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    Crítica | 2 francos, 40 pesetas

    2 francos, 40 pesetas

    Nuevas y viejas Españas

    crítica de 2 francos, 40 pesetas, de Carlos Iglesias, 2014

    Un franco, 14 pesetas quizá sea, por el momento, la obra que más lustre ha aportado a la trayectoria de Carlos Iglesias. Porque con ella, el actor “condenado” al sambenito del inventor del gotelé en este país logró sacar adelante un proyecto donde ponía mucha carne propia en el asador: la historia de su familia escrita, dirigida y protagonizada por él mismo. Es decir, con toda la responsabilidad creativa. Lo que le salió fue una película rebosante de autenticidad, donde entregaba una parte de su intimidad y sus recuerdos. Y la taquilla le respaldó con creces. El filme ha quedado como uno de los homenajes más auténticos a la ola de emigrantes españoles de los sesenta. Aquellos que, con lo puesto, se lanzaron a buscar trabajo en la Europa más próspera (Suiza, en este caso). La mezcla de nostalgia, admiración y un humor genuinamente español formó un cóctel perfecto. En 2 francos, 40 pesetas, que ocho años después retoma la historia, hay mucho más del tercer ingrediente y casi nada de los otros dos. Una vez vaciados sus sentimientos de tierna añoranza en Un franco, 14 pesetas, Iglesias ha optado por una continuación que lo es por trama, pero no por tono. Porque supone un volantazo hacia la comedia pura, de corte neorrealista inspirado en Rafael Azcona y reparto coral. Orientándose hacia ese humor sobre españoles y para españoles, retratando un país que a ratos se antoja demasiado lejano para el espectador actual, y a ratos demasiado familiar. El español de hoy quizá no se reconozca en el lenguaje y los modismos de sus personajes, pero sí en muchas de sus conductas.

    2 francos, 40 pesetas

    Iglesias da también más presencia al contexto económico, retratando unos setenta en los que España está saliendo de unas décadas de pobreza propia a la vez que se va sumergiendo en una nueva crisis global. Es la época de apertura al exterior, simbolizada en el viaje en Interraíl que realiza el hijo adolescente, basado en la figura real del propio Iglesias. Un viaje que ya no es el trámite incierto que abría la primera película, sino un fin en sí mismo y un modo de autodescubrimiento. Una aventura de tintes hippies como evasión de una España aún demasiado gris. Es también la época del desarrollismo, muy bien condensado en la obsesión de la madre de familia de mediana edad por su pisito en propiedad y su apartamento en Torrevieja: el prototipo de español ávido de ostentación tras años de privaciones. Y, por último, es también la época de la evasión de capital a Suiza, mostrada en una trama con tintes de road-movie y un personaje, utilizando un eufemismo tristemente extendido, de típica “picaresca española”. 2 francos, 40 pesetas también indaga a ratos en los conflictos internos del personaje de Carlos Iglesias (basado en su propio padre), protagonista absoluto en la primera entrega y con menos carga en el argumento de esta. En la confrontación que encarna entre la vieja España castiza que le ha criado y una cierta inquietud de renovación que le da su condición de emigrante que ha vuelto a su país de origen, que en el fondo habla de la dificultad para definir la identidad de un país cambiante. Y, de algún modo relacionado, el choque entre sus propios sueños y su obligación de cumplir los sueños de los demás. La misma confusión está presente en el personaje de su hijo, es decir, en los recuerdos del propio director. En su necesidad de huida hacia ninguna parte, del viaje por el viaje buscando el paraíso perdido de su infancia que representa Suiza, y en su pánico a un regreso.

    2 francos, 40 pesetas

    Aunque, pese a estas puntadas de melancolía, la luminosidad del tono de comedia se impone. Iglesias construye humor, decíamos, mediante la exposición de ciertas idiosincrasias puramente españolas. Mediante toques tan castizos como el pique entre dos suegras, un cura español de los de toda la vida trasladado a Suiza para velar por la moralidad de los suyos, un numerario del Opus Dei descaradamente hipócrita, o unas esposas espiando a sus maridos mientras ligotean con sus antiguas “queridas”. El carácter coral de la película la abre hacia un amplio abanico de tramas, que permiten tocar prácticamente todos los tópicos del imaginario español más oriundo. Y que, sobre todo, le permite construir la gran escena del bautizo, ese momento de guión clásico en el que todas las historias confluyen, se juntan en un espacio reducido y desatan una vorágine de enredos simultáneos. Esta coralidad, no obstante, supone también el mayor hándicap de 2 francos, 40 pesetas. La profusión de tramas termina por crear un ritmo excesivamente disperso, la ausencia de algún personaje realmente bien trazado, y varios momentos en los que se notan las prisas por querer contar mucho en muy poco tiempo. Así, el filme diluye en su caos buena parte de su capacidad para involucrar emocionalmente al espectador. Lo que quizá fuese una de las mayores virtudes de la primera parte. Si bien no tiene sentido entrar en demasiadas comparaciones, puesto que el distanciamiento con aquella de 2 francos, 40 pesetas es pretendido. Y, pese a esa dispersión, en parte consigue funcionar como comedia luminosa, ágil, sencilla y marcadamente española. | ★★★ |

    Miguel Muñoz
    redacción Madrid

    España, 2014, 2 francos, 40 pesetas. Director: Carlos Iglesias. Guión: Carlos Iglesias. Fotografía: Paco Sánchez Polo. Música: Mario de Benito. Montaje: Miguel Santamaría. Reparto: Carlos Iglesias, Javier Gutiérrez, Nieve de Medina, Luisber Santiago, Adrián Expósito, Isabel Blanco, Eloisa Vargas, Iñaki Guevara, Esther Regina, Isabelle Stoffel, Tina Sainz, Roberto Álvarez, Aldo Sebastianelli, Ángela del Salto, Marta Puig. Productora: Gonafilm.

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