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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Hamnet

    || Críticas | SEMINCI 2025 | ★★★★☆
    Hamnet
    Chloé Zhao
    La creación de William y Agnes


    Ignacio Navarro Mejía
    Sitges |

    ficha técnica:
    Reino Unido y Estados Unidos, 2025. Presentación: Festival de Telluride 2025. Dirección: Chloé Zhao. Guion: Chloé Zhao y Maggie O’Farrell (basado en la novela de Maggie O’Farrell). Producción: Amblin Entertainment / Book of Shadows / Hera Pictures / Neal Street Productions. Fotografía: Lukasz Zal. Música: Max Richter. Montaje: Affonso Gonçalves y Chloé Zhao. Diseño de producción: Fiona Crombie. Dirección artística: Victoria Allwood. Reparto: Jessie Buckley, Paul Mescal, Joe Alwyn, Emily Watson, Justine Mitchell, David Wilmot, Jacobi Jupe, Olivia Lynes, Bodhi Rae Breathnach. Duración: 125 minutos.

    Es curioso que en un mismo año se estrenen dos películas, respectivamente, sobre los primeros años de los considerados mejores escritores de la historia: Miguel de Cervantes, más novelista, y William Shakespeare, más dramaturgo. Sobre el primero, hace unas semanas se pudo ver en cines El cautivo, la película de Amenábar que aborda los años de cautiverio del autor en Argel y sus pinitos como cuentista, en esas condiciones de encierro en que la imaginación a menudo es una vía de escape. Sobre el segundo, poco antes se preestrenó en el festival de Telluride la nueva película de Zhao, Hamnet, que es objeto de esta reseña y, aunque todavía no ha llegado a nuestros cines, también se pudo ver recientemente en la Seminci, donde se hizo con el premio del público. Antes de desgranar su comentario propiamente dicho, conviene destacar otra similitud entre ambas obras, y es la conexión que establecen (o que recrean) entre la inspiración literaria del que todavía no es consciente de ser un maestro y sus primeros impulsos emocionales, en particular de naturaleza sentimental. No son biopics al uso, no solo porque renuncian a resumir toda la vida de la figura respectiva (renunciando con ello a las habituales elipsis o secuencias de montaje para abarcar una larga cronología), pues se centran como decíamos en esos años más tempranos, sino porque tampoco están tan interesados en mostrarnos sus hits o sucesos más conocidos. Frente a ello, apuestan por la intimidad, por humanizar al hombre convertido en leyenda, antes que por la épica, aunque en ambos casos esta sale a relucir inevitablemente.

    Ciñéndonos ya a Hamnet, siguiendo lo anterior es fácil intuir que tal título, equivalente a Hamlet como reza el rótulo introductorio de la película, no identifica de primeras el que es uno de los textos más conocidos de Shakespeare, sino la persona o más ampliamente la vivencia que le inspiró para escribirlo, aunque en el último acto de la película sí asistimos a una reproducción de la obra. En cualquier caso, el grueso del metraje es ajeno a la producción literaria del autor, y de hecho ni siquiera arranca con su perspectiva, sino con la de Agnes, la mujer de la que se enamoró y con la que tendría tres hijos. Interpretados por Paul Mescal y Jessie Buckley (con nominaciones al Oscar garantizadas), William y Agnes son dos jóvenes que viven en el campo con lo que queda de sus familias, en un principio reacias a su unión, hasta que comprueban que no hay alternativa. La relación que mantienen tiene momentos de tormento, de pasión, de complicidad y de discusión, como es lógico, pero incluso en la adversidad ambos personajes logran transmitir lo sólido del vínculo que les une. William eventualmente marcha para Londres, dejando a Agnes con sus hijos, para superar su crisis creativa, y en la capital triunfa, pero ese triunfo queda fuera de campo, y el drama sigue desarrollándose en el hogar familiar, en interiores y exteriores que comparten un cierto aislamiento del entorno más amplio y de la época, como si solo importara realmente lo que padecen estos (simples) personajes. Estamos en la Inglaterra del siglo XVII, pero solo vemos pinceladas de ese ambiente y sería contraproducente dedicar parte de la historia al mismo (en lo colectivo, desde un punto de vista social, económico o político), saliendo del marco de los personajes principales.

    De ahí ese foco íntimo al que nos referíamos, acentuado en este filme con una puesta en escena cerrada, de tendencia claustrofóbica, por la abundancia de referentes que enmarcan los planos (por lo general, elementos de la construcción de las casas) y lo cerrado de esos planos, prolongados en ocasiones sin ampliar el encuadre (como en la escena del parto). Incluso en las escenas exteriores, significativas por la comunión que Agnes siente con el bosque que la rodea, los árboles hacen las veces de cierre sobre el entorno en que se mueve la mujer. Una interpretación obvia, traduciendo la técnica a la narración, es que esos personajes están encerrados de alguna manera, o más bien recluidos, lo que concuerda con esa partición entre su vida compartida y otras realidades. Tal vida se nos muestra con fragmentos hilados, más que con elipsis o transiciones al uso, como si fueran parte de una secuencia prolongada, aunque puedan transcurrir años entre uno y otro. Dicho de otra manera, en los dos primeros actos de la película, da la sensación de estar asistiendo a una sucesión de esbozos, de escaso desarrollo independiente, que dependen unos de otros para contarnos lo que realmente está sucediendo. Se echa en falta algo más de profundidad en esas escenas, como más tiempo dedicado a alguna interacción de los amantes, pero tal montaje tiene un propósito mayor, revelado en el último acto, donde el efecto acumulativo de las partes anteriores adquiere todo su sentido. En verdad ese desenlace da su razón de ser a toda la película, completando y nutriéndose de lo que ha venido antes, y quizá no funcionaría de la misma manera si lo anterior se hubiera mostrado de otra forma, menos interrumpida, aunque recurre a elementos de eficiencia ya demostrada al margen de otras consideraciones (como la conocida partitura de Max Richter o los primeros planos con emociones a flor de piel). En suma, Hamnet convence, incluso conmueve al espectador al término de su último plano, y esa impresión se prolonga a toda la película, pero lo hace más como proyección de su trascendencia, de haber asistido a algo mayor, incluso épico y legendario, que como consecuencia de lo que realmente se ha proyectado en pantalla, que no ha sido sino un reducido cuadro de dos vidas entre muchas anónimas de antaño. ♦


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