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    Crítica | Nuestros amantes

    Nuestros amantes

    Hada Chalada y Duende Chiflado

    crítica de Nuestros amantes (Miguel Ángel Lamata, España, 2016).

    ¿Cómo reaccionarías si alguien a quien no conoces de nada se te quedase mirando fíjamente desde el otro lado de una librería-café y, tras dedicarte una sonrisa picarona, se acercase a ti para ofrecerte un juego? Esta es la tesitura a la que se enfrenta Carlos, un guionista de cine cuarentón a quien acompaña el éxito comercial en unos trabajos de los que no se siente orgulloso, pero que arrastra una gran frustración por no haber escrito todavía algo memorable de verdad. En un momento de su vida en el que su esposa, tras ocho años de matrimonio, le ha pedido “un tiempo” para poner sus ideas en orden, se cruza en su vida la arrolladora Irene, una joven de unos 30 años con el corazón igual de herido por el desamor que, sin venir a cuento le propone un sencillo y peculiar entretenimiento. Se trata de darle algo de aventura y emoción a sus decepcionantes existencias, conociéndose desde cero, sin indagar el uno sobre el otro (nombres, números de teléfono o domicilios están prohibidos), a través de sucesivas citas en las que se avasallan con una batería de preguntas (a veces íncomodas) a las que sí se está permitido dar respuestas inventadas. Eso sí, Irene impone una regla a respetar por encima de todo: Carlos no debe enamorarse de ella. Este vendría a ser, en líneas generales, el punto de partida de Nuestros amantes, la nueva película de Miguel Ángel Lamata con la que se ha propuesto dejar definitivamente atrás el gamberrismo de sus primeros (y olvidables) trabajos, Una de zombis (2004) e Isi/Disi: alto voltaje (2006) para adentrarse en unos territorios de comedia romántica “inteligente” más preocupada en el ingenio de los diálogos que en la acción en sí.

    La idea del juego como detonante de una historia de amor es algo que ya hemos visto, con mayor o menor acierto, en bastantes cintas anteriores, desde aquella deliciosa Algo salvaje (Jonathan Demme, 1987) en la que la alocada Lulu encarnada por Melanie Griffith ponía patas arriba la vida de un yuppie aburrido con la sonrisa bobalicona de Jeff Daniels, hasta (ya en clave más dramática) Noviembre dulce (Pat O´Connor, 2001), con Charlize Theron manteniendo relaciones de un mes con distintos hombres sin querer involucrarse emocionalmente con ninguno. Desde el minuto uno, el espectador conoce hacia donde se desviarán los acontecimientos, por lo que, lo único que queda es dejarse llevar por el presumible gancho de la historia y la entrega de sus actores. No cabe duda de que la pareja formada por Eduardo Noriega y Michelle Jenner tiene encanto para dar y regalar. Él representa con convicción ese personaje inmerso en la crisis de la mediana edad, aburrido y sin alicientes que den sentido a sus días. Ella, por su parte, tiene una de las miradas más expresivas del reciente cine español, así como un envidiable registro cómico que contagia a su compañero de reparto. ¿Cuál es, entonces, el motivo por el que el filme no logra, en ningún instante, cautivar como cabría esperar? La respuesta habría que buscarla en el guion del propio Lamata, que trata de camuflar (cuando no era necesario) su escasa originalidad con unos diálogos que, en su patológica búsqueda de la frase ingeniosa, resultan demasiado forzados y con un reiterativo abuso de referencias pseudo-intelectuales no del todo bien asimiladas. De este modo, amparándose en que sus dos protagonistas son ávidos amantes de la lectura, se dejan caer en multitud de ocasiones nombres como los de Paulo Coelho, Truman Capote o Charles Bukowski, cuyo espíritu transgresor se apodera del personaje de Noriega en uno de los segmentos más sonrojantes de la función.

    Nuestros amantes

    «Todos sus lastres no impiden que Nuestros amantes sea el trabajo más elegante y conseguido de Lamata hasta la fecha, perjudicado, más que nada, por sus absurdas ínfulas de trascendencia y un exceso de ambición en sus rebuscados diálogos que no opaca la maravillosa química (romántica y cómica) establecida entre unos Eduardo Noriega y Michelle Jenner a prueba de chascarrillos de psicoanalista de poca monta».


    Lejos del protagonismo coral de su anterior filme, Tensión sexual no resuelta (2010), Lamata opta en Nuestros amantes por enfocar toda la atención en Noriega y Jenner, haciéndoles recitar larguísimas réplicas y contrarréplicas (en las que, en ocasiones, no se les siente cómodos) valiéndose para ello de algunos originales planos secuencia, a través de preciosos escenarios urbanos de un Aragón de postal que pretende funcionar como respuesta española a los ambientes neoyorquinos de Woody Allen. Sin embargo, por mucho que se empeñe, Lamata no es Allen. Ni Eric Rohmer. Ni siquiera se acerca a la dolorosa autenticidad del Richard Linklater de Antes del amanecer (1995), otro espejo en el que Nuestros amantes se mira sin rubor y ante cuyo recuerdo palidece. La película, en su visión de las segundas oportunidades en el amor y las relaciones humanas, lejos de ser agridulce, cae en todos los tópicos de la comedia romántica más empalagosa y comercial, así como en concesiones tan innecesarias y gratuitas como la escena musical en el parque. Y ya que hablamos de música, la banda sonora de Roque Baños está tan presente en su causa de insuflar romanticismo a las imágenes que termina por saturar. Otro punto flaco de la película reside en lo unidimensionales y poco elaborados que resultan los personajes secundarios. Las antiguas parejas de Carlos e Irene están interpretadas por una Amaia Salamanca que, en honor a la verdad, salva sus breves escenas con dignidad, y un decepcionante Gabino Diego que rompe así cinco años de alejamiento del cine, poniéndose en la piel de un personaje embaucador y antipático que no le sienta nada bien. La nota extravagante corre a cargo de un sobreactuadísimo Fele Martínez como el amigo/compañero de piso de Carlos, el típico secundario graciosillo metido con calzador para ejercer de voz de la conciencia del protagonista. Todos estos lastres no impiden que Nuestros amantes sea el trabajo más elegante y conseguido de Lamata hasta la fecha, perjudicado, más que nada, por sus absurdas ínfulas de trascendencia y un exceso de ambición en sus rebuscados diálogos que no opaca la maravillosa química (romántica y cómica) establecida entre unos Eduardo Noriega y Michelle Jenner a prueba de chascarrillos de psicoanalista de poca monta. | ★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    España. 2016. Título original: Nuestros amantes. Director: Miguel Ángel Lamata. Guion: Miguel Ángel Lamata. Productor: Raúl García Medrano. Productora: Bemybaby Films. Fotografía: Fran Fernández Pardo. Música: Roque Baños. Montaje: Nacho Blasco. Dirección artística: Pilar Quintana. Reparto: Eduardo Noriega, Michelle Jenner, Fele Martínez, Amaia Salamanca, Gabino Diego, María José Moreno, Jorge Usón.

    Póster: Nuestros amantes
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