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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | ...Y entonces fuimos felices (Hide Your Smiling Faces)

    Hide Your Smiling Faces

    Paisajismo adolescente. Naturalismo vital

    crítica de …Y entonces fuimos felices | Hide Your Smiling Faces, de Daniel Patrick Carbone, 2013

    Se dejó ver en el Festival de Tribeca y en la Seminci de Valladolid. Sin hacer mucho ruido. Convenciendo a unos pocos. Daniel Patrick Carbone se bautizaba en el largo con …Y entonces fuimos felices (Hide Your Smiling Faces, 2013). Un atmosférico drama rural adolescente que remite, inevitablemente, a Terrence Malick. Las comparaciones son odiosas y a veces desproporcionadas, más las de este calibre. Procuraré no caer, por lo tanto, en la tentación de valorar exclusivamente el (obvio) legado del director tejano, sino que también trataré de ahondar en las singularidades de la ópera prima de Carbone. Es cierto que el naturalismo latente así como ciertos planos detalle –véase el de la serpiente engullendo un animalillo– invitan a reflexionar sobre la importancia del medio en el filme. El paisaje ha sido, a lo largo de la historia del arte, una fuente de la que se extraían los sentimientos y pasiones de los artistas. El apogeo del paisaje como evocador de emociones se produjo en el siglo XIX, con la pintura y literatura del Romanticismo. Dejó de ser un género menor para convertirse en un género mayor. Su escasa institucionalización favoreció la puesta en práctica de nuevas técnicas que favorecieron su crecimiento. Su influencia y sus avances tienen vigencia en nuestros días. En la actualidad el paisaje sirve, al margen de su construcción estética, como una construcción cultural; de trazado determinista en muchos casos. El realizador novel jugará con el paisaje siguiendo esta herencia cultural. Con ribetes autobiográficos reconstruye retazos de memoria. La América rural, la más verde. La América de su niñez.

    Hide Your Smiling Faces

    …Y entonces fuimos felices es una mirada amarga y atormentada de la adolescencia. Con esos planos volátiles se nos transmite la angustia de vivir en medio de la nada a una edad en la que se forja la astenia existencial. La trama (escasamente desarrollada) versa sobre la vida de un grupo de adolescentes de un pueblo de la América perdida, incidiendo en su quehacer tras la muerte de uno de ellos. Sus problemas, sus peleas, sus arrebatos, su vida familiar. Juntos pero no revueltos viven el día a día, marcado por la anodina paz rural en un rebaño que pide a gritos ser agitado. Este hatajo de teenagers post grunge son una extensión de la naturaleza. El hombre creía y cree haber superado los embates ajenos a su voluntad y Carbone nos recuerda lo erróneo de la conjetura. Estos críos, efebos sin rumbo, son el claro ejemplo de las reminiscencias primitivas en la jerarquía de la vida. El ritmo y los matices delatan a un director brillante para captar la esencia de la juventud. La muerte, al igual que en El árbol de la vida (2011) tiene una importancia meridiana. El descubrimiento del cadáver supone el punto de inflexión. En los momentos previos al hecho la cámara capta la cotidianidad inocente. Niños que juegan con pájaros muertos, que se bañan en lagos, que se divierten juntos. Una vez que el más mayor encuentra el cuerpo, Carbone nos ofrece una mirada más introspectiva. La muerte de su amigo supondrá un rito de paso a las pesadumbres de la vida adulta. Este proceso que se va desgranando a lo largo de todo el metraje fortalece el alma de la película. Sin sentimentalismos melodramáticos a pesar del envolvente lirismo.

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    La principal virtud de la cinta reside en su capacidad evocativa. Habitualmente las obras sobre la juventud tienen que ver con adolescentes problemáticos, chicas o rebeldías sin causa. Aquí el leitmotiv versa sobre el lugar que ocupan los chicos en su pequeño universo y su entrada en la madurez. Esta cimentación narrativa, como apuntaba en el primer párrafo, viene marcada por la nebulosa de la memoria. Daniel Patrick Carbone apuntaba en una entrevista en el Festival de Tribeca que …Y entonces fuimos felices es una retrospectiva vital. Decía que él había rodado tratando de plasmar la vida tal como la recodaba. Sin nostalgia. De hecho la relación entre hermanos o la interacción con el paisaje están basados en sus “foggy memories”. Una obra que recoge retales de vida. Bonita y emotiva a partes iguales. Preciosa visualmente hablando. Heredera no solo del mejor Malick, sino también de otras cintas como Cuenta conmigo (1986) o George Washington (2000). A veces el cine depara sorpresas, pequeñas joyas. Sin duda …Y entonces fuimos felices es una de ellas. Te atrapa por la poética esmeralda de sus planos, por la retórica de lo triste y por la humildad de sus ambiciones. Su alcance ha sido y será limitado, pero no me cabe duda de que el tiempo jugará a su favor. Carbone promete. Ojalá su filmografía alcance una relevancia que permita una mayor difusión de sus primeros pasos. Experiencia harto recomendable que mejora una vez que se saborea. Las primeras sensaciones pueden ser desconcertantes pero deja una huella imborrable a largo plazo. | ★★★ |

    Andrés Tallón Castro
    redacción Madrid

    Estados Unidos, 2013, Hide Your Smiling Faces. Director: Daniel Patrick Carbone. Guion: Daniel Patrick Carbone. Productora: Flies Collective / Hide your Smiling Faces. Fotografía: Nick Bentgen. Música: Robert Donne. Reparto: Ryan Jones, Nathan Varnson, Colm O'Leary, Thomas Cruz, Christina Starbuck, Chris Kies. Presentación oficial: Tribeca 2013.

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