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    Crítica | Un hombre bastante bueno

    A Somewhat Gentle Man
    HUMOR NEGRO DEL NORTE
    crítica de Un hombre bastante bueno | A Somewhat Gentle Man | En ganske snill mann, Hans P. Moland, 2010

    sección atlas | Atlántida Film Fest

    La capacidad del ser humano para reírse ante las desgracias ajenas es inmensa. Ya sea como mecanismo de defensa, por sadismo o por simple mala leche, lo cierto es que, si vemos a alguien que se pega una torta o sufre algún tipo de deficiencia, física o psíquica, a menudo nos cuesta contener la risa cuando deberían brotar las lágrimas, o al menos dibujársenos una mueca de malestar y compasión. Esta paradoja encuentra su sofisticación en el llamado humor negro, peculiar subgénero que combina la cómico o al menos alegre de la palabra “humor”, con lo deprimente y penumbroso de la palabra “negro”. A veces domina el humor y otras veces toma la delantera la negrura, pero en cualquier caso este afortunado oxímoron suele ser simplemente, como se ha dicho, una especie de subgénero, que acompaña al género principal de una película, o que al menos se deriva de una trama con contenido propio. Pues bien, el caso de A Somewhat Gentle Man (En ganske snill mann, Noruega, 2010) parece ser una excepción, ya que toma el humor negro como su razón de ser. Efectivamente, casi toda la fuerza de esta cinta trae causa de un exagerado énfasis en la mencionada contraposición, que acaba reduciendo el interés de la película a una sucesión de sketches caracterizados por la gracia y el mal rollo.

    Por supuesto, su director Hans Petter Moland es plenamente consciente de ello. Aprovechando el enclave nórdico de la historia, ahonda en la parquedad y la frialdad de unos personajes que se mueven de forma literalmente mecánica, en un decorado sucio y hostil, pronunciando los diálogos justos entre ellos (a excepción de un personaje que recita sus frases a velocidad de vértigo, en un recurso menos afortunado y original que otros para provocar la complicidad y la sonrisa en el espectador). Las acciones son pues pausadas y las conversaciones cronometradas, conduciendo a intercambios de pareceres de tanta profundidad filosófica como el que sigue:

    - “¿Cómo matas a la gente?
    - Con mi pistola.
    - ¿Nunca has usado un cuchillo?
    - Los cuchillos son para comer.”

    De estas breves réplicas cabe deducir quizás qué tipo de historia se nos cuenta, aunque la historia en sí no es excesivamente relevante. El que contesta a esas dos preguntas de forma tan convencida es el protagonista, un cromañón al que el veterano Stellan Skarsgård aporta grandes dosis de credibilidad como un hombre que ha pasado años entre rejas y lo ha visto ya casi todo en esta vida. El metraje se inicia con su salida de prisión, aunque enseguida vienen a su encuentro dos amigos de correrías que querrán llevarlo otra vez por la senda de la perdición. Ahora se trata de despachar a quién se chivó a la policía y lo encarceló, aunque este hombre “bastante bueno” se mostrará reacio a cumplir el nuevo encargo, optando más bien por centrar sus preocupaciones en su recién adquirido trabajo como mecánico, en el hijo con el que se reencuentra y en un par de mujeres de cuya compañía sentimental también había sido privado en la cárcel.

    A Somewhat Gentle Man En esas resulta que este individuo apático salido de las cavernas es un auténtico playboy en lo que al sexo opuesto se refiere. Este atributo les sirve a Petter Moland y a su guionista Kim Fupz Aakeson para desarrollar unas cuantas escenas que basan su gracia en la repetición, aunque otras veces este humor surge del contraste, o simplemente de los gestos y los gruñidos del protagonista. Como hemos dicho, ello es el sustento de la película, y consecuentemente es necesario contar con unos cuantos recursos para que la cosa funcione. El mérito en este sentido quizás sea con todo más atribuible a Fupz Aakeson que a Petter Moland. El primero, al menos por lo que nos indica otra obra suya, también presente en este Atlántida Film Fest, es atrevido y juguetón, mientras que el segundo, limitándonos a lo que nos muestra la dirección de esta película, tiene un estilo dubitativo y falto de ritmo, que recuerda en algo al de Escondidos en Brujas (Martin McDonagh, 2008), pero sin el dinamismo y la capacidad de sorpresa de aquel… Por mucho que en esta también aparezca de repente un enano. Es precisamente este ritmo escaso, que a veces provoca una sensación más de desconcierto que de ocurrencia, el que impide que la película progrese bien del todo y cobre auténtica coherencia… aunque recordando nuestra reseña de ese otro trabajo de Fupz Aakeson, la culpa podría ser también suya.

    Sin abandonar este argumento, las fuentes de humor son por tanto alternativamente brillantes y discutibles. Esta segunda variante resulta finalmente del uso de algunos clichés o de algunas creaciones estereotipadas, por emplear otro oxímoron: hemos mencionado entre paréntesis al hombre del habla de la metralleta, pero está también uno de los supuestos delincuentes que acosan al protagonista. Estos, como hemos adelantado igualmente, son dos: el mandamás y el secuaz, y entre ellos existe una relación que ya pudimos ver en casi todos sus rasgos en El gran Lebowski (Joel & Ethan Coen, 1998), aquella entre los personajes de John Goodman y Steve Buscemi… Incluso podrían asemejarse hasta cierto punto los roles de Stellan Skarsgård y Jeff Bridges. Puede que ésta sea otra de las razones (al margen del omnipresente humor negro) por la que algunos han comparado esta película con la filmografía de los Coen, y por eso la referencia no está de más, aunque la comparación no sea precisamente justa. Sin embargo, pese a estos defectos, la reacción una vez llegados los créditos es de cierta satisfacción, la misma que muestra el protagonista después de haber resuelto sus conflictos en un luminoso plano de cierre. Pues al fin y al cabo, como adelantábamos al principio, es natural que nos satisfaga presenciar lo malogrado y lo patético, dentro o fuera de la pantalla. ★★★★★

    Ignacio Navarro.
    director & crítico cinematográfico.

    Noruega, 2010. Director: Hans Petter Moland. Guion: Kim Fupz Aakeson. Productora: Paradox Produksjon. Presentación: Berlinale 2010 (premio del “Berliner Morgenpost”). Philip Øgaard. Música: Halfdan E. Montaje: Jens Christian Fodstad. Intérpretes: Stellan Skarsgård, Bjørn Floberg, Jannike Kruse, Jorunn Kjellsby, Gard B. Eidsvold, Bjørn Sundquist, Jan Gunnar Røise.

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