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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Mal genio

    Eterno Godard

    Crítica ★★★ de Mal genio (Le Redoutable, Michel Hazanavicius, 2017).

    El Festival de Cannes es sinónimo de lujo y prestigio, tanto para quienes presentan en él sus películas como para quienes acuden a visionarlas, pero muchas veces se torna en grotesca pesadilla para unos y en espectáculo circense para otros, dada la inevitable frustración de expectativas que se libera en forma de abucheos y descalificaciones… las cuales todo sea dicho a veces vienen prefabricadas, sin responder a la presunta calidad o falta de ella del producto que se puede haber exhibido. En suma, del fervor crítico de la Croisette nadie queda a salvo: todo director, productor o actor, cualquiera que sea la filmografía o los galardones que haya acumulado, asume el riesgo de perder el favor de sus seguidores al acudir a este evento. Que se lo digan si no a Michael Haneke, que hasta este año parecía intocable y tuvo que sufrir hace unos meses la cuando menos displicente respuesta del público ante su última obra, Happy End. En realidad sí hay una excepción históricamente comprobable, donde la venerable anticipación del espectador “tipo” de este certamen se impone a los desconfiados marginales, y es la de Jean-Luc Godard. El octogenario cineasta estuvo hace tres años por estas lides con Adiós al lenguaje (Adieu au langage, 2014), y cuenta la crónica que poco antes del pase de prensa se oyó un grito aislado pero secundado por un murmullo de aprobación, clamando larga vida al maestro francés. Hito de la Nouvelle Vague, revolucionario y poeta, su figura es además indisociable de este festival, por mucho que contribuyera al cierre anticipado de su edición de 1968, con ocasión de la revuelta de mayo de ese año.

    Al mismo se remonta el homenaje que le ha brindado Michel Hazanavicius (oscarizado por The Artist en 2012 y luego también denostado en su siguiente paso por Cannes con The Search en 2014), si bien el metraje arranca un poco antes, durante el rodaje de La chinoise (1967), y termina algo después, durante la filmación de Le vent d’est (1970). Más precisamente, estamos ante una adaptación del libro de Anne Wiazemsky (Stacy Martin), protagonista de la citada cinta de 1967 y esposa de Godard (Louis Garrel) durante esta época, por lo que desde un principio la narración pretende ofrecernos ambas perspectivas. En el mentado set, primero vemos al director observando la acción grabada por un traveling mientras oímos la voz en off de su actriz; y luego se nos muestra el contraplano con la acción que está siendo grabada, la de un plano suyo leyendo mientras escuchamos en off las reflexiones del cineasta. Sin embargo, enseguida esta dualidad se va rompiendo mediante una discutible objetivación del personaje femenino. Así poco después vemos a los dos conviviendo en su apartamento, pero ahora nos interesa más la mirada de él sobre ella, a menudo demasiado ligera de ropa. El dato es acorde a un tiempo de fin de la censura y a la fascinación que por esta mujer sentía su jefe primero y marido después, pero no concuerda con la igualdad de condiciones en que deberían situarse ambos personajes, ni sobre todo con la inevitable actualización sobre la que debería orquestarse el relato.

    «Mal genio lleva a cabo un diálogo no sólo con el espectador sino consigo misma, pasando de lo banal a lo trágico y saltándose varias veces en ambos sentidos la línea de lo políticamente incorrecto. El problema es que esta heterogeneidad impide que se erija un discurso con valor propio…»


    Ahora bien, las cosas no son tan sencillas. Hazanavicius y su equipo se cuidan de acentuar la localización inherente a estos coloridos años sesenteros de cambio y movilización, a la vez que hacen constantes guiños a la obra contemporánea o más bien pasada de Godard (lejos en cambio de sus propuestas más recientes, mucho más opacas y menos juguetonas). Es el caso de la mirada interpelativa de Pierrot el loco (Pierrot le fou, 1965), la imagen en negativo de Alphaville (Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution, 1965) o los jump cuts de Al final de la escapada (A bout de souffle, 1960). Esta suma de elementos, combinados con una estructura episódica y fragmentada, resulta más en un ensayo o experimento que en una historia independiente y al uso. Y es que la intención es ante todo calcar el estilo de una película de Godard a la vez que recomponerla en un afán metalingüístico, evitando así lo anticuado de una propuesta que, por su meollo revolucionario, por naturaleza pide ser moderna. Por ello en una secuencia posterior vemos a los dos protagonistas desnudos, argumentando lo innecesaria que puede ser esta circunstancia pese a las exigencias del guion, e incluso más tarde ella rechaza despojarse de su vestimenta para su siguiente rodaje, a diferencia de su compañero de reparto que aparece sin pudor ni protección.

    Con este reverso, Mal genio lleva a cabo un diálogo no sólo con el espectador sino consigo misma, pasando de lo banal a lo trágico y saltándose varias veces en ambos sentidos la línea de lo políticamente incorrecto. El problema es que esta heterogeneidad impide que se erija un discurso con valor propio, más allá de la recolección de ideas sembradas aquí y allá que a menudo no van a ninguna parte. En otras palabras, funcionan mejor determinados momentos o escenas considerados por sí solos que un conjunto al que le falta cierto soporte dramático. Este lo proporciona casi en su totalidad la entrañable relación entre Godard y Wiazemsky, interpretados con acierto y gracia por Louis Garrel y Stacy Martin respectivamente, aunque de una forma un tanto monocorde, contagiándose del escaso avance narrativo de su historia. En cualquier caso, quedan esos instantes de auténtico genio, aún revelado a costa de la ignorancia de quienes lo presencian: así ocurre en una de las marchas parisinas de los jóvenes críticos del gobierno de De Gaulle, cuando uno de ellos se acerca a Godard, Wiazemsky y su amigo Michel Cournot, e irrumpe en una larga carcajada cuando este último dice que tiene pensado acudir a Cannes para dar a conocer su ópera prima Les gauloises bleues (1969). ¿Cómo se le va a ocurrir a alguien ir allí con todo lo que está pasando? Aunque entonces Godard asiente comprensivo, estamos al tanto de la hipocresía de la situación, prolongada hasta el momento actual en el que se podrían lanzar acusaciones similares… por lo que la buscada compenetración entre cine y política queda convertida en una contradicción más. | ★★★ |


    Ignacio Navarro Mejía
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Francia y Myanmar, 2017. Título original: Le Redoutable. Presentación: Festival de Cannes 2017. Dirección: Michel Hazanavicius. Guion: Michel Hazanavicius (basado en la novela de Anne Wiazemsky). Productoras: Les Compagnons du Cinéma / La Classe Américaine / France 3 Cinéma / StudioCanal. Fotografía: Guillaume Schiffman. Montaje: Anne-Sophie Bion y Michel Hazanavicius. Diseño de producción: Christian Marti. Decorados: Suzanne Arhex. Vestuario: Sabrina Riccardi. Reparto: Louis Garrel, Stacy Martin, Bérénice Bejo, Micha Lescot, Grégory Gadebois, Félix Kysyl, Arthur Orcier, Marc Fraize. Duración: 107 minutos.


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