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    Crítica | A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III

    A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III

    LA VIDA ES SHEEN

    crítica de A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III | Roman Coppola, 2012

    Nacido en una familia de artistas, Carlos Irwin Estévez enseguida sigue la estela de su padre, haciendo su primera aparición tras las cámaras apenas cumplidos los nueve años. Entretanto no falta al colegio, y posteriormente, en un instituto californiano, descubre su don para el béisbol. Sin embargo, en los estudios no le va tan bien y es expulsado poco antes de la graduación, aunque no sin antes demostrar otra pasión, ésta por el cine, rodando cortometrajes caseros con compañeros de clase que también se convertirían en celebridades. El primer paso de Carlos en este sentido llega pronto, con veintiún años, haciéndose con el papel principal de una película que triunfará en los principales premios de su temporada. Tras ello se suceden jugosas ofertas, augurando una brillante carrera, pero su vida personal no acompaña, pues la misma es oscura y censurable, alternando escándalos sexuales con los primeros episodios de drogadicción. Y ello acaba contagiando su vida profesional, que entra en declive. Con todo, al llegar el nuevo milenio ambas dan un giro, como marca toda buena historia de caída y superación. Nuestro héroe es contratado para protagonizar una serie de televisión que se alarga muchas temporadas y le reporta ingresos de récord, mientras su matrimonio (el segundo) con una bella actriz parece feliz y estable. Pero esta historia no es ficticia sino real, por lo que a este tercer acto de aparente resolución le sucederán más actos, en los que este hombre volverá a caminar por la senda de la perdición, sin que se vislumbre un final a corto plazo. Ocurre en efecto que la realidad supera a menudo a la ficción, aunque solo sea en duración.

    Consciente de ello, y aunque últimamente sigue trabajando como actor, los proyectos de Carlos son cada vez más autobiográficos. Su rol en A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III (2012) así lo demuestra. En ella, el cineasta Roman Coppola (hijo de Francis Ford y hermano de Sofia, menos talentoso que ambos) sigue las andaduras de un diseñador ronco, desaliñado y mujeriego que intenta superar el abandono de su última novia. Mediante los oportunos flashbacks, el argumento se estructura por tanto en torno a los cánones de “chico conoce a chica, chica deja a chico”, con un tercer acto, ahora sí, que suele tener un par de variantes. Además, esta trama de desamores se extiende a otros cuantos personajes, pero que figuran únicamente en la película en tanto que confidentes del principal, sin cobrar nunca auténticos cuerpo y alma. Pues, en efecto, como indica el título de aquella, se trata de penetrar básicamente en la mente de este tal Charles Swan, nombre y apellido que se parecen bastante, al menos ortográficamente, a los de Carlos Irwin. Este segundo nombre suena más castizo, pero incluso hay un momento de la película en que dicho personaje habla nuestro idioma, por lo que, si tenemos también en cuenta su caracterización y el mencionado y persistente desamor, la correspondencia entre realidad y ficción parece plenamente justificada. De hecho, la realidad y la ficción se combinan igualmente dentro de la propia película, mediante una serie de sueños o reflexiones que tiene el protagonista.

    A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III

    Sin embargo, lo anterior no oculta ni la vacuidad ni la escasa originalidad de la historia, como tampoco lo hacen unos gags que, al contrario, suelen más bien enfatizarlas. Un buen ejemplo lo vemos cuando el protagonista está supuestamente malherido (es uno de los sueños), por una flecha que literalmente le ha atravesado el corazón, y uno de los mencionados confidentes le pide al otro una botella de whisky. ¿Será para aliviar la herida de su amigo? No, es para bebérselo. En cambio, la cinta funciona mejor cuando se entrega sin tapujos, sin medias tintas, a un humor más visual y absurdo, ciertamente primitivo y anticuado, pero con más gracia que el resto. El ejemplo correspondiente lo encontramos hacia el inicio del metraje, cuando el protagonista intenta deshacerse de los zapatos de su novia arrojándolos por un precipicio. En la misma línea, hay un par de interludios musicales de tintes surrealistas que también nos dibujan una sonrisa en la cara. Aunque en estos y otros momentos la película pueda pecar de misoginia, representando a las mujeres como objetos de deseo o de escarmiento, disfrazadas de indias o de policías semidesnudas, la gracia proviene de la disminución que ante ello sufre Charles/Carlos, traicionando su supuesta gallardía. Además, como ya hemos dicho, no son solo estas mujeres las que están desdibujadas. Pues, en efecto, el envoltorio de tragicomedia extravagante y alucinada, con una música pop que va y viene, un guion que no sabe si satisfacer o trastocar nuestras expectativas, y un montaje de tiempos alternados, presentado de forma cuestionablemente brusca (aunque el corte anticipado de las mejores escenas nos haga sentir la misma frustración que la del protagonista), no logra levantar un argumento casi anodino.

    A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III

    ¿Con todo, por qué resulta anodino si parte de una premisa con la que muchos nos podemos sentir identificados? Estamos efectivamente ante un tipo de premisa muy utilizada, pero precisamente porque funciona. Alguien a quién le deja su supuesto amor verdadero experimenta un sufrimiento que puede expresarse de distintas formas, dando lugar a situaciones cómicas o dramáticas, y sobre ellas se han construido respectivamente películas muy agradables o muy melancólicas. Sin embargo, como hemos dado por supuesto en la pregunta formulada, es necesario para ello que nos sintamos identificados con la persona afectada. Y, en este caso, se trata de alguien cuya vida conocemos demasiado bien (por si acaso la hemos repasado al inicio de esta reseña) como para tomarnos ya en serio lo que le ocurra. O, al menos, como para compartir su sufrimiento cuando sabemos que se lo ha provocado el mismo y que, en el fondo, ni siquiera lo padece tanto, como nos muestra su despreocupado comportamiento. En cualquier caso, esto último se refiere a lo que presenciamos en la película. Pero al final de la misma, todo el mundo se quita su máscara (si es que la tenían puesta) y el protagonista dice llamarse ahora Charlie Sheen, ya no Carlos… No importa. No hace falta que te presentes, Charlie, ya sabemos quién eres. ★★★★★

    Ignacio Navarro.
    crítico cinematográfico.

    Estados Unidos. 2012. Director: Roman Coppola. Guión: Roman Coppola. Productora: The Directors Bureau. Fotografía: Nick Beal. Música: Liam Hayes & Roger Neill. Montaje: Robert Schafer. Intérpretes: Charlie Sheen, Jason Schwartzman, Bill Murray, Katheryn Winnick, Patricia Arquette, Aubrey Plaza, Dermot Mulroney, Mary Elizabeth Winstead.

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