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    Crítica en Serie | Masters of Sex (Temporada 2)

    Masters of Sex

    Un folletín que deja indiferente

    crítica a Master of Sex (2013-) | Temporada 2 | ★★ |

    Showtime | 2ª temporada: 12 capítulos | EE.UU, 2014. Creadora: Michelle Ashord. Directores: Michael Apted, Jeremy Webb, Adam Arkin, Michael Engler, Keith Gordon, Michael Dinner, Adam Bernstein. Guionistas: Michelle Ashford, Amy Lippman, David Flebotte, Steven Levenson, Batshseba Doran, Eileen Myers. Reparto: Michael Sheen, Lizzy Caplan, Caitlin Fitzgerald, Annaleigh Ashford, Teddy Sears, Julianne Nicholson, Cole Sand, Kayla Madison, Kevin Christy, Ann Dowd, Mather Zickel, Betsy Brandt, Jocko Sims, Keke Palmer, Danny Huston, Artemis Pebdani, Greg Grunberg, Christian Borle, Courtney B. Vance, Adam Arkin, Beau Bridges, Nicholas D´Agosto. Fotografía: Michael Weaver. Música: Michael Penn.

    Aunque sus índices de audiencia digan otra cosa, Showtime no ha tenido un buen verano, creativamente hablando. Si ya se comentaba en esta página el bajón de calidad de Ray Donovan, el de Masters of sex es aún mayor. La serie de Michelle Ashford empezaba despidiendo varios de sus personajes y usando flashbacks para dilatar la resolución del cliffhanger que cerró la primera temporada. Bill, en la puerta de Virginia, pidiéndole amor. Desde ahí todo ha ido cayendo progresivamente en una maraña de tramas aburridas, metraje interminable (los 58 minutos de rigor por capítulo parecían a veces un par de horas), ambientación impostada y el pulso constante entre el interés de la trama de base (los descubrimientos sexuales de William Masters y Virginia Johnson) y la manera elegida por los responsables de llevarlo a la pequeña pantalla. El culebrón acartonado, de pasiones incontenibles y las reglas de la época siendo machaconamente recordadas a cada paso. Como Douglas Sirk, pero sin el talento del director para que nos interese especialmente lo contado.

    Con varias nominaciones importantes a diferentes premios y el merecidísimo Emmy para Allison Janney como Mejor actriz invitada en drama, la temporada propone varios tramos argumentales, regulados por la aparición de un grupo variado de estrellas invitadas (Danny Huston, Betsy Brandt, Keke Palmer, Courtney B. Vance, Sarah Silverman) de las cuales solo Betsy Brandt se queda en la memoria con un personaje perdurable. Y ese es uno de los grandes problemas de la serie, la falta de secundarios atractivos que rodeen a la pareja protagonista. Masters & Johnson tiene una trama con la suficiene fuerza como para seguir sus idas y venidas cuando están juntos, pero con la pérdida de sus secundarios estrella (el matrimonio Scully sale enseguida porque Allison Janney y Beau Bridges están fijos en sendas comedias de CBS y la doctora DePaul muere por su cáncer a mitad de la temporada) no se ha saldado con incorporaciones complejas y excitantes, sino unidimensionales y sosas. Eso sí, Ashford ha sido inteligente al recuperar al estupendo personaje de la prostituta bisexual Betty, cuyo matrimonio es radiografiado en toda su crudeza en la primera mitad de la temporada. Ahora, las tramas de Austin, de Lester o incluso de Libby han sido francamente mejorables. Un poco como en la primera tanda, los hijos de Virginia son piezas argumentales, usadas solo cuando la trama lo requiere.

    Masters of Sex

    La temporada cubre casi tres años, pero lo curioso es que decide condensar dos de esos años en un solo episodio. Así, Asterion (2.7) salta varias veces en el tiempo a lo largo de su metraje, en una operación algo desconcertante pero que por lo menos es capaz de despertar el interés de la audiencia, aunque la nueva situación que plantea no tarda en asentarse en lo rutinario. Quizá haya espectadores que no lo sepan, pero para los que sí sabemos que Masters y Johnson acabaron siendo pareja resulta de lo más difícil aceptar los vaivenes sentimentales de sus historias. El matrimonio de Bill muere lentamente y Virginia no es capaz de durar con un hombre por demasiado tiempo, algo que en esa época estaba aún peor visto que ahora. Una habitación de hotel será el escenario de las revelaciones más importantes e interesantes de la temporada, ya que los investigadores continuarán follando y registrando sus avances. Siendo un personaje abiertamente antipático, Bill es analizado directa e indirectamente en esas sesiones de sexo y trabajo, además de por la sorprendente incoporación a la trama de su hermano pequeño y la franqueza con la que trata a su madre. Todo para dar más un contexto a un personaje que Michael Sheen defiende con una solidez interpretativa reseñable. En el caso de Virginia y a pesar del buen trabajo de Lizzy Caplan, su evidente condición de mujer adelantada a su tiempo, y el énfasis constante en estas características sigue siendo un punto débil de la serie. El interés de Ashford por ensalzar su figura acaba por agotar a uno, que ya sabe de sobra lo importante que será Virginia Johnson.

    «Con el fantasma de la competencia y la presión de la televisión por dar a conocer su trabajo, la pareja de investigadores acabará centrándose en un estudio de las disfunciones sexuales y se verá puesta en una situación límite tanto personal como profesionalmente. Lástima que esta peliaguda tesitura despierta poco más que la apatía».


    Conforme se acerca el desenlace, uno hace balance de la temporada y concluye que ha habido muy buenas intenciones pero resultados nada destacables. El clima social de la transición de los años 50 a los 60 se filtra en la trama con el tratamiento de los temas raciales y sexuales. Los primeros capítulos mostraron a Bill trabajando en un nuevo hospital y lidiando con una joven ninfómana y un bebé hermafrodita, y para que Libby encontrara su media naranja y la solvente Caitlin Fitzgerald tuviera algo que hacer, la mujer del doctor Masters se implica en la causa del movimiento negro, cuando presta testimonio por un atropello y se disculpa por haber tratado mal a la niñera. Su ansiada maternidad ya no la compensa, signo de otra mujer adelantada a su época. Está bien que se toquen temas lo más variados posibles, pero no en tramas de no más de tres capítulos y a pasar a otra cosa. Así no se profundiza bien en nada. Con el fantasma de la competencia y la presión de la televisión por dar a conocer su trabajo, la pareja de investigadores acabará centrándose en un estudio de las disfunciones sexuales y se verá puesta en una situación límite tanto personal como profesionalmente. Lástima que esta peliaguda tesitura despierta poco más que la apatía. De cara a la tercera temporada, los responsables de esta serie de Showtime deberían replantearse varias cosas, ya que hay un límite de paciencia para el seguidor que quiere saber qué pasará con el estudio. El cliffhanger parece anunciar cambios, así que solo cabe esperar que no sean a peor. | ★★★★ |

    Adrián González Viña
    redacción Sevilla


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