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    Resumen 2015 | Las 10 mejores películas inéditas del año

    Les démons

    New lights, same system

    Anuario 2015 | Las 10 mejores películas sin distribución española del 2015.

    Es evidente que algo falla en el sistema de distribución/exhibición cinematográfica. No sólo se debe a un asunto de criterios, también de marketing. Es por ello que la piratería está siempre alimentada (que no justificada) y dispuesta a deshacer entuertos. El público no convencional se ve obligado o bien a recorrer el circuito de festivales, o bien a esperar su eterno lanzamiento local en forma digital, o bien a pasarse al célebre lado oscuro. Hablar de España como paradigma de la parálisis del cine de autoría es un error, realmente es un problema de concepto universal. El exhibidor no quiere obras que quizá no rentabilice, y al Estado en cuestión poco le importa lo que supere los aranceles patrios. De este modo, las majors mandan y ellas deciden cuándo estrenar en mercados de impacto medio (España, Italia, Francia o Alemania) sus productos con la marca Óscar. Así pues, durante los meses de enero y febrero llegarán a nuestras pantallas cintas (acompañadas con subencabezados que abogan por sus nominaciones y estatuillas) como El renacido (Twentieth Century Fox), Spotlight y Los odiosos ocho (EOne Films), Anomalisa (Paramount Pictures) o Carol (Vértigo Films), puntales de un año que ha dejado numerosas cintas que, por otro lado, han pasado desapercibidas pero que han maravillado a un acotado público ávido de historias diferentes, no siempre emparejadas con el mainstream. Varias, al igual que las nombradas, ya han encontrado su hueco (solo necesitan fecha, a lo sumo). Son los casos de la maravillosa La juventud (Vértigo Films); Nuestra pequeña hermana, Las mil y una noches y Mountains may depart (Golem); la ganadoras en Sitges —El invitado— y en Gijón —Right now, wrong then— (L’Aventura); la magiar El hijo de Saúl (Avalon); las islandesas Virgin Mountain —ganadora en Tribeca y Sparrows —Concha de Oro en el Festival de San Sebastián— (Surtsey Films); la terrorífica The Witch (Universal Pictures); la turca Mustang (Acontracorriente); la colombiana El abrazo de la serpiente (Abordar); la tailandesa Cemetery of Splendour (Noucinemart); o la sugerente cinta francesa Le nouveau (Karma Films). Muescas de un listado enorme. La presentación comercial de algunas llegará a deshoras, o como fondo de armario, pero con la seguridad de que tendrá a un espectador esperando para recoger el guante. La misión de EAM es y será siempre apoyar este tipo de trabajos. Representan el cine no condicionado, filmes de autoría que no ceden, que saben que la batalla es otra. Por desgracia, hay otras propuestas que esperan encontrar ese sendero que les lleve a los espectadores. Con ello, en EAM hemos elegido diez películas que no tienen todavía distribución en España o que simplemente jamás pasarán por una pantalla mayor de cuarenta pulgadas. En esta relación (cuyo puesto es lo de menos) cohabitan tres grandes, siete debutantes y un tipo con un móvil. Distribuidores, tomen nota.

    Menciones de honor: Babai (Visar Morina); Boi neon (Gabriel Mascaro); Bob and the trees (Diego Ongaro); No home movie (Chantal Ackerman); Queen of Earth (Alex Ross Perry); In Jackson heights (Frederick Wiseman); Paris of the North (Hafsteinn Gunnar Sigurðsson); The summer of Sangaile (Alanté Kavaité); The wave (Roar Uthaug); The Fencer (Klaus Härö); Theeb (Naji Abu Nowar); y Box (Florian Serban).


    10| THE TREASURE

    Rumanía | dirigida por Corneliu Porumboiu.

    Un Corneliu Porumboiu mucho más accesible, pero que nunca deja de lado la historia reciente de su país, sorprende y divierte en The Treasure, una cinta que narra con inteligencia y sorna las desventuras de dos vecinos que buscan un tesoro de los tiempos de Ceaușescu enterrado en una hacienda del extrarradio bucarestino. Pasó, con loas, por Cannes, Karlovy Vary y Toronto. Como ocurre con la comercialmente descompasada filmografía de su director, esperamos su próximo estreno a lo largo de los 12 próximos meses... o de los siguientes.


    09| THE EVENT

    Ucrania | dirigida por Sergei Loznitsa.

    Como ocurre con Porumboiu, Sergei Loznitsa no deja de poner el punto de mira sobre su tierra y, tras Maidan (2014), el cineasta bielorruso aborda uno de los hitos del siglo XX: la desintegración de la URRS. Lo hace con uno de los episodios clave en los albores de esta. Un golpe de estado semifallido que empujó a las calles moscovitas a población soviética. The Event demuestra el compromiso de su realizador y también que el virtuosismo técnico-narrativo (articulado sobre imágenes de archivo proponiendo una relectura de los hechos) de Loznitsa no entiende ni de género ni de formato. Pese a maravillas como las citadas, deseamos también la vuelta a la ficción de uno de los grandes herederos del espíritu de Tarkovski.


    08| JOHN WICK

    EE.UU. | dirigida por David Leitch y Chad Stahelski.

    La escena adjunta describe todas las virtudes de John Wick, un producto de serie B que rompe todas las convenciones del género. Primero, por su estilización, que la emparenta con el cine de Nicolas Winding Refn (de la que se declaró seguidor tras su visionado). Segundo, por un nivel de dirección artística que ya hubiera deseado Antoine Fuqua en The Equalizer: largas y trabajadas set pieces a golpe de dance y hemoglobina que nos presentan la exhibición física de Keanu Reeves en el papel de antihéroe badass. El filme pasó directamente al mercado doméstico y ya se rueda una secuela. Nuestro compañero Pedro José Tena nos hablaba de ella en abril en términos entusiastas:

    «[...] Recordaba, al principio de esta crítica, el modo en el que El último gran héroe se burlaba inteligentemente de las excusas de los héroes de acción para salir a la calle a matar. Sobre el papel, la que plantea la sinopsis de John Wick puede resultar casi risible para algunos: han matado a su perro. Sin entrar en el hecho de que cualquiera que ame a sus mascotas podría llegar muy lejos por defender y vengar la vida de sus hijos de otra especie, hay que ver la película para entender del todo la premisa: ese pequeño can no era simplemente un animal de compañía, significaba para John Wick el último resquicio de esperanza en una vida plagada de violencia, sangre y destrucción, el último recuerdo de su esposa fallecida y el único motivo para vivir. Arrebatado ese estímulo (además, de manera absurda, a manos de un niñato y por un motivo casi arbitrario), ya no es que el héroe tenga alguna excusa para volver a las armas… es que no tiene otra salida. Hasta en esto, John Wick es grande: coge aparentes trivialidades y las convierte en algo dramático, emotivo… y terriblemente espectacular, adrenalínico y épico. Eso separa a los simples entretenimientos de las obras maestras. Y si John Wick no lo es, para quien suscribe está muy cerca de ello». CRÍTICA


    07| TANGERINE

    EE.UU. | dirigida por Sean Baker.

    Inesperadamente, es la película presentada en el Festival de Sundance que más ha dilatado su recorrido por festivales y carteleras. Porque lejos del reclamo inicial de obra rodada con un iPhone, el filme tiene los ingredientes para llamar la atención de las masas. El largometraje de Sean Baker es algo más que un fresco retrato sobre la transexualidad; guarda una crítica sobre los clichés característicos de la sociedad norteamericana y la periferia multicultural que la rodea. Aun con sus defectos, que los tiene, es un trabajo perdurable. A continuación, un extracto de la opinión en caliente tras su paso por Karlovy Vary.

    «[...] Con el logotipo de Sundance y una factura digital vía móvil como reclamo, arribaba al Kinosal C una de las sensaciones de principios de año, Tangerine. Sean Baker, director de la estupenda Starlet (2012), vuelve al sendero de la prostitución, esta vez de los bajos fondos, con esta comedia dramática cuya originalidad reside en sus protagonistas: una pareja de transexuales que ejercen su profesión en el centro de Los Ángeles. Una vez superados los llamativos títulos de crédito, el factor móvil se desvanece. La capacidad de una cámara de video de un IPhone S5 está fuera de toda duda, no hay diferencia con otros dispositivos audiovisuales. Eliminado el marketing, necesario, por otra parte, para una película de austeras dimensiones, saltan a la palestra Sin-Dee y Alexandra, dos prima donnas que rebosan desparpajo y carisma. Juntas y por separado, nos muestran su universo. Un lugar donde hay lugar para el amor, la traición, la decepción y la frustración. Baker aprovecha la coyuntura para atizar a todo el mundo: proxenetas, armenios –ya un clásico en su filmografía—, policías, varones de clase media y asiáticos. El dibujo de cada uno de ellos es hilarante. El problema llega cuando la estela invisible del citado sello Sundance aparece en forma de buenas intenciones, acicalado con esa melodía de piano electrónico vigente desde los tiempos de Cadena perpetua. Y ahí naufraga Baker, excluyendo cualquier pretensión. Una vez expuesto el drama, este coral de acordes y desacuerdos se convierte en un sucedáneo. Tan suculento como el original, por otro lado. Tangerine resultar ser el filme al que aspiraba: una refrescante propuesta de un único uso». CRÍTICA


    06| HIGH-RISE

    Reino Unido | dirigida por Ben Wheatley.

    El caso de High-Rise resulta curioso. Pese a sus evidentes excesos, situados en la segunda mitad de su metraje, debería ser un filme por el que las distribuidoras más potentes tendrían que estar luchando. Algo que no sucede ni en el mercado norteamericano ni español, tan sólo en Reino Unido tiene fecha de estreno fijada. Por reparto y por materia prima es una de las apuestas más potentes del 2015. Quizá, los ecos kubrickianos que maravillaron a un corto extracto de la crítica han marcado su recorrido futuro. Esta fue nuestra valoración tras su paso por la Sección Oficial del Festival de San Sebastián:

    «[...] Al final del metraje de High Rise, vemos a un elegante y carismático Tom Hiddleston (el Doctor Robert Laing), con la faz tiznada de un gris metálico, mimetizado entre una turba decadente, entregada a las necesidades primarias. No se diferencian clases ni estatus, sólo unos seres corruptos, deformados por sus propias ambiciones, por muy pequeñas que estas fueran. Meses antes, vivían en un enorme y moderno rascacielos donde la posición social la marcaba la distancia de cada balcón a los cimientos. Una estructura vertical a la equivalente horizontal dibujada por Bong Joon-ho en Rompenieves (Snowpiercer, 2013). Todos esclavos de su pasado pero, a diferencia de la cinta del cineasta surcoreano, con una mínima posibilidad de que el ascensor se posicione permanente unos pisos más arriba. Es por ello, que lo primeros cuarenta minutos de High Rise, Ben Wheatley nos ofrece un magistral carrusel de estrategias, donde se escudriñan a todos los inquilinos relevantes. Caricaturas silentes que chocan por decreto, por heterogeneidad. Esclarecedora es una de las secuencias más interesantes del filme, donde Laing aparece en una fiesta de disfraces con su yo actual y se encuentra con la desfiguración de su mundo, donde el pasado es una simple imagen anclada en una pared vacía; donde el futuro es un caleidoscopio de figuras desproporcionadas. A partir de ahí, Wheatley cambia el registro y apuesta por la locura. Y con ella, desgraciadamente, llega la reiteración, donde el efecto es potente pero el mensaje se pierde casi por agotamiento. High Rise reclama la guerra como canal de cambio de un mundo de vivos casi inerte. Con sus virtudes y defectos, estamos ante un objeto de culto a revisar de forma obligatoria». CRÍTICA


    05| IN THE CROSSWIND

    Estonia | dirigida por Martti Helde.

    Uno de los grandes impactos audiovisuales de la temporada que llegó a España gracias a nuestros compañeros David Tejero y Víctor Blanes en la Sección Convergencias del Festival de Gijón. Estética, lírica y profundidad, una obra que deja huella:

    «[...] Risttuules nos plantea diversos análisis interesantes de hacia dónde puede ir el cine de voluntad histórica. Helde no solo consigue acercarse al pasado de una manera totalmente nueva, sino que la novedad estética planteada no es simplemente una elección banal o de simple voluntad preciosista. El director consigue materializar la memoria del olvido sobre la imagen partiendo de la palabra y logra que esta misma imagen nunca olvide de donde nace: del recuerdo epistolar de una superviviente. Es por eso que la imagen mantiene su movimiento en los momentos de felicidad (el antes) y cuando todo ya ha terminado (el después). Sin embargo, en el durante, verbalizado en las cartas en las que narra el calvario, el espacio encajado entre el cuadro del plano es incapaz de moverse por sí mismo, construyendo 13 retablos llenos de sufrimiento y angustia. Las personas aparecen inmóviles, congeladas en esa décima de segundo en la que sus rostros y sus gestos capturan el pulso de lo que está aconteciendo. El viento ondea sus cabellos, agita sus ropas, pero ellos parecen de piedra, inertes, muertos en la imagen esperando que alguien recupere su memoria. Son cuerpos en un espacio invadido por nuestra mirada donde la profundidad se muestra infinita; cuerpos en un tiempo sin duración, en una imagen cuyo reloj deja de contar en segundos y se expande al compás de la palabra; cuerpos sin memoria, congelados por el frío del olvido, pero rescatados por la voz de Erna. Profundidad. Espacio. Tiempo. Memoria. Palabra. Risttuules conjuga todos estos elementos para construir una película única, capaz de conmover mediante esta suerte de pinturas vivientes que devuelven la imagen a la historia para rendir el más honesto de los homenajes a aquellos a los que les congelaron sus vidas. Con tantas capas, lecturas y significados, la ópera prima de Martti Helde muestra a un director con un gusto extraordinario que nos regala una experiencia apasionante y emocionante. Una voz redonda y sensible que se abre camino en el panorama del cine actual y a la que no hay que perderle la pista». CRÍTICA


    04| JAMES WHITE

    EE.UU. | dirigida por Josh Mond.

    Otro producto Sundance (sección NEXT) que, además, fue seleccionado para la S.O. del Festival de Locarno. Una historia que cuando describe la confrontación materno-filial, que funciona como eje de ese universo al borde de la destrucción del protagonista, roza una brillantez formal y narrativa insuperable. Esta es la opinión de Carlota Moseguí tras su paso por tierras helvéticas:

    «La ópera prima de Josh Mond destaca por su dimensión oscura, profunda y terriblemente humana; tres adjetivos que al mismo tiempo definen la clase de vínculo que mantiene unidos a sus dos protagonistas. Este drama galardonado con el Premio del Público en Sundance, y que compitió por el Leopardo de Oro en la pasada edición del Festival de Locarno, recrea el icónico filme sokuroviano Madre e hijo en las deshumanizadas calles de Manhattan. Durante ochenta y cinco minutos seremos testigos de algunas de las escenas más desgarradoras y lacrimógenas que ha dado el séptimo arte en 2015. En ellas, Christopher Abbot le demostrará a Cynthia Nixon el significado de una relación maternofilial, incondicional e desinteresada, que sólo podría ser destruida por un cáncer en estado terminal. Sin embargo, James White (nombre y apellido del personaje de Abbot) es mucho más que la puesta en escena de un amor devoto. La trama tiene lugar en dos esferas distintas: el apartamento carcelario (donde se encuentra la madre) y los sitios que suministran al hijo pequeñas dosis de su irrealizable y secreto deseo de evasión. La película sortea los tópicos del melodrama representando el dilema ético al que se enfrenta en secreto el veinteañero. Incapaz de hablar de sus sentimientos, su conducta borderline –parecida a la de Michael Fassbender en Shame– le delatará, revelando los demonios que le incitan a desaparecer».


    03| THE HERE AFTER

    Suecia | dirigida por Magnus von Horn.

    Cannes-Karlovy Vary-San Sebastián. Este triángulo de festivales presentó e impartió justicia a este maravilloso drama de suspense sueco-polaco que introdujo en el panorama al joven Magnus von Horn. The here after es una bocanada de aire fresco en el género gracias a su fantástica atmósfera y a una historia con tantas capas como reflexiones deja. De nuevo, la violencia para definir la adolescencia. Apunten el nombre de su director, dará mucho que hablar. A continuación, una reseña tras su paso por la 50 edición del KVIFF:

    «[...] Una coproducción sueco-polaca que supone una nueva ramificación de la desesperanza adolescente que abrió Gus Van Sant con Elephant (2003) y Paranoid Park (2007), aumentando la lente sobre el efecto del pasado en el presente de un joven sueco. John vuelve a su pueblo natal tras una estancia en prisión. Los habitantes de éste, en especial sus compañeros de instituto, se muestran disconformes con esta decisión e intentan coartarlo con continuas vejaciones. Algo que no solo le afectará a él, también a su padre y hermano menor con los que convive en una granja ganadera en las afueras. La verdadera naturaleza de John saldrá a la luz una vez que sus acosadores incrementen una persecución consensuada por el alumnado de su centro. Von Horn aboga por la neutralidad en este retrato de un posible –a ojos de los que lo rodean— asesino en serie que atrapa de forma instantánea. Su prólogo, estructurado brillantemente, nos presenta a un personaje magnético –interpretado por el frío Ulrik Munther— y también una tanda de interesantes preguntas que necesitan respuesta. Y éstas llegan, parcial y paulatinamente, para diseccionar el espectro de la culpa. Algo que vincula a The here after con la maravillosa Violet, de Bas Devos, proyectada en Karlovy Vary en 2014. Tanto Van Horn como Devos engrosan el aura de maldición de sus personajes con una lúgubre ambientación, basada en planos de larga duración, intentado extrapolar al espectador la indefensión de sus caracteres. Von Horn, además, cuenta con la sugestiva fotografía de Łukasz Żal, nominado al Óscar por su labor en Ida (Pawel Pawlikowski, 2013), un plus que iza un filme con algunas lagunas pero con la suficiente enjundia como para tener en cuenta en el futuro a este realizador formado en la Universidad de Lodz». CRÍTICA


    02| BONE TOMAHAWK

    EE.UU. | dirigida por Craig S. Zahler.

    Maravillosa credencial deja el estreno tras la cámara de Craig S. Zahler. Un ejercicio de género que aúna el clasicismo del Western con el gore y el humor negro. Bone Tomahawk pudiera ser el discurso radicalizado y bastardo de Raoul Walsh en Tambores lejanos (1951), la infravalorada cinta de aventuras protagonizada por Gary Cooper, siempre considerada una obra menor. Inexcusable que no haya llegado a la pantalla grande en España. Algo que corrobora nuestro compañero José Martín en su crítica tras su paso por Sitges:

    «[...] Todo en Bone Tomahawk sorprende para bien e, incluso, descoloca. Su bizarra galería de secundarios, que incluye a viejas glorias de la década de los ochenta en franca decadencia tales como Michael Paré —Calles de fuego (Walter Hill, 1984)—, Sean Young —la inolvidable Rachel de Blade Runner (Ridley Scott, 1982)— o James Tolkan —el director Strickland del instituto Hill Valley de Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), unida a la suicida idea de mezclar western y terror, pueden crear unas falsas expectativas de estar ante el típico divertimento descabellado que juega a la baza del factor nostálgico con sus guiños al cine de género del pasado —el slasher de The Final Girls (Todd Strauss-Schulson), otra de las triunfadoras de Sitges, sería un ejemplo—. Por el contrario, lo que S. Craig Zahler nos acaba sirviendo en bandeja de plata es un poderoso western de ademanes clásicos, maravillosamente escrito y perfectamente interpretado por todo el reparto (los actores se toman muy en serio sus personajes, incluido un Matthew Fox que luce mucho menos hierático que de costumbre), siendo sus elementos terroríficos algo casi anecdótico que contribuye a darle un atractivo rasgo diferente a lo habitual en el género. Y es por esto que siempre es bienvenida una apuesta tan bien realizada y con tantas ideas prestadas, pero muy bien asimiladas, que está destinada a convertirse, desde ya, en un título de culto, así como contribuye enormemente a resucitar la carrera de un Kurt Russell al que los aires de héroe decadente hawkiano le sientan como un guante». CRÍTICA


    01| LES DÉMONS

    Canadá | dirigida por Philippe Lesage.

    Pasó de puntillas por la Sección Oficial de San Sebastián. El programa le había otorgado el último hueco de la competición, con la prensa rondando la deserción y el hastío tras una edición demasiado gris. El debut de Lesage justifica todo un certamen. Una propuesta llena de contrastes: por un lado, la luminosa mirada sobre la infancia; por otro, todos los monstruos que la acompañan. El cineasta canadiense nos invita a mirar debajo de la cama e identificarlos de una forma fresca y original. Todo un descubrimiento:

    «[...] Con la premisa de la erosión emocional en la etapa prepuberiana, el director canadiense Philippe Lesage aborda en Les démons esta influente etapa vital, siempre centrado de forma indirecta en esos demonios que danzan en la mente, producto de abrazos y también tropezones. En una primera hora prodigiosa, el filme describe el sinuoso camino de la infancia, allí los ojos no dan crédito y la angustia es una pasajera recurrente. La realidad, altamente distorsionada, solo encuentra su forma con los seres queridos. En el caso de Félix, sus hermanos mayores; bravos supervivientes que escalaron ese pozo enfangado. Pero, como en la infancia, nada es lo que parece. Lesage nos indica con pequeños detalles previos —la excelente banda sonora de Pye Corner Audio como salva anunciante, y un par de escenas esclarecedoras en los vestuarios del aula de Educación Física que funciona como puerta de un averno demente— cuál será el sendero que tomará el metraje. Y llega el twist, que ratifica que esos terrores en forma de monstruo del armario son reales y nos rodean. Que nos devoren –como remarca la escena posterior en el patio del colegio—, a veces, es una cuestión contextual, incluso azarosa. Lesage articula una inmensa kinora de luces y sombras que deja un trazo vitalista. Viniendo de una película de terror, no existe mayor mérito posible. Es la gran sorpresa del Festival de San Sebastián. Una joya». CRÍTICA
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