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    Crítica | El Rey de Canfranc

    El Rey de Canfranc

    El desconocido Schindler pirenaico

    crítica de El Rey de Canfranc | de José Antonio Blanco, 2013

    El valor en los tiempos negros de aduana, hambre y muerte es un bien escaso, y en todas las guerras o contextos post y prebélicos hallamos a personajes singulares que pusieron en peligro sus vidas sin esperar nada a cambio para salvar a otros. Declinando medallas, rehusando ostentaciones, muriendo de viejos o de jóvenes queriendo ser anodinos y no héroes. Albert Le Lay, espía al servicio de la resistencia francesa en los años de la Segunda Guerra Mundial y jefe de la Estación Internacional de Canfranc, fue una de esas personas por las que, tras visionar esta obra, merece la pena seguir creyendo en la integridad de la raza humana. A la hora de ver El Rey de Canfranc, documental proyectado en Cineuropa, tuvimos la suerte de contar con la presencia de su director, y escuchar una charla previa y un debate a posteriori acerca de este singular personaje, que salvo a miles de judíos en las fronteras pirenaicas y pasó miles de documentos que llegaron a Londres a través de Madrid y fueron claves para derrotar a la Alemania nazi.

    El Rey de Canfranc es un documental completo y muy bien elaborado, de ritmo vigoroso y manufactura colorista, que hace una selección impecable de los múltiples materiales empleados para su consecución, en lugar de agobiar con datos excesivos que conducen al espectador al tedio. Empleando un formato híbrido bastante efectivo que escapa de la monotonía y se aproxima al docudrama, una voz en off correspondiente al personaje de Albert Le Lay nos cuenta, en orden cronológico regresivo, su historia, mostrando los paisajes bellos y agrestes de Canfranc, pueblo del pirineo aragonés, con hermosos filtros fotográficos, mediante planos panorámicos espectaculares desde las alturas. Amén de conseguir una visión multi-panorámica, el montaje alterna recreaciones de personajes, secuencias en blanco y negro, fotografías estáticas reales y, por supuesto, las entrevistas que fueron realizadas a testigos vivos a lo largo del documental; su nieto, sus hijas Pilar y Lola, un experto ferroviario o antiguos habitantes de Canfranc, dando como resultado un mosaico polifónico muy interesante para que entendamos la importancia y la valentía de Le Lay. Algunos de los entrevistados, nonagenarios, como una de sus hijas, fallecieron a lo largo de la creación de la obra, de intenso potencial emocional y que logra crear a partir de estos hechos reales, una ficción sólida.

    El Rey de Canfranc

    Le Lay es descrito como un hombre humilde, discreto, elegante, desgarbado y alto, con una cojera leve, un hombre que se negó en rotundo a publicar su biografía en vida, que denegó entrevistas alegando “no ser un chulo de la resistencia francesa”, reivindicando en todo momento que sus acciones no tenían nada de especial, y que cualquier otra persona habría hecho lo mismo en su lugar, para salvar a Francia del nazismo. El primero en romper el silencio de su saga familiar para aportar luz a esta pieza documental fue su nieto Víctor Fairén, catedrático de la UNED, dado que su mujer, que falleció a los 105 años, quiso ser fiel a la voluntad de su marido. Así, ambos directores comenzaron a indagar, haciendo uso de amplia documentación, pero prefiriendo la vertiente humana y los testimonios directos para dar voz a este proyecto, que constituye un homenaje a héroes, supervivientes y fallecidos del fascismo, a todos los que cruzaron Canfranc con esperanzas de no llegar a las garras del Führer. Miles y miles de judíos y polacos llegaron en tren a la estación de este enclave con la ayuda de Le Lay, y por esta frontera pirenaica también escaparon celebridades como Josephine Baker o los pintores Marc Chagall y Max Ernst. A través de botes de antibiótico, los microfilms que aglutinaban fotografías y mapas importantes para lograr la derrota de los nazis viajaron desde Canfranc a los principales núcleos europeos de resistencia.

    La película tiñe la biografía de Le Lay de aventura y humanidad, también de peligros y amenazas, pues durante muchos años sintió el aliento de la GESTAPO en la nuca, tuvo que huir a Algeciras vigilado por la policía y el gobierno franquistas, y para ello dejar a una hija como señuelo en Canfranc, para alzarse como el Robin Hood de los perseguidos en la Segunda Guerra Mundial, el Schindler pirenaico de muchas familias que sólo se tenían a ellas mismas, y muchos kilómetros en sus suelas. Pudiendo convertirse tras la contienda, en ministro de De Gaulle, el único deseo de Albert fue regresar a Canfranc, su remanso de paz, su nirvana personal y el lugar donde trabajó con ahínco durante décadas. Pero el nunca aclarado accidente o supuesto sabotaje de 1970 que inutilizó un puente cercano dejó inutilizada para siempre esta estación de 241 metros de longitud. Aunque para muchos, Canfranc y Le Lay serán recordados e inmortales filones en la lucha contra el fascismo. ★★★★
     
    Andrea Núñez-Torrón Stock
    redacción Galicia | enviada especial al Festival Cineuropa de Santiago de Compostela

    España, 2013, El Rey de Canfranc. Director: José Antonio Blanco, Manuel Priede González. Guión: José Antonio Blanco, Manuel Priede González. Fotografía: Alberto Soria. Productora: Coproducción España-Francia; LocatPro Films / TVE / Aragón TV / FR3 / Institut Nacional Audiovisuel (INA). Reparto: Documentary, Manuel Priede, Carlos Castejón, Víctor Polo, José Antonio Blanco, Marcos Escudero. Presentación oficial: Festival de San Sebastián, 2013.

    El Rey de Canfranc póster
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