El ataúd errante
La muerte robada (Varastettu kuolema, Nyrki Tapiovaara, Finlandia, 1938).
El director de cine de origen finlandés Nyrki Tapiovaara falleció en el año 1940, a la edad de 29 años, en la Segunda Guerra Mundial. Solo había llegado a dirigir cinco películas. La primera de ellas, Juha, data de 1937. Está basada en una novela de Juhani Aho que ya había adaptado en 1921 el director Mauritz Stiller. Varastettu kuolema (La muerte robada) la dirigió al año siguiente y es su obra más conocida, o al menos por la que más se le recuerda. En 1939, inspirándose en las tiras cómicas del gran George McManus Bringing Up Father, dirige Kaksi Vihtoria (Dos vencedores). En el mismo año, Herra Lahtinen lähtee lipettiin (El señor Lahtinen avanza abatido; que nadie se enfade si la traducción no es todo lo correcta que debiera, pero esta sería la más aproximada), de la cual solo se conservan 43 minutos. Y su última película, Miehen tie (Como lo hace un hombre), está fechada en 1940. No llegó a terminarla: de ello se encargó el director Hugo Hytönen. Así pues cinco películas resumen su carrera, pero en realidad ni esto, pues dos de ellas no es posible verlas hoy tal y como en algún momento las concibiera Tapiovaara. En realidad ni de esta ni de ninguna otra forma, ya que es ciertamente complicado acceder a su filmografía.
La muerte robada (Varastettu kuolema, 1938) se trata pues de su segunda película. Extraña, desconcertante a ratos, apasionante en otros y con dos secuencias sencillamente prodigiosas, merece ser rescatada del olvido en el que permanece fuera de su país. Seguro que estáis pensando que vaya una manera tan poco respetuosa de despiezar una película. Pero no hay tal falta de respeto. Nyrki Tapiovaara renegaba de las reglas del montaje narrativo, por lo que su película parece en verdad hecha de trozos aislados pegados unos a otros, uno mismo lo diría si no lo hubiera defendido así su director, de cualquier manera. Su trama es de una gran sencillez, muy fácil de seguir pese a los cortes imprevistos y los brutales cambios de ritmo. De esta forma puede dedicar todo el tiempo del mundo a una secuencia y las siguientes discurrir a velocidad de vértigo sin ningún tipo de transición. El espectador es quien debe montar la película en su cabeza, adivinar qué demonios ha sucedido en ocasiones para en un plano ver que la pareja protagonista ha encontrado refugio en su huida de los soldados que los persiguen y, al rato, resulta que han pasado semanas y esos mismos soldados irrumpen en la casa donde se esconden y son detenidos. Un puro caos, cierto, pero da igual. Como hemos dicho, el desprecio de Tapiovaara o su no dar importancia al montaje (tampoco podía prescindir de él si lo que quería era hacer una película) provoca que la historia parezca avanzar a golpes, con grandes saltos. No se trata de que Tapiovaara fuera un experimentador radical. Es sencillamente que se saltaba las más elementales leyes del montaje cinematográfico porque para él eran un puñetero engorro. El montaje narrativo, señalamos de nuevo, porque cuando le interesa remarcar un detalle lo utiliza con resultados de una belleza y originalidad apabullantes.
«Una de esas maravillosas rarezas, tan imperfectas como subyugantes, que hacen grande el cine pese a permanecer ahí abandonadas al margen solo porque el destino, que no sus méritos, así lo ha decidido».
La película se abre con unos conspiradores editando panfletos revolucionarios en una imprenta clandestina. Proclamas incendiarias que buscan despertar al pueblo finlandés para que este luche por zafarse del yugo de la Rusia zarista bajo el que se encuentra. El protagonista, el joven Robert Hedman (interpretado de manera sobria pero eficaz por Ilmari Mänty), sale a la calle donde le están esperando unos tipos con una pinta más que sospechosa. Y aquí comienza el festival visual de Tapiovaara, que da rienda suelta a su pasión por el cine expresionista alemán y nos regala una persecución plagada de tenebrosos claroscuros digna del folletín más exacerbado. Porque esa es toda la trama: unos conspiradores que deciden abandonar las palabras y dedicarse a la guerra abierta, un contrabandista que quiere aprovecharse de esto vendiéndoles armas y la policía y los soldados rusos persiguiéndolos sin descanso. Su magnífica atmósfera de misterio, al principio, y de angustiosa huida, al final, funciona a la perfección. Pero el despiadado chantajista Jonni Claeson (interpretado por Santeri Karilo con un fantástico aire entre caballeroso y canallesco), un personaje bien simpático en su maldad, creemos que no habría ni que decirlo, utiliza a su amante para que el jefe de los conspiradores convertidos en aprendices de terroristas ceda a sus condiciones de venta, desorbitadas y rufianescas como es de rigor. Esta amante, la joven Manja, resulta que fue en el pasado amante del un poco moñas Robert, así que el emocionante lío está servido. Manja acude a una cita de negocios a casa de Robert enviada por el malvado Jonni. ¡Pero a quién se le ocurre semejante dislate! Pasa lo que tiene que pasar. Manja siente hervir la sangre de deseo por el que fuera su amor verdadero y se lanza a una escena de acoso entre inocente y marcadamente sexual que es para verlo. El pobre Robert resiste como puede, que tiene una nueva novia y no la quiere engañar, pero ni él ni cualquier hombre heterosexual podría resistirse a la alucinante manera que tiene Manja de hacerlo caer en sus redes. La secuencia culmina con la que es la escena más celebrada, y con razón, de la película: el beso de Manja. Si decíamos que Tapiovaara renegaba del montaje narrativo, no así del montaje emocional, porque aquí realiza todo un ejercicio de estilo único y rompedor: el apasionado beso entre los dos jóvenes nunca lo llegamos a ver. Y creedlo, se lo dan ante nuestros asombrados ojos. Los fabulosos encuadres, el tempo narrativo lento al principio y que va acelerándose según avanza el flirteo, el montaje y la espectral iluminación del momento culminante convierten esta escena en un instante antológico. En el suelo quedan los fragmentos rotos del cristal que protegía la fotografía guardada con mimo por Robert de la que, hasta ese momento, era su prometida.
La otra escena impresionante pese a su brevísima duración es la apertura del ataúd en casa de Robert. Un ataúd en el que los terroristas ocultan armas, claro, conseguido con esfuerzo tras perderlo por una tonta equivocación (y de aquí el título de la película). Tapiovaara rompe el lenguaje lineal y fragmenta la acción de sorpresa al ser descubiertos por la policía de nuevo de manera magistral. Ya lo hemos comentado: usa el montaje para potenciar la emoción, pero en cuanto tiene que narrar se olvida de él. Esto provoca que la parte de la película en la cual se dedica a contarnos el lío con los ataúdes resulte muy confusa. El personaje de Manja está interpretado por una espectacular Tuulikki Paananen, una actriz que tendría una breve carrera en el cine, siendo su último papel el de la chica hispana asesinada por un leopardo en la magistral película El hombre leopardo (The Leopard Man, Jacques Tourneur, 1943). El guion de la película está basado en una novela del desconocido Runar Schildt. La envolvente fotografía estuvo a cargo de Erik Blomberg (también coguionista y productor) y Olavi Gunnari. Y el montaje, para bien y para mal, por el propio Blomberg de nuevo y, no podía ser de otra manera, Nyrki Tapiovaara. Los idiomas en que se rodó fueron el ruso, el finlandés, el inglés y el sueco, indistintamente y sin utilizar subtítulos. En la época en que se desarrolla la película Finlandia era tierra de nadie. El tramo final del filme está también considerado por algunos uno de los más intensos y emocionantes de la Historia del Cine, pero en esta opinión diferimos absolutamente. Tapiovaara prescinde en la larga persecución final del sonido ambiente y utiliza solo música, como si de una película muda se tratase, y esto le resta fuerza al desprenderse demasiado de la atmósfera de misterio que había conseguido en sus mejores secuencias. Aunque no deja de ser conmovedor, uno siente que algo le han arrebatado por el camino. Sin embargo, queda La muerte robada como una de esas maravillosas rarezas, tan imperfectas como subyugantes, que hacen grande el cine pese a permanecer ahí abandonadas al margen solo porque el destino, que no sus méritos, así lo ha decidido.
José Luis Forte
© Revista EAM / Cáceres
Ficha técnica
Finlandia, 1938. Título original: Varastettu kuolema. Director: Nyrki Tapiovaara. Guion: Erik Blomberg y Eino Mäkinen, con diálogos adicionales de Matti Kurjensaari, basado en la novela de Runar Schildt. Productor: Erik Blomberg. Estreno: 4 de septiembre de 1938. Fotografía: Erik Blomberg y Olavi Gunnari. Música: George de Godzinsky. Montaje: Erik Blomberg y Nyrki Tapiovaara. Intérpretes: Tuulikki Paananen, Ilmary Mänty, Santeri Karilo, Annie Mörk, Bertha Lindberg, Gabriel Tossu, Aku Peltonen.