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    Crítica | X-Men: Apocalipsis

    X-Men: Apocalipsis

    La mutación como deidad

    crítica de X-Men: Apocalipsis (X-Men: Apocalypse, Bryan Singer, EE. UU, 2016).

    ¿Puede ser la propia Marvel la mayor enemiga de Marvel, por encima incluso de su competidora natural DC? En este caso, el hecho de estrenarse tan solo un mes después del apabullante éxito crítico y comercial de Capitán América: Civil War (Anthony Russo, Joe Russo, 2016), supone, más que un espaldarazo, una auténtica losa para la nueva entrega de los mutantes de Bryan Singer. La esperada X-Men: Apocalipsis no solo llega a las carteleras con un listón demasiado alto en lo concerniente a la pericia con la que se manejó a multitud de superhéroes en una misma película, sino que tiene que competir con el recuerdo del anterior episodio de la serie, X-Men: Días del futuro pasado (2014), el cual había dejado un muy grato sabor de boca, encumbrándose como la mejor aportación a la saga desde X-Men 2 (2003). Por todo ello, la nueva película lo tenía complicado para estar a la altura de las circunstancias y cubrir todas las expectativas creadas por sus seguidores. Nunca han tenido las aventuras del profesor Charles Xavier, Magneto y compañía, la capacidad de convocatoria de los más populares Vengadores, siendo el tratamiento de sus historias y personajes mucho más conflictivo y torturado –eso sí, manteniéndose dentro de las coordenadas del cine fantástico más comercial–. Bryan Singer ha conseguido trasladar (a su manera) el universo de los cómics a la gran pantalla a través de una excelente saga en la que los dos títulos más discutibles son precisamente los que le tuvieron como director: X-Men: La decisión final (Brett Ratner, 2006) y ese brillante reinicio en clave adolescente que fue X-Men: Primera generación (Matthew Vaughn, 2011), con la que, de paso, se renovó, en su casi totalidad, el casting habitual, en una búsqueda de rostros más jóvenes con los que seguir enganchando a la audiencia.

    X-Men: Apocalipsis nos traslada a la década de los 80 (más concretamente, a 1983), con un profesor Xavier reclutando a nuevos “talentos” para su particular escuela de mutantes y Erik Lehnsherr enterrando su identidad como Magneto y llevando una tranquila vida familiar alejado de todo. En este periodo conoceremos los orígenes de Cíclope –el álter ego del joven Scott Summers–, así como su entrada en el equipo de Xavier y sus primeros acercamientos románticos a la poderosa Jean Grey. También entran (por primera vez, en sentido cronológico) en escena Rondador Nocturno y Tormenta, de manera que las piezas del puzle comienzan a entroncar con los sucesos narrados en la primera trilogía. Los actores encargados de interpretar a estos personajes en su juventud consiguen mantener el tipo, impidiendo que se eche de menos a los hoy consolidados James Marsden, Famke Janssen, Alan Cummings y Halle Berry. Entre esta nueva hornada de cachorros cabría destacar a una convincente Sophie Turner como la futura Fénix, si bien Tye Sheridan y Kodi Smit-McPhee son unos eficaces Cíclope y Rondador Nocturno, respectivamente. Una generación que, sin duda, aporta nuevos aires de frescura a la franquicia, potenciados por una encantadora estética ochentera, repleta de guiños a la cultura popular de aquellos años –la taquillera El retorno del Jedi triunfando en las salas de cine y víctima de un atinado chiste sobre la debilidad de las terceras partes (clara puya a X-Men: La decisión final); la sintonía de El coche fantástico sonando en esa televisión de la habitación de Mercurio–. La madurez corre a cargo de los más veteranos en estas lides, encabezados por ese triángulo ganador formado por James McAvoy, Michael Fassbender y una Jennifer Lawrence algo desaprovechada, que reduce al mínimo sus camaleónicas facultades como Mística. Una vez más, la fuerza de la historia se apoya en la tormentosa relación de amor/odio que mantienen a lo largo de las décadas Xavier y Magneto, estando éste último en una constante encrucijada emocional. En esta ocasión, el (no tan) villano interpretado por Fassbender se muestra más humano y vulnerable que nunca, lo que propicia un recital dramático del actor que le convierte en el mejor de todo el reparto.

    X-Men: Apocalipsis

    «X-Men: Apocalipsis funciona como una secuela divertida, emocionante y muy cumplidora, que difícilmente decepcionará a los seguidores de la saga, aunque tampoco aporte demasiadas nuevas ideas a lo ya visto con anterioridad». 


    El prólogo del filme es espectacular, con una apabullante reconstrucción del Antiguo Egipto, donde se nos presenta cómo Apocalipsis –considerado el primer mutante de la Historia, adorado y temido como un Dios, a partes iguales– queda sepultado bajo una montaña de piedras de la que no escapará hasta cuatro milenios más tarde, convirtiéndose en la nueva amenaza contra la que los X-Men deben unir sus fuerzas para impedir la aniquilación de la humanidad. Convenientemente caracterizado, Oscar Isaac se revela como un enemigo a la altura, y sus devastadores poderes están plasmados en pantalla con cierta originalidad. X-Men: Apocalipsis no tiene, tal vez, un guion tan sólido como el del capítulo anterior (aquella compleja trama de viajes temporales y centinelas), pero Singer sabe cómo mantener un ritmo frenético a lo largo de sus casi dos horas y media de relato, retornando a los espectáculos de acción de sus primeras entregas y dejando para el recuerdo un buen puñado de escenas potentes para el género, apoyándose en unos efectos visuales tan impecables como cabría esperar en una superproducción de 220 millones de dólares de presupuesto. En este aspecto, conscientes del impacto que causó la brillante escena ralentizada de Mercurio en Días del futuro pasado, los responsables de la película le han construido un nuevo momento de absoluto lucimiento: ese aparatoso rescate al son del Sweet Dreams de Eurythmics, rebosante de buen humor, que se convierte en la secuencia más creativa y memorable de esta propuesta y, por extensión, digna de ocupar un lugar de honor dentro de la antología del género superheoico.

    Es verdad que algunos personajes no están del todo bien desarrollados –sobre todo esos jinetes del Apocalipsis que acompañan a Isaac, por mucho que Olivia Munn sea una Mariposa Mental irresistible–, problema del que rara vez escapa este tipo de productos que cuentan con un protagonismo tan coral. De todos modos, el nuevo episodio supone una perfecta fusión entre la ligereza y el sentido del espectáculo de las tres primeras cintas y la mayor ambición argumental de sus recientes antecesoras, presentes aquí en las múltiples referencias simbólicas y religiosas que rodean a la figura de su supervillano. Así las cosas, X-Men: Apocalipsis funciona como una secuela divertida, emocionante y muy cumplidora, que difícilmente decepcionará a los seguidores de la saga, aunque tampoco aporte demasiadas nuevas ideas a lo ya visto con anterioridad. Da exactamente lo que promete: una puesta en escena portentosa, con una épica banda sonora de John Ottman que aporta grandiosidad al espectáculo (y donde tiene cabida, incluso, alguna bien introducida pieza de Beethoven), dinámicos enfrentamientos entre los héroes de turno, apariciones inesperadas (o no tanto) de viejos conocidos, la enigmática escena poscréditos que deja al espectador planteándose sus propias lecturas y, por encima de todo, ese canto a la diferencia que permanece intacto desde que Stan Lee nos descubriera a los X-Men hace más de cincuenta años. Por encima de cualquier pirotecnia o golpe de efecto, la eficacia de estas películas siempre residirá en la fe ciega (casi ingenua) del Profesor Xavier hacia el ser humano y su capacidad para aceptar algún día a los mutantes como miembros más de la sociedad, enfrentada siempre a la (justificada) desconfianza de Magneto hacia que eso ocurra. Un conflicto apasionante que, vistos los resultados de X-Men: Apocalipsis, continúa sin manifestar signos preocupantes de agotamiento de la fórmula, haciendo que nos frotemos las manos ante la certeza de futuras nuevas incursiones cinematográficas. | ★★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2016. Título original: X-Men: Apocalypse. Director: Bryan Singer. Guion: Mike Dougherty, Dan Harris, Bryan Singer, Simon Kinberg. Productores: Simon Kinberg, Lauren Shuler Donner, Bryan Singer. Productoras: Twentieth Century Fox Corporation / Dune Entertainment / Marvel Entertainment. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: John Ottman. Montaje: Michael Louis Hill, John Ottman. Vestuario: Lousine Mingenbach. Dirección artística: Ravi Bansal, Veronique Meunier. Reparto: James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Oscar Isaac, Nicholas Hoult, Rose Byrne, Sophie Turner, Tye Sheridan, Kodi Smit-McPhee, Evan Peters, Josh Helman, Lucas Till, Olivia Munn, Ben Hardy, Alexandra Shipp, Hugh Jackman, Ally Sheedy.

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