narrativas. A través de un sugestivo esfuerzo de producción audiovisual, los realizadores han logrado que la sonoridad de Nick Cave sea absorbida de manera natural por el ruido diegético del relato, fundiendo ambos en una pista de audio de indescriptible seducción. El realizador continúa mostrando predilección por la alteración dramática de la secuenciación en una cámara lenta de presumible estética coreográfica con la que consigue un acompañamiento muy adecuado para las escenas iniciales, en las que los personajes caminan desafiantes por las calles de Birmingham al compás de la mencionada banda sonora. Mediante estas secuencias, Knight pretende indagar en los conflictos internos y los devaneos éticos de sus héroes, al tiempo que incrementa la espectacularidad estética de cada escena. Así, la brusquedad en los cambios entre un acto rápido a uno lento, refleja con gran prudencia los altibajos anímicos de los Shelby, aparentemente acorralados por los italianos en algunos episodios, y muy resolutivos en la anticipación a cada movimiento de sus enemigos en otros. Así llegaremos al desenlace de la temporada, marcado, como ya viene siendo habitual, por un gran evento deportivo que servirá de catalizador de toda la acción y focalizará el gran duelo final, interrumpido en capítulos previos por diferentes contingencias, en un cuadrilátero de boxeo que servirá de referente alegórico para la lucha entre David y Goliat. El final ya estaba escrito, aunque no lo veremos venir hasta el último minuto de la serie gracias a los certeros giros de guion con los que Steven Knight ha jugado a engañarnos hasta la culminación dramática. Victoria o derrota son dos términos demasiado ambiguos como para analizar un desenlace de esta magnitud en una dicotomía semejante; en cualquier caso, ya se ha confirmado una quinta temporada con un nombre resonando en lontananza como epítome de esa combinación de violencia, romanticismo, criminalidad, dinero y poder: Alphonse Capone. | ★★★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Dublín


    Ficha técnica
    BBC2 | Reino Unido, 2013. 4 temporadas/24 episodios. Creador: Steven Knight. Director cuarta temporada: David Caffrey. Guion: Steven Knight, Toby Finlay, Stephan Russell. Fotografía: Cathal Watters. Música: Mearl, Martin Phipps. Montaje: Christopher Barwell, Mark Eckersley, Matthew Cannings, Mark Davis. Reparto: Cillian Murphy, Tom Hardy, Adrien Brody, Sam Neill, Helen McCrory, Paul Anderson, Annabelle Wallis, Iddo Goldberg, Sophie Rundle, Joe Cole, Ned Dennehy, Benjamin Zephaniah, Ian Peck, Tony Pitts, Packy Lee, Harry Kirton, Natasha O'Keeffe, Paul Chadwick, Finn Cole.


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