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    Crítica | Thor: El mundo oscuro

    Thor: El mundo oscuro

    La amenaza fantasma

    crítica de Thor: El mundo oscuro | Thor: The Dark World, de Alan Taylor, 2013

    Apuntes previos —muy anteriores— a cualquier precedente crítico: 1) Thor sonríe bien y huele a Nenuco; pero, 2) no lo sabemos porque el cine sólo huele al lugar en que se proyecta, esto es, a nada o a todo, incluso a melocotón y a patatas fritas con sabor a pollo y a Facebook, cuyo hedor se cuela a través del clink que entona el sugestivo smartphone. 3) Su ancho emocional es, cuando menos, cuestionable y, también, un desafío a la lógica del héroe maximalista que nació muy joven y generando mucho ruido, como una de esas bodas familiares que celebran la desunión prematura. Viva el vino, sin exclamaciones. Y, 4) Viva Thor, pero denle caza al Señor del Puro Marveliano. Sí, ahora resulta que el puro contamina y que el cine es una fiesta (cueste lo que cueste). Que estamos conectados no ya por seis grados de separación, sino por un router cósmico y un repetidor cuya señal rompe las leyes de la mecánica cuántica, de manera que uno puede estar en —por ejemplo— Vulcano al tiempo que habla con su familia de —por ejemplo— Burgos. Que no hay mal que por saga no venga; y que nunca es tarde si ella se llama Natalie Portman y se ríe como una nerd, o si él se apellida Hemsworth y utiliza un arcoíris tubular para viajar desde Nueva York a Asgard, portando un martillo cuyo peso no tiene medida pues es tal que se escapa a cualquier medición y tan solo obedece a su dueño: él en términos fantásticos. Es decir, Thor. A secas, pero como un témpano. Rubio y difícilmente placable. Un dios aun en su Australia natal. Cosas no del encasillamiento sino de los HECHOS fílmicos. Ya son tres —tras la primera entrega en solitario y sus vacaciones terrícolas para salvar el universo en Los Vengadores— las veces que Chris Hemsworth se ha enfundado el traje oscuro y la impoluta y desgastada, pero jamás rasgada, capa roja. De nuevo, Hollywood atrezzando la borrasca mientras el bíceps ejecuta un ERE y despide al tejido adiposo que se resiste a ser quemado en el mundo y en el cuerpo de ese hijo de Odín. Así y siempre, mola. ¿No? "Se deja ver y oír", dirán los popes; "está entretenida", juzgarán con tono amargo y una sonrisa de buzón; "Pss, va, sí, se pasa bien aunque es muy... cómo lo diría... para fans, eso. Incondicionales y tal". Traducción: funciona. Funciona el sonido y funciona la imagen. Un lujo, visto (y oído) lo visto (y lo oído). ¿Qué más podemos pedir? ¿Que se vea en 3D? Pues tiremos la casa por la ventana, o hagamos converger los Siete Mundos, qué sé yo. Una fiesta, el cine. Cueste lo que cueste.

    Thor: El mundo oscuro

    Observaciones preliminares —muy— a posteriori, con ganas de que el Señor del puro marveliano recupere el sentido poco a poco. Porque ciertamente, a) Thor: El mundo oscuro no es fallida ni nada que se le parezca; aunque, b) sus costes de producción son innecesariamente elevados a causa de la frivolidad que supone, entre otras muchas frivolidades, una conversión a 3D que ni funciona ni ofrece nada asombroso —más allá de un molestia ocular—, ni siquiera algún momento emocionante, y que por tanto juega en contra del nuevo realizador, Alan Taylor, quien recoge el testigo del solvente y pulcro Kenneth Branagh. El irlandés se desvinculó de la franquicia tras completar un filme correcto, potenciado por un casting con grandes secundarios como Idris Elba y Anthony Hopkins. Y, aun siendo un primer episodio con algunas notas de color, el listón no quedó muy alto. Más aún: era fácilmente superable, puesto que esa primera incursión no había convencido a los que pasaban por allí preguntándose quién sería el rubio con trazo de top-model vikingo. Pesan hoy los números en una franquicia supeditada al efecto post-Vengadores, la perfecta bomba de relojería que borró de un plumazo cualquier duda que se hubiera cernido sobre el binomio Marvel-Disney con anterioridad. Se trata de películas extremadamente sensibles a su propio aparato productivo, que prioriza el maíz frente al libreto. Las cifras se inflaman y el presupuesto acaba elevándose sin remedio, obligando a recortar durante la fase de producción, con violentos cambios que obedecen a la llamada del Señor del Puro. Demasiado como para no alimentar suficientemente el hype de Los Vengadores 2: La Era de Ultrón. De alguna forma, esta secuela de Thor es sólo uno de los tres o cuatro aperitivos —entre los que se cuentan Iron Man 3 y la aún por estrenar Capitán América: El soldado de invierno— de que dispone Joss Whedon, guionista y director del gran plato fuerte. El taquillazo de 2015, sin duda.

    Thor: El mundo oscuro

    ¿Cómo sobrevivir a semejante empresa, entonces? Marcando y revisando obsesivamente el umbral de rentabilidad, intuyendo con eficacia el éxito de una historia a ratos vergonzante, un remedo sci-fi que funde la clásica fantasía pulp de Guillermo del Toro con la fábula intemporal de El señor de los anillos en su oscuro y bélico preámbulo. El extemporáneo humor infantiloide de Jar Jar Binks con la serenidad nerviosa de un Loki (Tom Hiddleston) reducido a su común denominador: contemplar y consentir la violencia, mientras prepara equis truco que podría servirle de escapatoria o de purgatorio. Ha pasado algún tiempo desde la caída del horizonte en Nueva York. Thor no ha vuelto a la Tierra, incumpliendo su promesa con la doctora Jane Foster, un amor improbable destinado a crecer con un sobriedad casi mormónica. A besitos, que le diríamos a nuestro perro; a un bebé perro, si se quiere. O a un cachorro humano. A besitos. Portman y Hemsworth posan para la foto, y Alan Taylor, ese magnífico director cuya filmografía comprende series de televisión como Los Soprano, Roma y Juego de tronos, evita la hecatombe. Leídas también las referencias que pregona el productor de la película —El (¡ja, ja, ja... disculpen el...) imperio (... ja, ja... ataque de... ay... cuánto humor espontáneo!) contraataca—, Craig Kyle, no debe extrañar que estemos ante un filme cosido a detalles, cuando no a hostias en nombre de Mjolnir. Planos que sugieren una cierta vocación estética, en giros muy urgentes que obligan a derrapar hasta que el giro mismo, una rotación con meridiano 0 en Greenwich (atentos al desenlace), se torna jirón. Y así acabo yo, y probablemente acabarán ustedes: con el brazo izquierdo donde debería estar la pierna derecha y con un ojo del revés, mirando a un Elfo Oscuro cuando debería estar (ad)mirando a Natalie Portman, y fijándome en ella aunque ya no aparezca en pantalla. Son hechos insólitamente habituales, sobre todo en las películas de superhéroes, donde la genialidad convive con la deyección en el espacio de una baldosa. ★★★★

    Juan José Ontiveros
    Redacción Madrid

    Estados Unidos, 2013, Thor: The Dark World. Director: Alan Taylor. Guión: Christopher Yost, Christopher Markus, Stephen McFeely, Robert Rodat, Don Payne (Cómic: Jack Kirby, Stan Lee, Larry Lieber). Productora: Marvel Entertainment / Marvel Studios. Fotografía: Kramer Morgenthau. Música: Brian Tyler. Reparto: Chris Hemsworth, Natalie Portman, Anthony Hopkins, Tom Hiddleston, Christopher Eccleston, Idris Elba, Kat Dennings, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Jaimie Alexander,Tadanobu Asano, Stellan Skarsgård, Ray Stevenson, Alice Krige.

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