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    Crítica | Anochece en la India

    Anochece en la India

    Una industria segura es una industria feliz

    crítica de Anochece en la India | de Chema Rodríguez, 2014

    Parece norma común que cineastas que han empezado desarrollando el género documental acaben probando suerte tarde o temprano con la ficción. El caso de Chema Rodríguez llama la atención poderosamente cuando reparamos en los importantes logros cosechados por sus dos primeros trabajos, especialmente por su debut Las estrellas de La Línea (2006), retrato en torno a un grupo de prostitutas guatemaltecas que formaron su propio equipo de fútbol y se llevó el Mención Especial del Jurado en Málaga, además del segundo Premio de la Audiencia en la Berlinale, y el Sebastiene en el Festival de Donosti. Posteriormente, Coyote (2009) y El abrazo de los peces (2011) asentarían su nombre, ésta última sobre todo. Una obra tremendamente personal en torno a su hija de 18 años, nacida sordociega, y sus dificultades para integrarse en la sociedad. Así, su primer largo en la ficción se evidencia como una continuación de un discurso que, de nuevo, tiende al compromiso. El de un señor entrado en años, postrado en silla de ruedas, de carácter arisco y racista en apariencia, que convive con una mujer rumana más joven que él, que es quién le mantiene, le limpia, le lava e, intuimos, incluso le masturba. Ella, Dana, está enamorada de él, y él, Ricardo, se niega a aceptar que la necesita más de lo que cree. Tenemos lo necesario. El enfrentamiento con uno mismo no tardará en llegar, a través de un viaje en carretera (oh, sorpresa) que les llevará de España a Rumanía, pasando por Estambul, hasta llegar finalmente a la India. Las intenciones quedan ocultas hasta mitad de metraje, aunque no es difícil adivinarlas. Las encontramos rápidamente en unas bonitas grabaciones en blanco y negro filmadas en Super 8 (faltaba más, ya se sabe que la nostalgia tiene esa textura). De ahí a la carretera sólo van unos pocos planos.

    En el guión aparecen acreditados el propio cineasta, y otro guionista con un gran recorrido en televisión y un largo dirigido por él mismo, David Planell. Entre sus mayores créditos encontramos numerosos capítulos de Hospital Central, otros tantos de El comisario, la miniserie Un burka por amor y el filme Siete mesas de billar francés (2007). La experiencia es evidente, pero el guión no parece contenerla. A pesar de una aparente corrección en la idea y los elementos —ya saben, las paradas que van sacando a la luz las intimidades de los personajes en conversaciones nocturnas dichas en voz baja, las tensiones, la aceptación, el cariño provocado por el roce— no hay, de nuevo, frescura en el planteamiento. De hecho, cuesta entrar en él. Incluso aunque la primera parte pueda resultar aceptable y podamos creernos las motivaciones de Ricardo, o las entrevistas a desconocidos para encontrar a un sustituto de Dana (la aparición en este punto de Javier Pereira coincide con los primeros malos augurios de la cinta), las concesiones se van agotando en la segunda parte, aquella en la que, ya en plena carretera, la película renquea a raíz de la llegada de Ricardo y Dana al hogar de ésta última en Rumanía y, repentinamente, las decisiones de guión para con ella provocan un alejamiento brutal por parte del espectador. Cuesta creerse la situación que la película propone. Uno sale disparado hacia afuera, huyendo de ese detestable regustillo que casi siempre dejan los discursos interraciales mal tratados, o tratados con poco gusto. El de la baratija televisiva. No sabemos exactamente si el director busca un retrato consciente de ciertos sectores de nuestro país, o simplemente quería dejar constancia de esta multiculturalidad que es una realidad evidente (con el cameo de una joven sueca de Göteborg que causa poco menos que sonrojo en su inutilidad), pero en cualquier caso, se agradece que deposite su atención en Ricardo.

    Anochece en la India

    Juan Diego es la excusa de que todo esto se sustente. Es un actor de probado carácter, con una presencia física brutal en pantalla. Encarna a su personaje con una dignidad que el público agradece. Es el único del conjunto que parece depositar algo de seriedad en una propuesta bastante débil, que hace gala de un tono absurdamente americano, empeñado en una selección de canciones anglosajonas, de marcada esencia folkie que no saben rimar para nada las elecciones de una historia en la que, a veces, la sobreexposición emocional acaba evidenciando la ridiculez de ciertos momentos. No hay sensación de viaje. El espectador nunca experimenta una auténtica idea de evolución. Las localizaciones no consiguen disimular ciertas incongruencias que acaban descubriendo la mentira. Y la última media hora de filme acaba por descuartizar de cuajo cualquier buen apunte que se pudiera haber dado. Las actitudes de Ricardo y Dana se vuelven condescendientes, los hechos no resultan creíbles, y la agonía, que sólo dura 90 minutos, parece que se alarga de manera constante. Anochece en la India falla en sus intenciones. No produce empatía, no deja huella, el tono está mal enfocado y la autenticidad brilla por su ausencia. Deja una solemnidad absurda bañada de blanco, con canción de marcada melosidad que se inscribe a fuego en los rasgos exagerados de un Juan Diego de esperado galardón. En una industria que hace el vacío a propuestas de una valentía desorbitada (El muerto y ser feliz, Cabás, Family Tour, Manic Pixie Dream Girl, La lava en los labios) resulta injusto ver cómo obras de tan poco calado y elegancia acaban acaparando más atención de la que merecen. | (abyecta) |

    Gonzalo Hernández
    redacción Madrid

    España, Rumania, Suecia, Turquía, India, 2014. Título original: Anochece en la India. Director: Chema Rodríguez. Guión: Chema Rodríguez, David Planell, Pablo Burgués. Intérpretes: Juan Diego, Clara Voda, Javier Pereira. Fotografía: Alex Catalán, Juan González. Música: Hans Lundgren. Montaje: Emil Slotea. Productoras: Atmo Media Network, Film i Väst, Jaleo Films, Producciones Sin Un Duro, Strada Film. Fecha de estreno oficial: 27 de Marzo 2014. (Festival de Málaga).

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