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    Crítica | El cuento de la princesa Kaguya

    Kaguyahime no monogatari, Isao Takahata, 2014

    Una mágica pero demasiado breve estancia en la tierra

    crítica de El cuento de la princesa Kaguya | かぐや姫の物語, Kaguyahime no monogatari, Isao Takahata, 2014 / ★★★★

    Cuando en 2013 Hayao Miyazaki anunciaba que se despediría de la dirección de cine con El viento de se levanta (Kaze tachinu, 2013), naturalmente se levantaron las expectativas y se formó un gran revuelo ante un canto del cisne que se antojaba representativo de la carrera de todo un maestro de la animación. La historia del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi, sin embargo, aún contando con un espíritu aventurero y fantástico y con notas de amor bucólico y ecológico, estaba más inclinada hacia la sobriedad dramática. Quedaría en cualquier caso como admirable testimonio del virtuosismo técnico y la narrativa global que desde siempre han caracterizado a los estudios Ghibli. Pues bien, este año pasado su cofundador Isao Takahata también ha presentado el que podría ser su último largometraje con el sello de esta productora. A sus 79 años Takahata cuenta con una filmografía esporádica pero sentida, estrenando una película cada 3 años aproximadamente desde que en 1988 sorprendió con su obra más reconocida: La tumba de las luciérnagas (Hotaru no haka, 1988). Con todo, en opinión del que esto escribe, su mejor película y obra maestra es Recuerdos del ayer (Omohide poro poro, 1991), la historia de una empleada veinteañera que se va de vacaciones al campo por unos días mientras recuerda su infancia en Tokyo. Ello se orquesta mediante unos flashbacks plenos de melancolía que alimentan la aventura existencial de la protagonista, dedicada con mimo a los cultivos en una granja familiar, hasta que se da cuenta de que realmente ese es su sitio. Incomprensiblemente se trata de uno de los trabajos menos alabados de los estudios japoneses, aunque ello anuncia una injusticia más general, como es el hecho de que Takahata casi siempre haya estado a la sombra de su amigo Miyazaki. Y es que El cuento de la princesa Kaguya, su presumible última obra, no ha gozado de tanta publicidad ni repercusión.

    En cualquier caso, tras su presentación en el festival de Cannes y su paso por otros certámenes, el público ha respondido muy favorablemente a esta adaptación de un cuento nipón del siglo X, al parecer el más antiguo del que se tiene registro. Su historia narra las andaduras de una princesa que aterriza desde la luna en la tierra a través de un tallo de bambú, donde es descubierta por un pobre leñador y criada junto a su esposa como una hija. Aquel sin embargo pronto se da cuenta de que el destino ha reservado para la criatura una categoría más elevada, para convertirse en distinguida princesa y vivir con el mayor lujo y opulencia posibles. Se trata de un cuento que ya había sido llevado al cine en otras ocasiones, notablemente en La princesa de la luna (Kon Ichikawa, 1987), pero sus elementos imaginarios y naturales justificaban el que la factoría Ghibli ofreciera su propia versión del relato, aunque el estilo de Takahata no parecería a priori el más ajustado. Su orientación neorrealista, con influencias reconocidas por él mismo de esta corriente italiana de posguerra, contrastaría con la lírica evocación de paisajes propios y ajenos. Empero, al igual que con El viento se levanta, también encontramos aquí aspectos que hacen de Takahata un director en el fondo idóneo para ensamblarlos. El contraste entre campo y ciudad que marca la narrativa, o más precisamente entre el cariño que la princesa protagonista siente por la naturaleza en la que crece de niña y la sumisión a la que se ve sometida cuando tiene que aceptar en palacio la vida de una dama, es reminiscente de la ya citada Recuerdos del ayer. Y en general la idealización de lo ecológico es, como adelantábamos, propio de toda la trayectoria de esta forma de anime. En particular la madurez obligada de un personaje femenino es algo que Takahata sabe tratar con experiencia, aún cuando en esta película la mesura convive con la espontaneidad.

    Kaguyahime no monogatari, Isao Takahata, 2014

    Kaguyahime no monogatari, Isao Takahata, 2014

    Kaguyahime no monogatari, Isao Takahata, 2014

    En este sentido, salta a la vista la rica paleta de colores que traducen en imágenes este folclore antológico. Los tonos pasteles y los trazos impresionistas transmiten sensaciones a la vez apacibles y estimulantes, y hay paréntesis, como cuando la princesa imagina la huida de su noble cautiverio, donde las texturas convergen en un torbellino expresionista. La meticulosidad visual alcanza aquí probablemente sus más altas cuotas en animación tradicional, recompensando al espectador con una belleza y una variedad pictóricas dignas de los siglos de historia que se culminan en este drama. El mismo se remite como hemos dicho a una historia pasada, pero dialoga con el presente no sólo en su tratamiento visual sino en su mensaje y sus tramas, incluso desde un punto de vista metalingüístico. Valgan los encuentros episódicos con los nobles que le hacen la corte a la protagonista, por ejemplo, para revelar una referencia condensada a la estructura en actos y a los personajes instrumentales. Sin embargo, el problema es que este tipo de subtramas alargan sin demasiada justificación, como de hecho demuestra este pedestre ejemplo, una narrativa esencial y básica por naturaleza. Ni la moraleja que se pretende hacer llegar, ya comentada; ni los periplos y evolución de la protagonista (pues los personajes secundarios son meras caricaturas), reducidos al contraste también mencionado; ni siquiera los orígenes del relato y el público al que podría estar destinado, son pretexto para alargar el metraje por encima de las dos horas, sino todo lo contrario. De hecho, la cinta se habría beneficiado de una división en dos actos más sintética y simétrica, entre el campo y la ciudad, para reforzar el citado contraste y evitar conflictos reiterativos en un tercer acto que, eso sí, emociona por su mágica resolución a todo lo que ha antecedido. Y es que, pese a las críticas, la ventaja de contar con un metraje dilatado, que no se hace pesado gracias al encanto visual y sonoro (amenizado con sensibilidad por Joe Hisaishi), es que el empaque del clímax es mayor. La sensación final es por tanto muy satisfactoria, aunque quizás pueda considerarse una oportunidad no del todo aprovechada teniendo en cuenta el talento involucrado en su producción. | |

    Ignacio Navarro Mejía
    Redacción Madrid


    Ficha técnica
    Japón, 2014, Kaguyahime no monogatari, かぐや姫の物語. Director: Isao Takahata. Guión: Isao Takahata & Riko Sakaguchi. Productora: Studio Ghibli. Presentación oficial: Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes. Música: Joe Hisaishi. Reparto: Aki Asakura, Yukiji Asaoka, Takeo Chii, Isao Hashizume, Takaya Kamikawa, Kengo Kôra. Otras reseñas: Emilio Luna (San Sebastián). Daniel Jiménez Pulido (Festival de Sitges).


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