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    Crítica en serie | Scream Queens (T1)

    Scream Queens

    La mamarrachada autoconsciente como arte

    crítica de Scream Queens (2015-) | Primera temporada.

    FOX / 1ª temporada: 13 capítulos | EE.UU, 2015. Creadores: Ian Brennan & Brad Falchuk & Ryan Murphy. Directores: Brad Falchuk, Michael Uppendahl, Bradley Buecker, Barbara Brown, Ian Brennan, Ryan Murphy, Michael Lehmann. Guionistas: Ryan Murphy, Brad Falchuk, Ian Brennan. Reparto: Emma Roberts, Skyler Samuels, Lea Michele, Jamie Lee Curtis, Abigail Breslin, Billie Lourd, Glen Powell, Diego Boneta, Keke Palmer, Oliver Hudson, Nasim Pedrad, Lucien Laviscount, Riley Schmidt, Niecy Nash, Breezy Eslin, Jim Klock, Jeanna Han, Aaron Rhodes, Nick Jonas, Evan Paley, Ariana Grande, Anna Grace Barlow, Austin Rhodes, Jan Hoag. Fotografía: Joaquin Sedillo, Michael Goi. Música: Mac Quayle.

    Scream Queens es la lógica consecución del discurso autoral de Ryan Murphy y Brad Falchuk. En una unión profesional que se remonta a Nip/Tuck (2003-2010), y que ha dado sus frutos en Glee (2009-2015), donde se unió a ellos Ian Brennan, y en la exitosa saga American horror story (2010)-), amén del rechazado piloto para FX de nombre Pretty/Handsome (2008), producto que en la actualidad recibiría la luz verde de la cadena porque su personaje central era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Sería fácil, y también algo cierto, decir que la serie que nos ocupa es el resultado del espíritu de comedia más loca de Glee y la querencia cinematográfica por el terror y los giros locos de guión de American horror story, pero se requiere algo más de profundidad para entender de dónde viene una idea como ésta y por qué ha funcionado y ha fallado en lo que ha funcionado y fallado.

    Scream es la culminación de un estilo que Murphy lleva depurando desde que irrumpiera en el mundo televisivo con Popular (1999-2001). Un estilo de exquisitez visual, cuidado por el encuadre, atención al detalle y aprovechamiento de los espacios. Todo esto en proporción opuesta a la robustez de los guiones, la solidez de los personajes o cualquier tipo de profundidad psicológica. Los años nos muestran que si algún personaje del creador y sus habituales cómplices es memorable es porque un actor o actriz tiene el talento suficiente para insuflar vida y credibilidad donde solo suele haber inconsistencia. Un estilo que también incluye, todo hay que decirlo, una habilidad para crear expectación y satisfacer a la audiencia que es verdaderamente digna de estudio, y que hace que sigamos volviendo a por más en sus creaciones, además de excitarnos ante lo que está por venir. Después suele llegar la decepción, pero quizá la concentrada orden de episodios de esta serie y su propia premisa y condiciones de emisión hayan dado por fin como resultado que la careta haya caído, y que la apariencia de calidad haya dado paso, por fin, a la asunción de esa inconsistencia. Y no solo la asunción, sino casi la promulgación orgullosa de la misma. Solo así se explica que la primera (y puede que única) temporada de esta comedia de terror esté tan plagada de sus rasgos de escritura y realización, potenciados en lo visual por su trabajo en American horror story: Coven en adelante y con su sentido del humor que es puro desbarre de los momentos más graciosos de su comedia musical de instituto.

    Scream Queens

    «En sus quiebros narrativos y cómicos más excéntricos, la serie ha hecho del desbarre su razón de ser, de lo poco creíble y falto de lógica su fuerza motor y de la sana autoconsciencia casi un arte».


    La historia recoge la oleada de asesinatos que asola a un campus universitario y que parece tener como punto central la hermandad Kappa Kappa Tau, liderada por la brutal Chanel Oberlin (una Emma Roberts estupenda, cuyo rol se nota escrito a medida) con una política de humillación y crueldad que a uno le da el haber sido criado entre millones y desatención paternal. El año en que la decana de la universidad Cathy Munsch (la espléndida Jamie Lee Curtis, nominada al Globo de Oro por un papel cuyo talento hace que le quede pequeño) decide cambiar la normativa y dejar entrar en el selecto grupo a toda clase de jóvenes, el Diablo Rojo aparece en la zona y empieza a cobrarse víctima tras víctima, en un juego macabro que tiene conexión directa con un desafortunado suceso de 1995 en la hermandad. Es un punto de partido clásico y su desarrollo no se va a salir de ninguna de las pautas establecidas por los grandes, así que la grandeza de sus tres creadores y únicos guionistas reside en conocer así de profundamente el género y sus resortes más arquetípicos, logrando así una palpable sensación de disfrute tanto delante como detrás de la cámara.

    Y esa sensación de disfrute va directamente conectada a la variante cómica de la serie, ligada de forma indivisible con la oferta de terror. Hacer terror cómico es algo muy difícil, que puede salir bien –Zombies party (Shaun Of The Dead, Edgar Wright (2004)– o mal –los peores ejemplares de la saga Scary Movie (2000-2013), los que vienen de la mano de David Zucker y compañía–. En Scream Queens se intenta mantener ese matrimonio genérico durante 13 episodios de 42 minutos, y con lo dicho en mente es inevitable por tanto que el resultado final sea irregular, con momentos que son más ridículos que hilarantes (la muerte de Chanel nº 2 mientras usa Twitter o la sesión de cuentos de miedo de Denise) junto a otros que son desternillantes por derecho propio (la paliza de Munsch a los asesinos). En sus quiebros narrativos y cómicos más excéntricos, la serie ha hecho del desbarre su razón de ser, de lo poco creíble y falto de lógica su fuerza motor y de la sana autoconsciencia casi un arte. Lo bueno de hacer esto es que todo tiene cabida en esta comedia de terror, desde chistes sexuales de toda condición –que van desde la necrofilia hasta los tríos con hermanos– hasta el uso de un disfraz del polémico juez Antonin Scalia y la excusa de la homosexualidad como instrumento para tratar de pasar desapercibido en una fraternidad.

    Scream Queens

    «Una Emma Roberts estupenda, cuyo rol se nota escrito a medida».


    En la búsqueda de la identidad del Diablo Rojo, que se va a ir revelando poco a poco en los episodios, los guionistas no pierden ni un poco de sus casi 550 minutos en asesinar arquetipos (ya que no llegan a personaje y son evidente carnaza en la mayoría de los casos) y sacarse ases de la manga, de ahí que al final resulte haber varios asesinos y muchos peros y saltos temporales para cuadrar los cálculos de cada muerte. Una estrategia bastante cuestionable desde el papel pero que está en sintonía con muchos clásicos del género. Entrar a explicar los vericuetos de las tramas y ofrecer un resumen sería una locura indigna de un producto que debe disfrutarse sin saber mucho, y solo si uno está dispuesto a dejarse llevar por el juego del trío de creadores disfrutará del disparate. El elenco se ve que lo ha pasado en grande tanto haciendo de payaso serio como dejándose llevar por lo excesivo (mención especial merecen Nasim Pedrad o Lea Michelle, que están impecables), y se ve que asumen los múltiples agujeros de historia y de personajes, supliéndolos de hecho con humor y ningún sentido del ridículo, casi la mejor opción ante un material tan peculiar. Esto no salva a Scream Queens de poder criticar que varios de sus episodios estén tan descaradamente cargados de escenas de relleno hechas para llegar al minuto 40, en especial las decenas y decenas de momentos donde los personajes se dedican a repasar lo acontecido, hacer listas de sospechosos y culparse unos a otros, cuando no hay subtramas directamente absurdas (el ex-marido de Munsch y su amante). Si la intención de Murphy & Falchuk & Brennan era crear una duda genuina respecto a varios de los personajes, han fallado bastante, pero lo peor es que uno sospecha que realmente solo estaban cumpliendo el cupo mínimo de escenas, sabiendo que tenían 13 entregas que llenar. Y además no combina especialmente bien con sus ya habituales monólogos y voces en off donde los personajes adquieren de repente una conciencia social y reivindican distintas causas. El problema es que por muy acertadas que sean estas reivindicaciones, no pueden sino sonar a pegote cuando las proclaman personajes cuyas acciones contradicen más tarde lo dicho (¿las Chanel hablando de empoderamiento para la mujer?).

    Al final es todo un poco de relleno aquí y allí, flashbacks que ponen en diferentes contextos situaciones para crear sospechas o justificar acciones que parecen ilógicas en el presente y ante todo una apuesta por la diversión sin excesivas complicaciones. En ese camino también ha sucedido algo que suele pasar también en los proyectos de la factoría Murphy, y es la creación de un personaje más memorable de lo esperado, y que por ello se potencia más conforme avanzan los episodios. Si se puede ver las raciones de cálculo hechas en que Chad o Hester sean lo atractivos que son, de la misma forma se puede ver el fracaso con los personajes de la Chanel nº 5, la decana Munsch o Wes, el padre de la heroína honrada e investigadora virgen que es Grace (personaje también arquetípico del género). Pero cuando se une el talento a una descripción de personaje con potencial de grandeza, el resultado no puede sino ser más que destacable. Y esa es la maravillosa Niecy Nash dando vida a la inenarrable Denise Hemphill, personaje extraño donde los haya que hace de lo inoportuno y lo estúpido su razón de ser, y que al final nos sirve algunas de las mejores risas de la función. Llegado el desenlace, una perdiz de sobra mareada cuando ya casi no quedan posibles culpables, se siguen los clichés del terror hasta una pequeña ruptura que de hecho da un valor inesperado a Scream Queens, una resolución que es mejor no desvelar pero que sinceramente hace que esta comedia de terror termine con inteligencia y casi un sentido de justicia poética. También con algo de desvergüenza (la revelación final de Pete exime bastante de culpa a la persona culpable), pero suponemos que ahí ha ganado la moral. Y se culmina todo, esta bizarra aunque finalmente disfrutable experiencia, con un susto de manual, que no podía faltar y que casi parece la imagen de los responsables guiñándonos un ojo a través de la máscara. | ★★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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