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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Perdida

    Perdida (Gone Girl), de David Fincher

    El crimen perfecto

    crítica de Perdida (Gone Girl, 2014), dirigida por David Fincher

    La imagen fílmica que Ingmar Bergman compuso en su película, Persona (1966), mediante la simbiosis de los rostros de Liv Ullman y Bibi Andersson —en la que el perfil derecho de Ullmann ocultaba, parcialmente, el rostro frontal de Andersson confrontando, en una especie de plano/contraplano estático, ambos semblantes con el objetivo de establecer una conexión psicológica entre sendas mujeres, mientras se creaba la falsa apariencia de la cara de una única “Persona”—, ha servido de inspiración para muchos de sus homólogos contemporáneos, como, por ejemplo, Woody Allen, quien realizó una fusión semejante en su cinta, La última noche de Boris Grushenko (Love and Death, 1975). En una imagen promocional de Perdida (Gone Girl), puede verse un cuadro similar con Ben Affleck y Rosamund Pike que emula ese complejo puzle creado por Bergman en el que dos perfiles diferentes se unen en un plano bidimensional. Lo que en un principio parecía un simple guiño sin importancia, ha resultado ser una astuta advertencia de David Fincher para expresar la gran influencia bergmaniana de la que presume su último trabajo. La traición, los celos, la enfermiza manía controladora, y la actitud psicótica de los protagonistas son aspectos que comparten ambos filmes. Aunque el enfoque sea diferente, la finalidad es la misma: escudriñar la delicada mente humana. En la introducción de la presente cinta, se aprecia a Nick acariciando la cabeza de su mujer, Amy, mientras el narrador cuenta que ese contacto se debe, no a una muestra de cariño como pudiéramos pensar, sino a un intento por tratar de indagar en su conciencia, conocer qué es lo que los separa o los une, y comprender qué se han hecho el uno al otro. En la escena inmediatamente posterior, volvemos a ver a Nick, en un contexto diferente, dirigiéndose a una taberna con el juego “Mastermind” en la mano, algo que nos da una pista bastante clara de los derroteros que va a seguir la película en cuanto a psicología introspectiva.

    No obstante, mientras que Persona pertenecía al cine de la modernidad, donde el surrealismo era la base lógica de todo razonamiento, el posmodernismo que representa Fincher en su filmografía deja patente la forma en la que el componente psicótico ha desplazado al onírico. Como se puede ver en este caso, lo único que nos separa de la realidad tangible son las imágenes de un pasado sometido a la cuestionable objetividad del narrador, en contraposición a las imágenes de un presente imaginario y desconcertante como ocurría anteriormente. La protagonista se revela (al espectador) al tiempo que se rebela (contra los personajes de ficción) en una misma acción: la lectura del diario que marca el avance de la primera parte de la película. Fincher nos introduce en un mundo de sociopatía llevada hasta límites extremos. Aparece la psicopatía como concepto para analizar, el personaje necesita sentirse admirado y querido a toda costa, busca la constante aprobación pública y de las personas que tiene a su alrededor, a las que necesita manipular. Las consecuencias que ese trastorno mental acarrean quedarían “justificadas” por un componente de inconsciencia que, por el contrario, no encontramos en el otro factor analizable: la maldad. Ésta se vería sujeta a un juicio valorativo del espectador, quien tendrá que decidir, en función de las pruebas mostradas, si el acusado es culpable o inocente. Las muestras afectivas y cariñosas del comienzo de la relación dan paso a una desdeñosa y apática actitud. Posteriormente, se produce una desconexión sentimental, hecho que llevaría a la infidelidad. El siguiente paso sería la violencia, verbal y física, cuya progresión lógica terminaría con el asesinato. Sólo estableciendo qué barrera de las expuestas nunca ha sido cruzada por el protagonista, podremos determinar si es realmente malvado, cobarde o simplemente un pusilánime, víctima de un diabólico plan.

    Perdida (Gone Girl), de David Fincher

    La trama presenta las secuelas producidas tras la desaparición de una mujer en un pequeño pueblo de Missouri. Las autoridades pronto establecen que se trata de un caso de asesinato, teniendo como principal sospechoso al marido de la víctima cuyo presunto cadáver sigue sin aparecer. Partimos de una estructura muy semejante a la de la novela homónima que adapta, de Gillian Flynn, y que se compone de dos partes. La primera de ellas se desarrolla alternando presente —desde el punto de vista de Nick y el de la policía que lleva a cabo la investigación— y pasado —punto de vista de Amy, mostrado mediante unos flashbacks que relatan lo escrito en su propio diario—. En esta primera parte aparecerán dos tipos de narradores cuya función, además de su evidente finalidad emisora, será actuar como elemento desconcertante del guion. El narrador equisciente expondrá los hechos de manera informativa, investigará la veracidad de lo contado por el narrador diegético pero mentiroso. Aparece en ese punto la incertidumbre y la alarma social que se genera ante la desaparición de una escritora famosa de cuentos infantiles (Increíble Amy).

    Ambas historias se vuelven más truculentas por momentos, llenas de detalles escabrosos sobre el comportamiento de los protagonistas, y reacciones tan drásticas como inverosímiles, como el hecho de comprar impulsivamente una pistola a un traficante de barrio el día de San Valentín. Como podemos apreciar, encontramos dos fechas cruciales que tienen un componente romántico esencial: La desaparición en sí, producida el día del quinto aniversario de la pareja, y la compra de la pistola, el día de San Valentín. Es la desmitificación absoluta del romanticismo materialista como medio de forzar el amor duradero. El sexo será otro componente determinante, su práctica muy rara vez estará motivada por el amor o la búsqueda de placer (mutuo), sino que se usará como parte de un plan degenerado. Los mencionados hechos, cada vez más exagerados, unidos al incidente y estridente sonido, nos harán barruntar que conocemos la estrategia de Fincher para resolver el misterio. Sin embargo, cuando estemos completamente seguros de nuestro juicio deductivo, el director revelará sus cartas dejándonos con una nueva incógnita y más de la mitad del metraje todavía por delante. La segunda parte comenzará una vez se termine de leer el diario y se resuelva el primer enigma de la trama —primer giro argumental—. A continuación, se introduce un narrador testigo —pero no fidedigno— conformado por unos medios de comunicación que tratarán de liderar una caza de brujas sin ningún tipo de escrúpulos ni información contrastada.

    Gone Girl

    El irónico retrato caricaturesco que se hace del sensacionalismo informativo, tiene como finalidad mantener al espectador alerta ante las diferentes perspectivas que aparecen en toda historia. Así se diferencia entre falacia, percepción de realidad, y realidad absoluta. Los personajes de la ficción a veces no son conscientes de tener una visión diferente de la realidad, otras sí lo son, pero fingen la ignorancia para obtener una ventaja posicional, y en otras ocasiones, la realidad que simulan no conocer, no es la verdad absoluta. Esta disyuntiva será apreciable en la cinta con la aparición del segundo flashback, con él nos daremos cuenta de que esa onírica atmósfera que nos inundó en la primera analepsis, motivada por un incómodo pero efectivo acompañamiento sonoro muy incidente y a mayor volumen que las voces de los personajes, tiene una función narrativa muy concreta dentro de la historia: generar un efecto de inestabilidad perceptiva que desoriente al personaje y al espectador. El segundo y definitivo giro argumental con el que finaliza la segunda parte de la película, no se producirá al final del metraje como cabría esperar, sino que servirá de introducción a un sensacional epílogo idiosincrático con la suficiente duración para que emitamos nuestro juicio categórico. Fincher recupera su mejor versión y logra construir un nuevo y complejo rompecabezas perturbador. Sólo el corrosivo y reiterativo humor negro nos permitirá tomar aliento durante la lectura de este cuadro clínico sobre los límites de la enajenación mental, tanto la facultativa, como la socialmente aceptada. | |

    Alberto Sáez Villarino
    redacción Dublín (Irlanda)


    Estados Unidos. 2014. Título original: Gone Girl. Director: David Fincher. Guion: Gillian Flynn (Libro: Gillian Flynn). Duración: 145 minutos. Productora: 20th Century Fox / New Regency. Montaje: Kirk Baxter. Música: Trent Reznor, Atticus Ross. Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Kim Dickens, Patrick Fugit, Carrie Coon, Missi Pyle, Kathleen Rose Perkins, Scoot McNairy, Sela Ward, Emily Ratajkowski, Lee Norris, Casey Wilson, Lyn Quinn, Lola Kirke, David Clennon. Presentación oficial: Festival Internacional de Nueva York 2014.


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