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    Crítica | La montaña entre nosotros

    Amor bajo cero

    Crítica ★★★ de «La montaña entre nosotros» (The Mountain Between Us, Hany Abu-Assad, Estados Unidos, 2017).

    Resulta sintomático de los malos tiempos que corren para la creatividad y el riesgo que algunas de las últimas apuestas más rompedoras de los grandes estudios, sobradas de calidad y creatividad, como puedan ser los casos del último delirio de Darren Aronofsky Mother! o la largamente esperada continuación de Blade Runner emprendida por Denis Villeneuve -su recaudación durante su primer fin de semana está muy por debajo de las expectativas- no estén encontrando todo el apoyo que merecieran en la taquilla. Por eso, no es de extrañar que los productores cada vez se muestren más reacios a embarcarse en empresas arriesgadas y se limiten a jugar sobre seguro, entregando exactamente aquello que saben que la audiencia espera ver, sin sorpresas ni grandes alardes artísticos. Triste pero es así. La montaña entre nosotros (2017) pertenece a este tipo de cine prefabricado, fácilmente amortizable gracias a un presupuesto no demasiado abultado y la presencia de una pareja de estrellas de Hollywood carismática y de comprobado talento interpretativo como la formada por Kate Winslet e Idris Elba. Basada en una novela homónima de Charles Martin, la película es una predecible aventura de supervivencia en la que el romance va ganando terreno a la “acción” conforme van pasando los minutos, y que decepcionará a quienes esperen la típica peripecia catastrófica cargada de épica y situaciones límite que el cine nos ha regalado a través de obras como la clásica El vuelo del Fénix (Robert Aldrich, 1965) o la controvertida (se habló más del tema del canibalismo que de la cinta en sí) ¡Viven! (Frank Marshall, 1993). Partiendo de la base de que el material literario del que procede este filme no es nada del otro mundo, los guionistas Chris Weitz -nominado al Óscar porUn niño grande (Paul Weitz, Chris Weitz, 2002)- y J. Mills Goodloe, todo un especialista dramas sentimentales empalagosos como El secreto de Adaline (2015), poco margen han tenido para entregar una historia novedosa o con verdadero alma. Lo que se ve en el tráiler es lo que hay, ni más ni menos: un vehículo alimenticio para que sus protagonistas luzcan todas sus armas de seducción, que no son pocas, ante la cámara.

    La montaña entre nosotros entra en materia con rapidez, presentándonos a los dos protagonistas, atrapados en un aeropuerto con su vuelo a Nueva York cancelado ante la amenaza de una inminente tormenta. Ambos tienen citas ineludibles en tan solo 24 horas. Ella, Ashley Knox (Winslet) tiene que presentarse en el altar el día de su boda y él, el neurocirujano Ben Payne (Elba) ha de practicar una importante operación a un niño. Como acto más de conveniencia que de solidaridad, Ashley le propone a Ben, un auténtico extraño, contratar de forma común a un piloto que les lleve en avioneta. Pero un imprevisto incidente acaba con el aparato estrellado en las montañas de Colorado, lejos de cualquier atisbo de civilización, heridos y con la “regla del 3” (tres semanas sin comer, 3 días sin beber agua y 3 minutos sin oxígeno) como dogma a tener en cuenta si pretenden sobrevivir. La película no comienza nada mal. Toda la escena del vuelo en la avioneta está filmada con elegancia y cierto virtuosismo técnico, valiéndose de un abigarrado plano secuencia para mostrar el accidente y las causas que lo provocan. Una vez que tocan tierra y la pareja de desconocidos es consciente de que solo se tienen el uno al otro para salir con vida de esa tumba de piedra y nieve en la que se encuentran atrapados (con la compañía de un fiel perro, por aquello de darle más calado emocional a la situación), el filme alterna los elementos propios del género de supervivencia en condiciones extremas (el ataque de un puma, vertiginosas caídas al filo del vacío), aunque en pequeñas porciones, con el intimismo que rodea al progresivo acercamiento sentimental de los accidentados. Como aventura, La montaña entre nosotros es un espectáculo poco generoso, ya que la sensación de auténtico peligro brilla por su ausencia en un paisaje -eso sí, la fotografía de Mandy Walker explota muy bien los preciosos escenarios naturales, recreándose en extraordinarias panorámicas que potencian la sensación de pequeñez del ser humano ante la naturaleza- que parece más idílico que verdaderamente hostil, y en el que los personajes toman, en más ocasiones de las convenientes, decisiones de lo más inverosímiles.

    «Una película que se sostiene sola y únicamente gracias a la credibilidad que Winslet y Elba son capaces de transmitir en cada mirada tierna, cada caricia furtiva y las confesiones de sus miedos a la luz del fuego de una hoguera».


    Ante la falta de garra de su vertiente survival, toda la efectividad del proyecto queda confiada a la presumible química que se establece entre Winslet y Elba y, desde luego, ambos actores cumplen con creces en sus papeles, elevando el listón de una cinta que sin ellos hubiese sido un desastre de dimensiones gigantescas. Las personalidades de los dos personajes, aunque a grandes rasgos, quedan muy bien definidas en el guion. La inquieta, observadora (siempre cámara de foto en mano) y apasionada Ashley representa el polo opuesto de ese cirujano del cerebro, convencido de que en ese órgano residen todas las emociones del ser humano, mientras el corazón es solo un músculo más. Un hombre introvertido, que no se deja llevar por los sentimientos y al que le cuesta hablar de su particular drama personal. Las circunstancias hacen que los compañeros de aventura se enamoren, haciendo que el filme desemboque en uno de esos melodramas de romances pasajeros que podrían durar lo que duran o, por el contrario, pueden hacer que sus protagonistas cambien de vida para siempre. Y es que llega un momento en que deja de importar si los amantes saldrán con vida o no de las montañas y lo que de verdad quita el sueño es el qué pasará entre ellos cuando vuelvan a sus rutinas después de tan traumática vivencia, ya que a ella la espera un novio que la ama. En un trabajo de encargo, el director palestino Hany Abu-Assad, otrora realizador de comprometidas obras como Paradise Now (2005) u Omar (2013), se muestra un tanto perdido en este asalto al cine comercial norteamericano, manteniendo un nivel de entretenimiento aceptable durante la mayor parte del relato pero fracasando estrepitosamente en un tramo final titubeante y con propensión al golpe de efecto (esos flashbacks de acontecimientos pasados metidos con calzador) para conseguir hacer florecer las lágrimas del espectador más sensible, capaz de comulgar con este tipo de historias de amor imposibles. El último plano bordea peligrosamente el ridículo y supone un indigno cierre para una película que se sostiene sola y únicamente gracias a la credibilidad que Winslet y Elba (ella en la enésima versión de heroína romántica, fuerte y decidida, que tan bien le sienta; mucho más sensible y alejado del arquetipo de tipo duro en el que estaba encasillado, él, cosa que se agradece) son capaces de transmitir en cada mirada tierna, cada caricia furtiva y las confesiones de sus miedos a la luz del fuego de una hoguera | ★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2017. Título original: The Mountain Between Us. Director: Hany Abu-Assad. Guion: Chris Weitz, J. Mills Goodloe (Novela: Charles Martin). Productores: Peter Chernin, Dylan Clark, David Ready, Jenno Topping. Productoras: 20th Century Fox / Chernin Entertainment. Fotografía: Mandy Walker. Música: Ramin Djawadi. Montaje: Lee Percy. Diseño de producción: Patrice Vermette. Reparto: Idris Elba, Kate Winslet, Beau Bridges, Dermot Mulroney.


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