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    Cine Alemán Siglo XXI

    Cineclub: Autostop al infierno (1947)

    Autostop al infierno

    El diablo me guía

    Autostop al infierno (The Devil Thumbs a Ride, Felix E. Feist, 1947).

    Steve Morgan es un criminal despiadado, así lo vemos nada más dar inicio Autostop al infierno (The Devil Thumbs a Ride, 1947) en una secuencia seca y directa propia de una producción de serie b de la RKO, en la que en la oscuridad de un callejón Morgan atracará y asesinará a sangre fría a su desdichada víctima. Acto seguido abordará a un conductor para que lo lleve como compañero de viaje da igual a donde: en seguida comprobaremos que por mucho que el simpático chófer esté deseando volver a su hogar en Los Ángeles, donde lo espera su impaciente esposa, será Morgan quien se convierta en el guía de un trayecto infernal que sabemos no acabará bien. Se detienen en una gasolinera y allí Morgan descubrirá que andan tras su pista, pero en lugar de no llamar la atención y mantener un perfil bajo su chulería y malas maneras alertarán al joven dependiente que pronto lo identificará como el buscado delincuente que no solo acaba de dejar tras de sí un cadáver sino una buena ristra de delitos. El destino fatal ha marcado a Morgan y todo lo que haga a partir de ahora solo devendrá un giro tras otro en un vórtice delictivo que lo hundirá cada vez más en el crimen. Cuando están a punto de salir de la gasolinera dos chicas los abordan y les piden que las lleven con ellos. El tipo que las llevaba como autoestopistas ha intentado propasarse con ellas y lo han abandonado. Su cambio de compañía no será a mejor. Con nuestros cuatro protagonistas en el automóvil, su incierto viaje dará comienzo con la policía tras ellos, desvelado el coche donde viaja Morgan, con las carreteras vigiladas y cortadas a la espera de detenerlos. Este no pierde el tiempo con las chicas y comienza a lanzar un requiebro tras otro a una de ellas, la más joven e inocente, con unas maneras agresivas y dominantes ante las que ella se defiende como puede. Su compañera observa la situación entre divertida y hastiada por tal comportamiento: es algo más mayor y desde luego más experimentada con los hombres. El director Felix E. Feist, autor también del guion de Autostop al infierno, basado en una novela del ignoto Robert C. DuSoe, nos ha instalado en el interior del coche con modesta maestría, somos ahora ese quinto pasajero que asiste al encuentro de estas cuatro personas sin poder avisarles ni prevenirles de que con ellos viaja el diablo. Feist deja claro con unos pocos diálogos y miradas la posición de poder de cada cual y tenemos la certeza de conocerlos bien: una chica algo cándida que busca ser actriz, una mujer que ya ha vivido lo suyo y a la que no es fácil engañar ya (una superviviente), un tipo retorcido que toma lo que quiere sin pararse a medir las consecuencias y un joven feliz y sin problemas que acude de una fiesta de empresa lejos de su casa y cuyo único deseo es abrazar pronto a su esposa, de la cual confiesa que a pesar de llevar dos años casados viven en una perenne luna de miel. El bien y el mal presentados y definidos en todas sus facetas con una sencillez solo equiparable a su precisión.

    Fergie, el conductor, les contará que su jefe tiene una casa en Newport donde celebra alocadas fiestas. Ante el cada vez más estrecho cerco policial Morgan se las ingeniará para que se detengan allí con el pretexto de descansar un poco. Sus compañeros de viaje ignoran que es un criminal buscado, incluso cuando este, conduciendo ahora en lugar de Fergie, atropelle de forma brutal a un policía motorizado que les ha dado el alto. Se dirigen a la casa en la playa en Newport, Morgan sabe arreglárselas para que todos hagan lo que él quiere, y una vez allí impondrá sus tiránicos deseos al principio de manera velada para después quitarse la máscara y mostrarse tal cual es. Carol, la joven inocente, hará equipo con Fergie, mientras la rubia Agnes, de manera natural, se convertirá en cómplice de Morgan. Esta no necesita que Morgan la convenza ni le explique nada: en cuanto ve que Morgan es un criminal su instinto la llevará sin dudar a tomar partido por el más fuerte. Ni una explicación, ni un explícito asentimiento: solo cuando Morgan dé su primera orden, ella obedecerá sin rechistar y se mostrará como su compañera perfecta en el delito. Es fantástico el trabajo de Feist en la forma de mostrarnos con fugaces cruces de miradas entre los personajes qué piensa cada uno de ellos en todo momento y cuándo descubren algo o toman una decisión sin mediar palabra, potenciado esto último por el clásico recurso de realizar un travelling hacia el rostro del personaje que acaba de reaccionar y comprender el verdadero sentido de una acción que oculta su verdadero significado. Con sus cuatro personajes encerrados en una habitación aislada del mundo Feist da lo mejor de sí en un relato que crece en tensión y violencia pese a dejar los momentos más despiadados en off. Brilla en cómo desplaza a los actores en un espacio limitado resultando ágil y dando profundidad y razón de ser a cada movimiento, a cada juego de miradas, a cada mentira que expone en palabras lo que las acciones desmienten.

    Autostop al infierno

    Si bien Autostop al infierno no es la película más recordada de su director, sí que merece ser rescatada por su perfecta concisión y su modélica manera de definir el carácter de sus protagonistas solo con el uso de las miradas y la disposición de los actores en el cuadro, por su cortante forma de plasmar la violencia, por su vorágine de maldad imparable y el aroma de perdición que se apodera de cada plano, de cada bocanada de aire que el espectador intenta tomar mientras contempla atónito cómo el diablo puede guiar tus pasos sin que apenas puedas ser consciente de ello.


    Esos minutos opresivos son sin duda los mejores de la película, si bien pronto comienzan a aparecer más personajes que hacen respirar la trama. No decae la acción, la cual sin embargo nos empujará hacia un final rápido y convencional: Feist debe amoldarse a los estándares de la época y ofrecer un desenlace donde los malvados son castigados, aunque con la suficiente inteligencia como para darnos a entender que si nos olvidamos del último minuto de proyección es el mal el que saldrá triunfante pese a esa idea de fatalidad que domina todo el metraje. Un sentimiento afín al género en esos años que nos daría algún ejemplo más de autoestopistas terribles, siendo la más notoria la tan fascinante como endiablada Vera de Detour, la obra maestra de Edgar G. Ulmer de 1945, o el infernal protagonista de El autoestopista (The Hitch-Hiker, 1953), excelente filme dirigido por la también actriz Ida Lupino. Ya en años posteriores veríamos cómo este casi subgénero se desmadraba hasta límites ridículos, pero tanto las dos citadas como Autostop al infierno se mantienen vivas con una fuerza admirable. Si bien esta última es inferior, no por ello puede resultar menos simpática y efectiva en su falta de pretensiones, en su modesta propuesta de género que en su esencial sencillez hace destacar con mayor relevancia sus aciertos de puesta en escena. Acompañado esto por la soberbia interpretación de Lawrence Tierney como el malvadísimo Morgan, un papel que en su momento le disgustó sobremanera pues acrecentaba la imagen que tenía en la vida real de tipo violento y problemático siempre metido en líos con la policía. Si bien Autostop al infierno no es la película más recordada de su director, sí que merece ser rescatada por su perfecta concisión y su modélica manera de definir el carácter de sus protagonistas solo con el uso de las miradas y la disposición de los actores en el cuadro, por su cortante forma de plasmar la violencia, por su vorágine de maldad imparable y el aroma de perdición que se apodera de cada plano, de cada bocanada de aire que el espectador intenta tomar mientras contempla atónito cómo el diablo puede guiar tus pasos sin que apenas puedas ser consciente de ello.


    José Luis Forte
    © Revista EAM / Cáceres


    Ficha técnica
    USA, 1947. Título original: The Devil Thumbs a Ride. Director: Felix E. Feist. Guion: Felix E. Feist, basado en la novela de Robert C. DuSoe. Productora: RKO Radio Pictures. Productor: Herman Schlom. Estreno: 20 de febrero de 1947. Fotografía: J. Roy Hunt. Música: Paul Sawtell y Roy Webb. Montaje: Robert Swink. Dirección artística: Albert S. D’Agostino y Charles F. Pyke. Intérpretes: Lawrence Tierney, Ted North, Nan Leslie, Betty Lawford, Andrew Tombes, Harry Shannon, Glen Vernom, Marian Carr, William Gould.

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