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    Cine Alemán Siglo XXI

    CRÍTICA | BÁRBARA

    Barbara
    CORTINAS DE HUMO Y TELONES DE ACERO
    crítica de Bárbara | Barbara, Christian Petzold, 2012

    La Guerra Fría ha dado mucho juego en el cine alemán reciente. Un país dividido en dos durante cuarenta años, ideológica y económicamente, pero con una cultura y una historia comunes, proporciona innumerables conflictos, historias de amores imposibles, represiones y denuncias cotidianas, uniones y desencuentros… En definitiva, una mina para el cine. Y la película que en los últimos años ha sabido explotar con mayor éxito estos elementos, al menos internacionalmente, ha sido La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006). Su atmósfera asfixiante y de desconfianza, sus personajes tan turbios como románticos, o su narrativa de calado emocional e intelectual, componían un verosímil y apasionante retrato de esa época. Retrato y respectivos componentes que volvemos a encontrar, en mayor o menor medida, en Bárbara (Barbara, Alemania, 2012), última propuesta del reconocido director germano Christian Petzold, con la que también ha logrado un considerable éxito de crítica y se ha alzado con el Oso de Plata al mejor director en la Berlinale del año pasado.

    En ella narra las vicisitudes de una atractiva doctora atrapada en un pueblo de la RDA, empezando con su llegada al hospital provincial donde es acogida por un médico encargado de su vigilancia. En efecto, poco a poco se nos informa de que esta mujer tiene una vida paralela, de pasado penitenciario y conexión con personajes clandestinos del otro lado del muro, al que tiene la intención de pasar. Por ello el agente de la Stasi enviado a esta provincia idea dicho seguimiento y la acosa casi constantemente, entrando en su recién estrenado domicilio y rebuscando literalmente en cada hueco y rincón para hallar cualquier objeto delator, como el fajo de billetes que efectivamente esconde: su salvoconducto hacia la libertad. Sin embargo, este propósito no la distrae de sus quehaceres sanitarios: enseguida comprobamos su destreza médica, reforzada por su duro y estoico carácter, y vamos asistiendo a la relación que se establece entre ella y aquel médico que inicialmente es un adversario, por muy hombre culto y sensible que sea. Enunciadas estas distintas tramas, su evolución se presenta con detalle y claridad, alimentadas por otros personajes secundarios caracterizados con precisión, hasta los correspondientes desenlaces que cierran todo lo anterior con inusitada lógica y habilidad.

    Barbara

    Pero la historia es redonda por otras muchas razones. Al margen de una progresión dramática inapelable, sin fisuras, Petzold derrocha clasicismo en todos los aspectos. Desde una ajustadísima composición, con planos que no duran ni mucho ni poco, hasta un ritmo pausado pero intenso y perfectamente fluido, pasando por unos diálogos sutiles y trabajados, que transmiten lo máximo con lo mínimo, asistimos a una auténtica clase de dirección cinematográfica, controlándolo todo para que siempre esté al servicio de la narrativa y de los personajes. Éstos están por lo demás expertamente diseñados: la protagonista, interpretada de forma memorable por Nina Hoss, es una mujer fuerte, ambigua, tierna pero firme, cuyas verdaderas motivaciones se van apreciando de forma muy progresiva. El otro personaje principal, el del doctor, corre a cargo de Ronald Zehrfeld, que aporta, además de la apuntada cultura y sensibilidad, una ironía y una empatía que enseguida convierten a este hombre en un personaje muy querido. Las conversaciones y las miradas entre ellos son el motor de una cinta que sin ellas sería quizás demasiado fría y gris, por muy acorde que ello pudiese ser con su contexto.

    Realmente se trata de un trabajo en el que cada referente, cada escena, cada emoción, se encuentran en todo momento en el lugar y en el tiempo adecuados. Pero la técnica es tan transparente y el guion está tan bien construido que en cierto modo todo acabaría siendo algo predecible si no fuese por el elemento probablemente más destacable entre todas estas virtudes: la dosificación de la información. Un doble ejemplo puede ilustrar esto último. Por un lado está la relación amorosa que ya existe entre la protagonista y otro individuo, que aparece transcurridos bastantes minutos del metraje (sin que ello suponga ninguna trampa narrativa: simplemente no aparece antes porque no tendría cabida en la introducción de los demás personajes, de la localización y del conflicto original), y que explica mejor el comportamiento de ella con el compañero de trabajo que supuestamente tiene que controlarla e informar periódicamente a la policía secreta. Por otro lado, cabe referirse a la relación igualmente previa entre dicho facultativo y el agente de la Stasi, de la que se nos hace partícipes tardíamente pero nuevamente con plena naturalidad y justificación, y que a su vez explica la aceptación del encargo por aquel. En cualquier caso, esta forma de hacer las cosas es casi constante a lo largo del metraje, y permite que el suspense y la tensión estén casi siempre presentes, aunque no podamos estar más lejos de un thriller efectista.

    Barbara

    Esta sensación deriva asimismo de detalles muy marcados, como los ruidos que oye la protagonista desde su apartamento y que pueden anunciar la vuelta en cualquier momento de la policía, o la práctica ausencia de música, que refuerza la sobriedad y la pesadumbre definitorias del momento que se está viviendo. En este sentido, estas personas conviven en un ambiente enrarecido, poco solidario, receloso, en la que los intercambios de información y las confesiones pueden ser verdad o mentira, conducir a un camino equivocado o simplemente engañar para sobrevivir. Ello evita también la previsibilidad narrativa, aunque hay que admitir que las últimas escenas, plantadas en el resto del metraje y presentadas al final con plena satisfacción, sí pueden llegar a adivinarse. Pero ésta es una crítica demasiado subjetiva y probabilística, menor frente a un producto en el que es muy difícil encontrar fallos. No es que estemos ante una película particularmente llamativa o instantáneamente memorable, pero sí es uno de esos trabajos que quedan grabados en la mente y que tienden a mejorar con el tiempo y con cada visionado, pues su calidad se asocia a la complejidad y al poso que deja una historia enmarcada en un paisaje de zozobra y opresión. ★★★★

    Ignacio Navarro.
    director & crítico cinematográfico.

    Alemania. 2012. Título original: Barbara. Director: Christian Petzold. Guión: Christian Petzold & Harun Farocki. Productora: Schramm Film Koerner & Weber. Fotografía: Hans Fromm. Música: Stefan Will. Montaje: Bettina Böhler. Intérpretes: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Rainer Bock, Jasna Fritzi Bauer, Christina Hecke, Claudia Geisler, Peter Weiss, Carolin Haupt, Deniz Petzold. 

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