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    Crítica en serie | Homeland (Temporada 4)

    Homeland

    Reinicio

    crítica a Homeland (2010-) | Cuarta temporada / ★★★

    Showtime | 4ª temporada: 12 capítulos | EE.UU, 2014. Creadores: Alex Gansa & Howard Gordon. Directores: Lesli Linka Glatter, Clark Johnson, Michael Offer, Charlotte Sieling, Carl Franklin, Seith Mann, Alex Graves, Keith Gordon, Dan Attias. Guionistas: Alex Gansa, Chip Johannessen, Patrick Harbinson, Alexander Cary, Howard Gordon, Meredith Stiehm. Reparto: Claire Danes, Rupert Friend, Mandy Patinkin, Laila Robins, Tracy Letts, Nazanin Boniadi, Maury Sterling, Amy Hargreaves, Nimrat Kaur, Michael O´Keefe, Raza Jaffrey, Numan Acar, Suraj Sharma, Mark Moses, F. Murray Abraham, Sarita Choudhury. Fotografía: David Klein. Música: Sean Callery.

    En los últimos años, coincidiendo sobre todo con la popularización de la figura del showrunner y su implicación directa en la discusión social sobre su/sus serie/series, se ha extendido la noción del “reinicio” casi como estrategia de marketing, como manera de vender la nueva temporada de una serie para atraer a más espectadores y especialmente para recuperar a aquellos que, descontentos con el resultado actual de una serie que en su momento adoraron, proclaman públicamente su intención de no seguir viéndola. En otros casos, como el de Hannibal (2013-), el reinicio se puede deber a una necesidad argumental superior, a que hay que acabar con la estructura narrativa aplicada hasta ese momento para ofrecer algo nuevo porque ahí ha llevado la historia a los guionistas. En el caso de Homeland, tras una denostada tercera temporada, que al abajo firmante le pareció estupenda, Alex Gansa repitió hasta el hastío que la cuarta temporada era un reinicio de historia, alejados definitivamente de la familia Brody y todo lo que eso implicaba tras la cruda muerte del patriarca, que dejaba a nuestra protagonista embarazada y con dudas sobre si tenerlo. Vista la cuarta temporada es verdad lo que decía Gansa. Homeland ha vuelto con sus locos giros de guión, comportamientos extremos, descripción subversiva del funcionamiento de un gobierno y sus agencias y ante todo una protagonista cuyo alterado estado anímico contagia el tono de la serie. Parece que el tan influyente público que funciona con irritante actitud de perdona vidas le ha dado el visto bueno a esta docena de episodios, pero la sensación final que dejan es de ocasional mareo, falsa sensación de complejidad y algún que otro golpe bajo emocional. Aún con todo, la temporada es muy buena, y está plagada de momentos reseñables en su nueva trama, centrada casi en su totalidad en Oriente Medio y con nuevo villano musulmán a batir.

    Carrie (estupenda Claire Danes, comprometida con la verdad de su personaje) es jefa de estación en Islamabad, y se encuentra a la caza de Haissam Haqqani, terrorista con enfermedad crónica y un plan para reagrupar a su gente, un plan que pasa por fingir su propia muerte. Nuestra protagonista ha dado a luz a una pequeña de nombre Frances, pero es tan parecida a Brody que lo que trata es de evitar estar en casa, eludir así su responsabilidad. Cuando Sandy Bachman (el eficaz Corey Stoll usado como pista falsa), otro jefe de estación, es asesinado por un turbio asunto, la mujer descubre una verdad que le da carta blanca sobre Lockhart, y le permite investigar la falsa muerte de Haqqani a través de su sobrino Aayan. Con este punto de partida, que se desboblará sobre sí mismo y dará varias vueltas de campana conforme pasen los episodios, se vertebra la temporada. Una temporada que disfruta jugando a algo arriesgado, pero a la vez muy estimulante y necesario. En un momento donde se discute tanto sobre personajes femeninos, sobre si es la televisión o el cine independiente el mejor lugar para ellas en busca de tridimensionalidad, sobre sus dependencias del yugo de lo masculino y sobre cuánto puede aguantar el hipotético espectador medio antes de rechazar una protagonista compleja, Carrie Mathison es una anomalía maravillosa. Seguirla en su determinación, frustrarse con su búsqueda de la Verdad y sorprenderse con lo lejos que está dispuesta a llegar es uno de los mayores placeres de la serie, y más en una temporada que hasta ha jugado con los efectos de su trastorno bipolar en un tramo alucinatorio y completamente magnético.

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    El resto de la temporada ha estado regulada por dos frentes, la relación entre los gobiernos de Estados Unidos y Paquistán y la cantidad de cosas que pasan de forma subterránea entre ambos países. Jugando al suspense y apuntado nombres y cargos directamente, Alex Gansa y sus guionistas –con la vuelta del co-creador Howard Gordon, que este año ha coordinado hasta cuatro series en distintas cadenas– son capaces de crear una intriga sólida, plagada de personajes inquietantes (esa agente doble que chantajea a Dennis) y dobles intenciones. Ha sido, ni más ni menos, una historia de espionaje, que exploraba las turbias almas de los protagonistas y que demuestra la querencia de los responsables por representar el sufrimiento. La libertad temática del premium cable ha sido aprovechada no solo en la representación de la violencia, sino en la creación de momentos más críticos y moralmente cuestionables. Una tendencia que ha tenido su cénit en el uso de los niños, ya sea la tensa escena del baño de Franny o el joven dispuesto a inmolarse por la causa. Son en esos instantes límite donde Homeland brilla de incomodidad, añadiendo sentido a su discurso de complicadas relaciones entre bandos enfrentados. Como suele pasar en la serie, el enfoque recae en las repercusiones personales que esto tiene en los individuos de los bandos, algo ilustrado a la perfección aquí en toda la trama de Saúl –grandioso Mandy Patinkin– secuestrado (la llamada de Mira a Carrie es terrible y conmevodora) o Quinn y su adicción al riesgo. Y evidentemente en el insólito y pausado final de temporada, donde Carrie y Maggie deben lidiar con la muerte de su padre y el regreso de su madre tras 15 años de ausencia.

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    La serie gusta de ir a los sitios más peliagudos de las tramas, aunque a veces caen en la previsibilidad y otros en el interés mal regulado (la muerte de Fara no tiene el impacto deseado porque no hemos pasado el suficiente tiempo con el personaje para que nos importe tanto), pero son certeros en la descripción y frustración de un problema que parece no tener solución: el terrorismo. Una traición ilustrada en el matrimonio Boyd, personajes que acaban siendo más instrumentales que tridimensionales, ilustra la situación de absoluta desconfianza que Homeland quiere transmitir como constante estado vital, y más en el mundo que refleja. Con los Brody fuera de la serie y la intención de reivindicarse como el thriller potente que reportó a Showtime su primer y único Emmy como Mejor serie, la serie ha creado una nueva historia para engancharnos, allanando el camino hacia la ya firmada quinta tanda con más preguntas que respuestas en el aire. La huida de Quinn, el refuerzo del grupo de Haqqani, la asociación entre Saúl y Dar Adal o las inesperadas respuestas que Carrie escucha de su madre son solo algunos de los puntos suspensivos que la temporada deja, habiéndose ganado parece el favor de su público perdido y con la firme intención de seguir entretenido con sus juegos al límite. | |

    Adrián González Viña
    Redacción Sevilla



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