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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Crystal Fairy and the Magical Cactus

    Crystal Fairy

    Aluminosis hemisférica

    crítica de Crystal Fairy and the Magical Cactus, de Sebastián Silva, 2013

    El tema del viaje como metáfora de búsqueda y descubrimento —de uno mismo, del mundo o del otro— es tan antigüo como las primeras civilizaciones. Es uno de los grandes temas de la literatura universal —religiosa, mística, alegórica, etc.— y ha sido inspiración de algunas de las cimas creativas del genio humano. Desde el periplo homérico hasta el itinerario interior que es Rayuela, sin olvidar, el viaje de viajes, la Divina Commedia, el testimonio de nuestro deambular por este mundo ha sido una de las mayores inquietudes del intelecto humano. El cine también se ha hecho presente; desde la epopeya pesimista de Kubrick (2001: Odisea en el espacio) hasta las revelaciones sexuales de Cuarón (Y tu mamá también), los cineastas han reconocido un manantial en el andar vagabundo del hombre. A despecho de esto, el cine no ha explorado la complejidad de esta alegoría; es una lástima, la existencia del viajero, es, tal vez, aquella que expresa mejor nuestro peregrinaje por el mundo; no por nada Bolaño decía que entre la literatura, la vida y el viaje la experiencia fundamental no es diversa. Somos transeúntes sempiternos. El cine, en mi opinión, se ha mantenido cauto a la hora de afrontar el reto de dibujar o redibujar la odisea humana, fuente de infinitas posibilidades. El viaje es una experiencia arquetípica común a todas las culturas, no solo es un tema literario, es una práctica espiritual. La peregrinación cristiana o la introspección budista son tentativas por conocernos, por reconocernos. El tema del viaje no envejece, es atemporal, o, por decirlo de otra manera, es siempre moderno. Mientras haya sociedades que evolucionen, habrá interpretaciones, o, mejor dicho, re-interpretaciones del periplo humano. En este contexto se inscribe la obra de Sebastián Silva, Crystal Fairy retoma el tema que más que una antigualla se muestra, una vez más, como una tierra fértil y fresca. El filme de Silva comienza muy bien y, sin exagerar, podría decirse que tiene un inicio excelente; mas mantener un paso así puede comprometer la pericia del director para el resto de la película. Este fue el caso de Crystal Fairy, filme que en primera instancia parece denunciar a la sociedad occidental —poniendo como ejemplo antonomástico a un chico americano— y que, posteriormente, pierde su fuerza crítica para entrar en un discurso pantanoso para terminar con un fin, simplemente, huero.

    Crystal Fairy

    La personalidad del protagonista —un hombre poseído por los morbos de la modernidad: la banalidad y la ansiedad— parecía destinada a desembocar en dos finales plausibles, la redención o la condena. La propuesta de Silva se queda a la mitad. El último tercio del filme es un camino urdido por las incertezas y la pobreza argumental del guión. El protagonista termina donde empieza, al igual que el resto de los personajes. Jamie es un personaje inquieto y con un comportamiento bipolar. En los momentos de euforia, inducida por el abuso de drogas, es un muchacho amable, sociable y tolerante; se podría decir que su estilo de vida es un regreso al lema hippie, Peace and love. Del otro extremo, el Jamie sobrio es mesquino, egoísta e intransigente. La dualidad del personaje es el eco de un alma en decadencia. Los personajes que giran alrededor de Jamie son astros que danzan sin meta ni fin. El hada misteriosa (Crystal Fairy) y los tres hermanos —lindero entre el neo-hippismo y la discreta burguesía— son personajes a medio camino. Ni los hermanos son hippies ni Crystal Fairy cree demasiado en su doctrina espiritualista. Personaje sin fe, hombres sin credo. El nihilismo presupone la negación y la no-creeencia —que, a final de cuentas, es un no creer, ergo, creer en nada—. Los personajes de Silva han trascendido esta etapa del espíritu humano: hombres sin creencia y sin fe; sería equivocado decir que son nihilistas. Su vida transcurre sin interrogarse sobre la existencia propia y la realidad del mundo, son los heraldos de la nimiedad. Hombres ligeros e insignificantes. Más allá del nihilismo se encuentra algo aún peor, la banalidad, la ligereza, la insignificancia. Hombres en un limbo, condición que los destierra de este mundo y del otro. El hada y los tres hermanos son temperamentos tibios; son boyas que se mecen con la marea de la sociedad –go with the flow-; incluso el anti- materialismo de Crystal Fairy es un inconsciente ir contra más que una vocación o un acto de voluntad consciente, oveja de la contra-corriente. To be or not to be. La máxima de Shakespeare está más vigente que nunca. El hombre se juega el todo por el todo, entre el ser y el no ser está nuestro crepúsculo.

    Crystal Fairy

    Ninguno de los personajes pertenece a ningún lado, wanna be perennemente, almas dominadas por el relativismo. Pacifismo y violencia sexual; ser hippies o ser burgueses; ansiedad de experimentación y negación de la misma experiencia; las dicotomías contradictorias son el fundamento de la duplicidad constitutiva de los personajes de Silva. Ninguno termina por cuajar. Si es verdad que la hipocresía es un tema presente durante el filme (Crystal Fairy comiendo y bebiendo productos ricos en azúcar, después de que un día antes había criticado a los hermanos por comprar esos víveres...), decir que la desorientación intestina de los personajes se justifica porque son falsos es una comodidad. La fragilidad sustancial de los personajes está ahí pero no parece que el director haya querido expresar esta disyuntiva, y, si fuera así, le faltó profundidad. Silva tropieza con la complejidad de los protagonistas y reduce su propuesta a una tentativa. De la misma familia espiritual de Y tu mamá también, Crystal Fairy, opuestamente al filme de Cuarón, no logra amarrar los hilos de la historia. La cinta del director chileno es irregular, sinuoso y, a veces, gratuita; la tensión creada en la primer media hora de proyección se va diluyendo lentamente hasta finalizar en superchería sentimental. La oscilación interior del personaje principal, hacia el desenlace de la película es chabacanería, como sus personajes. Silva se queda a medio camino, no termina por tejer una buena historia y la sustancia de sus personajes se volatiza con el sol chileno a orillas del mar. Por otro lado, el abuso de sustancias psicoactivas es la cuestión más interesante de la trama, síntoma de nuestro tiempo enfermo, el consumo de drogas con fines recreativos se opone al uso religioso que le daban los antigüos mesoamericanos. En Chile el san pedro y en México el peyote, eran sustancias ingeridas para entrar en el umbral de la verdad; en Occidente las drogas se han transformado en un medio para salir de la realidad, negación del mundo, más que recreación, disidencia. Vuelta de espaldas a un mundo que colapsa. | ★★★★ |

    Matías García Muñoz
    redacción Roma (Italia)

    Chile, 2013. Título original: Crystal Fairy the magical cactus and 2012. Director: Sebastián Silva. Guión: Sebastián Silva. Intérpretes: Michael Cera, Gaby Hoffman, Juan Andrés Silva, Agustín Silva, José Miguel Silva. Fotografía: Cristián Petit- Laurent. Productores: Andrea Carrasco Stuven, Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín. Fecha de estreno oficial: 17 enero 2013 (Festival de cine de Sundance).

    Crystal Fairy poster
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