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    Crítica | Torrente 5: Operación Eurovegas

    Torrente 5

    Farándula cañí

    crítica de Torrente 5, dirigida por Santiago Segura, 2014 | ★★★ |

    Lo contó José Luis Cantero, El Fary, ante las cámaras de Televisión Española con su desparpajo natural y un tinto sobre la mesa. Un día de güisquis y pitis, mientras él y sus cómplices apuraban partida de mus, dos chavales entraron al bar y empezaron a liarse un porro. El dueño, que se llamaba Pablo y gastaba bigote franquista, rápidamente se olió el percal y los mandó sin cuitas a liquidar filtro a la calle, que es de todos y nadie suele discutir porque se anegue de humo-de-la-risa o mierdas varias pues es sólo de paso y en sí una gran plaza que no cierra nunca. "Venga, chavales, a la calle. De mandanga nada, eh. No me perjudiquéis", dijo el tabernero. Es tema sonado y cultura popular con aires psicotrópicos; El Fary arrimó el hombro a los porreros amateurs y los defendió ante sus amigos soltando unas cuantas frases marca de la casa. "Deja a los chavalotes, Pablo. Déjalos que caminen como ellos camelen; si los chavales camelan pegarle un poquito a la lejía, o camelan pegarle un poco a la mandanga, pues déjalos". Fue un instante de paternalismo drogota el que precedió a otro de lucidez autoral. El Fary cedió su asiento, caliente y en estado de gracia, y subió a su coche con destino ninguna parte. A los pocos minutos paró en una esquina y todavía a bordo "del auto", empezó a escribir como poseído ("yo lo tengo muy difícil, porque tengo que hacer la melodía, escribir y hacer el ritmo al mismo tiempo") y en apenas media hora ya había firmado "un melocotonazo" sobre las peripecias de unos fumetas de mandanga que se dan a la noche en disco-bares con pibitas y noveles quinceañeros con peluquín en lonchas.

    Cantaba el Fary que él no conseguía descifrar esa jerga sin precedentes; si acaso que se decían "dame la mandanga y déjame de tem-a, dame chocolate que me ponga bien" los unos a los otros. Toda esa poesía rancia y medio quinqui cristalizó en el cuplé calorro de extrarradio madrileño como Dylan y su folk en el Greenwich Village decenios atrás. Todo ese patetismo bañado en pretensiones musicales hace de José Luis Cantero una figura que, mal que les pese a sus acólitos, se consagra a un tiempo y una cultura esencialmente anacrónica, pero cierta, según la cual durante varios decenios los casetes de este autor se dispensaron como aspirinas en los paradores nacionales. Allí entrabas a relajar esfínteres y, en tanto bebías un cafelito o te comías el bocata, girabas también la rueda con cedeses rumberos y películas de transmisión (poco) intelectual. Pero es El Fary y, por extensión, Torrente, tan distintivo y español como el jamón de pata negra o la negra pata de tu señora al sol en Torremolinos. ¿Tópicos? Por supuesto que sí. Presumía El Fary de bailongo y de haber alternado con Ava Gardner; su hijo Javier lo despidió diciendo que fue "un hombre de los pies a la cabeza" y hasta comercializaron un muñeco suyo con ventosa que movía el brazo del micro como Elvis las caderas. Fue taxista en una serie de televisión y la gente, sibarita o no, sonríe siempre, con alegría o bilis, al escuchar Apatrullando la ciudad, Torito guapo, Caravirubi, La chica de los limones, Categoría o El bichito del amor. La por entonces ministra de Cultura Carmen Calvo se refirió a él, tras su fallecimiento en 2007, como "ese héroe popular que sale de un lugar común corriente y cumple su sueño de ser artista". Que es como decir mucho y casi nada. El Fary se lo creía, y es muy español eso de dárselas con palillo en la boca. ¿Tópicos? Que no falten.

    Torrente 5

    José Luis Torrente podría ser la versión trash de un Fary con alopecia y muy pasado de kilos. Pero no. Según dicen, es el James Bond post-franquista. Las etiquetas se venden baratas. En 1998, con el éxito de su cortometraje Perturbado ya en la cartera y tras varias apariciones antológicas en filmes como El día de la bestia y Killer Barbys, Santiago Segura dio el salto definitivo mediante una propuesta totalmente escatológica: las aventuras de un expoli facha, putero, racista, traidor, asqueroso... Y del Atleti. Un agente de la ley que fue apartado de ella por ser todo lo contrario a su defensor, más bien su muerte o una actualización cañí donde la ley es impartida con pus, semen, sudor rancio, basura costrosa y frases lapidarias en clave de caricatura —y defoliante de crítica política— ya vista en historietas como Martínez el Facha, Makinavaja e incluso algo del Superlópez más suburbial. Como si un gordo cabrón hubiese caído en las peores manos de la editorial Bruguera, quizá un Vázquez con el retrovisor apuntando hacia el cine de acción de serie B. Recuerden si no el preciso y memorable comienzo de Torrente: el brazo tonto de la ley, cuyos rótulos y música (compuesta por Roque Baños) evocaban el grafismo, el martillo sintético y la inminente apisonadora de Terminator y Terminator 2: El juicio final. Por citar los referentes más obvios. Hay en ese comienzo una verdadera lección de escritura de personajes, sobre cómo presentarlos y en cuántos minutos a partir del género intuido.

    Afirma Santiago Segura que una comedia no debe exceder los noventa minutos, duración más o menos estándar cuando el Hollywood clásico, donde la síntesis era norma y el divagar una ofensa innecesaria. Y este realizador y guionista predica con el ejemplo, sí, es conciso y va lo que se dice al grano —disculpen la frase hecha—. Si bien ese grano infecto a veces le estalla —retórica y literalmente— en las narices por culpa de unas situaciones idiotas hasta el paroxismo. No hay instrucciones para armar el Mecano. Al montaje le falla la producción y a la producción una cierta lógica no ya del gag, sino del todo. La historia viene supeditada a los incontables cameos, nunca al revés. Eso tiene su parte buena (el guiño fácil del nuevo aunque cada vez más viejo monstruito couché) y su parte nefasta (la saturación de caras familiares televisivas y, nuevamente, la pérdida total de respeto para con el público que ríe lagrimillas de culpabilidad por contribuir, nuevamente, al triunfo de la nada). Llegado este punto, Segura haría bien en repensar determinadas apariciones; hay "amiguetes" y "amiguetes con vis cómica": la mayoría están y aparecen no por simple repetición nostálgica sino porque no sabrían no estar. Me explico: salir en una Torrente se ha convertido en símbolo de estatus para la farándula, y la agenda de Segura no anda precisamente deficitaria de nombres relevantes. Ya nadie anhela sin más ser reclutado por el director carabanchelero; ahora piden la vez y esperan turno como quien escruta, ojo avizor, el panel electrónico en la carnicería del barrio.

    Torrente 5

    «Torrente se convierte en un fuera de la ley y forma su particular cuadrilla de los once, sustituyendo a los dandis hollywoodienses por retrasados mentales o humoristas de retranca más bien flatulenta».


    Torrente se despide del talego y se topa con dos bisoños esperándole a la salida: Cuco II (adiós, Gabino; hola, Julián López) y un primo suyo gaditano al que interpreta Jesulín de Ubrique, al que hay que llamar Jesús Janeiro pero no me da la gana porque se hizo ricacho siendo Jesulín de Ubrique y clavándole el estoque a toros de 400 kilos y rebañando al final de las corridas sujetadores y gardenias y tangas y coulottes con sortilegios amorosos de lectoras del ¿Qué me dices? y de alguna novela no muy visceral de Hemingway que se lo querían beneficiar siempre platónicamente. El quid de la cuestión es que el calendario marca el año 2018, el Vicente Calderón está en ruinas y el Atleti juega ya en otro estadio, cada vez hay más negros, la moneda oficial es la peseta, Cataluña es independiente y "¡aquí ya no se respetan los símbolos!", ni siquiera la tumba de El Fary, cuya estatua ha sido profanada con grafitis y amputada su mano libertina. ¡Ay, qué dolor!, cantarían Los Chunguitos. Torrente se convierte en un fuera de la ley y forma su particular cuadrilla de los once, sustituyendo a los dandis hollywoodienses por retrasados mentales o humoristas de retranca más bien flatulenta.

    Así pues, donde estuvo Frank Sinatra o George Clooney, ahora está Santiago Segura. Y quien fuera Dean Martin o Brad Pitt, hoy es Julián López. Queda por saber quién sería Carlos Areces, ese Mortadelo del cine que lo hace casi todo y nunca mal. En Torrente 5: Operación Eurovegas le han colocado unas gafas de aumento y viste como un niño —gordo, eso sí— de la posguerra española. Un trasunto de Rain Man, El Bonico Del Tó y un depravado sexual nacido en Lavapiés . Cada una de sus apariciones son recibidas, si no con aplausos, al menos con gran júbilo. Vuelven Cañita Brava, Barragán, Flo, Buenafuente, Tony Leblanc (sí) y la formidable Chus Lampreave y su sobrina "ligera de cascos" en la ficción, Amparito (una Neus Asensi a la que el guionista dedica, a mi juicio, la mejor y más asquerosa frase del filme). Entre otros muchos. La película hierve gracias al butrón en el casino, pero sufre altibajos cada dos por tres. Mejora si la comparas con las dos entregas anteriores. Y si la reescribes tú, para ti, con música de El Fary. Como yo. Recordando el primer Torrente y aquella broma que le gastó su hijo al Fary en directo delante de toda España, que llamó pelandrusca a Malena Gracia y no entendía cómo su churumbel, ejecutor del Y cuanto más acelero, más calentito me pongo, se había quedado encerrado en el armario de la ¿vedette rubia? | |

    Juan José Ontiveros
    redacción Madrid


    España, 2014, Torrente 5: Operación Eurovegas. Guión y dirección: Santiago Segura. Fotografía: Teo Delgado. Música: Roque Baños. Reparto: Santiago Segura, Julián López, Jesulín de Ubrique, Fernando Esteso, Carlos Areces, Angy Fernández, Alec Baldwin, Anna Simon, Neus Asensi, Chus Lampreave, Florentino Fernández. Productora: Amiguetes Entertainment. Distribuidora: Sony Pictures.


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