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    SANGUE DO MEU SANGUE | JOÃO CANIJO, 2011

    Crítica Sangue do Meu Sangue, de João Canijo

    "La valía de un hombre se mide...
    por la cuantía de soledad que le es posible soportar."
    Nietzsche.

         Siempre nos ha provocado morbo el hecho de observar sin ser vistos. Quizá esa curiosidad por el otro colma nuestra necesidad de no hablar de nosotros, de buscar consuelo en aquello que nos es ajeno, y por ello, sentimos probablemente menos culpabilidad, aflicción o desasosiego. Desprendiéndonos de la superficialidad de un Big Brother de masas, pero manteniendo el objetivo vigilante y omnipresente, el realizador João Canijo nos presenta una película coral con ciertos toques de tragedia griega y marcada por un realismo por momentos hiperrealista. Si a esto añadimos la insistencia de Canijo por buscar un sentimiento patrio (quizá perdido tras la dictadura salazarista), tenemos todos los componentes que conforman esta última cinta del director portugués.

         En lo que se refiere al aspecto narrativo y técnico, parece que Sangue do Meu Sangue (João Canijo, 2011) nos remite a la multipremiada cinta de Jaime Rosales llamada La soledad, puesto que la polivisión ocupa gran parte del metraje. Gracias a ésta, podemos ser testigos de diferentes acciones en un mismo plano. El uso de esta técnica pretende aportar expresividad a la situación. Y no solamente esto, sino que además, se le permite a los espectadores jugar a ser voyeurs, partícipes de escenas paralelas que suceden en la privacidad de una casa. Si el realizador de la cinta española intentaba mostrar con esta fragmentación la incompatibilidad y necesidad de los personajes de vivir juntos, así como el lenguaje secreto del silencio, João Canijo lo utiliza, quizá, para hablar sobre la importancia del lenguaje. En este filme, observamos un ir y venir de personajes que constantemente expresan sus sentimientos, se confiesan, se sinceran, demuestran amor y odio por medio del verbo. Aquí hay poco espacio para el silencio. Pero siempre todo bajo un halo de cotidaneidad, de realismo. De ahí que el realizador haya optado por representar el melodrama como uno propio de televisión, formato en el que estuvo trabajando durante muchos años. Incluso la opción de mostrar diálogos simultáneos aporta una mayor realidad a la acción. Sin embargo, esta normalidad vital está siempre llena de contrastes, que es precisamente lo que hace que, al otro lado de la pantalla, el espectador encuentre interés por todas y cada una de las historias. Mientras a un lado de la escena vemos un acto de cariño, de amor, a otro, el estado anímico es claramente diferente. Por paradójico que parezca, Canijo también nos habla de incomunicación, en medio de tanto diálogo. De hecho, la violencia tratada se antoja como producto inevitable de ese aislamiento. Tan paradójico como el hecho de que el director haya escogido ese título que predice la unión congénita entre sus personajes, cuando realmente existe entre ellos un distancia (casi) irremediable.

         La película hace un seguimiento constante a la vida de una familia. Márcia, una mujer soltera sostiene con su trabajo a todos los suyos; convive con su hermana Ivete en los suburbios de la capital portuguesa y con esfuerzo, intentan sacar adelante sus vidas. El punto y aparte lo marca un hijo metido en asuntos de drogas y una hija ya comprometida enamorándose del hombre equivocado. Y es que la familia es el lugar donde tienen lugar las alegrías y las penas, donde descubrimos lo que somos y nuestras circunstancias. Con la familia, asistimos a una representación digna del mismo Shakespeare, alejándonos, eso sí, de la grandeza de los escenarios creados por el bardo de Stratford, pero manteniendo una tensión que se nos hace sofocante conforme llegamos al final, solo que, en este caso, la historia alcanza, a pesar de todo lo vivido, un happy ending. Parece como si João Canijo quisiese mostrarnos un microcosmos familiar tan desordenado y masíficado como aquel que nos enseña en los créditos finales, cuando podemos ver un hormiguero humano, un desolado paisaje repleto de ladrillo y hormigón. Como si el responsable de Sangue do Meu Sangue eligiese arbitrariamente, bajo la supervisión de una lupa, en que ventana asomarnos, y una vez allí, no retirarnos hasta haber saciado nuestra curiosidad.

    Julio Mogollón
    crítico de cine.

    Portugal, 2011. Título original: “Sangue do Meu Sangue”. Director: João Canijo. Guión: João Canijo. Productora: Midas Films. Presentada: Festival de San Sebastián 2011. Representante de Portugan en los Oscar 2013. Fotografía: Mário Castanheira. Intérpretes: Rita Blanco, Anabela Moreira, Cleia Almeida, Rafael Morais, Nuno Lopes, Marcello Urgeghe, Beatriz Batarda, Fernando Luís, Francisco Tavares, Wilma de Brito, Vera Barreto, Teresa Tavares.

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